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SE VALE EQUIVOCARSE

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“El conocimiento descansa no sólo sobre la verdad sino también sobre el error.” Lo dijo el notable psiquiatra Carl Jung. Y qué necesario que lo dijera! Por dos razones, por lo menos. Les invito a transitar juntos cada una de estas posibilidades.
La necesidad de aprender a no paralizarse.

 

Hay quienes “solucionan” su miedo al error de un modo económico: simplemente no haciendo. Pero lo “económico” de ese método resulta sumamente caro. Permítanme recordar un pensamiento de Albert Camus (áspero y certero): “Quien anhela y no obra, engendra peste”. Sí, sé que es una palabra fuerte.

 

Mas esta frase, tan rigurosa, más de una vez ha venido a mí para despabilarme! Dormirse en la resignación cuando nuestro anhelo es posible, sólo por temor al error... es muy peligroso! Gesta dentro nuestro dolor, enojo hacia sí mismo, y a veces hasta síntomas físicos.

 


El encono hacia sí puede manifestarse de muchas maneras, y lo que está sucediendo en este caso es que... no estamos siendo leales con quienes somos. Como toda deslealtad, lo que acontece es una gran rispidez para consigo mismo, que tendremos que afrontar.

 

Una buena manera de afrontarla es reevaluar lo que anhelábamos hacer y desechamos por miedo al error... darle una nueva posibilidad... y si ya “se ha perdido el tren”, darse una nueva posibilidad a sí mismo, reemplazando aquel proyecto por otro que hoy sea viable.

 

Perdonarse, y otorgarse una nueva ocasión de seguir adelante. Pues no hacer debido al miedo al error... es un tremendo error! Nos garantiza una vida insignificante y pequeña...
Por qué tememos tanto equivocarnos?

 

Curiosamente ese miedo nace de la parte más primitiva del cerebro: aquella que compartimos con el resto de los mamíferos. El temor central es el de ser rechazados por la manada (esto es, ser “ridículos”: que se rían de nosotros); instintivamente, para el animal que somos hay una memoria ancestral de que “ser rechazados por la manada” podría significar la soledad total, la invalidez más vulnerable, y con ello la muerte. Sí: irracionalmente equivalemos el miedo a equivocarnos con el miedo a morir! Por eso tiene tanto poder. Sin embargo, nuestro cerebro es mucho más amplio que su parte primitiva. Desde otra zona interna (psicológica y neurológica), más madura y evolucionada, podemos brindarnos la libertad de equivocarnos si es necesario, y con ello la de no darnos por vencido, se ría quien se ría. Eso es ser valiente! El escritor Morris West alguna vez dijo: “La libertad más difícil de conservar es la de equivocarse.”


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Asumir el error como tal, sin disfrazarlo: Entre el correo personal del escritor Arthur Miller se encontró una carta de Céline, quien le decía (y otra vez suena fuerte!): "Sepa usted estar equivocado. El mundo está lleno de gente que tiene razón. Es por eso que da asco."

 

Cuando una persona se equivoca y no se justifica para validar lo que hizo, no disfraza la verdad para que creamos otra cosa, sino simplemente se hace cargo, irradia una respetabilidad innegable.

 

Si cada uno de nosotros asumiera su equivocación... qué distinto que sería el mundo! Nos daríamos la oportunidad de reparar cualquier daño cometido (y ya el solo reconocimiento es reparatorio!). Pero además, al registrar el error como tal, nos permitiríamos aprender (cosa que la justificación jamás posibilita!).

 

Pondríamos a jugar el error a nuestro favor.
¿Por qué nos cuesta hacernos cargo del error como tal? Básicamente el temor que se le mueve a quien esto le sucede es el de tener que modificar su autoimagen: proyectando la responsabilidad en el otro ilusoriamente se “libera” de “lo imperfecto”, y se ve a sí mismo “en lo correcto”, o a veces hasta como víctima de ser “acusado de error”.

 

Qué problema tan serio vivir de esa manera!
Quien asume el error flexibiliza la imagen de sí, se vuelve más humano y más hábil para ejercer la compasión, aceptando la falibilidad del otro porque ve que él mismo es capaz de equivocarse. Permite que no sea su Ego quien dirija su vida, cuidando esa autoimagen de “perfectito”, sino, en cambio, que algo más esencial le ayude a cultivar una planta que hace falta en cualquiera de nuestros jardines: la modestia.

 


Permítanme volver al querido Jung: “De este modo, lo último que quisiera decir a cada uno de ustedes, amigos míos, es lo siguiente: realicen su vida de la mejor manera que puedan, incluso si está fundada en el error, pues la vida debe ser consumida, y a menudo se alcanza la verdad a través del error.” Hacernos cargo, no paralizarnos: allí está la interpelación que la posibilidad de equivocarnos ejerce sobre nuestra identidad.

 

Reciclarnos tantas veces como sea necesario. Porque de eso se trata vivir!
Para verter suavidad y otro tipo de Belleza, los dejo con el poeta Hamlet Lima Quintana para que nos lo diga a su modo:

"Que cada uno cumpla con su propio destino,
reconozca sus pozos,
riegue sus propias plantas
y levante su casa.

 

Pero si sobre el final cae en la cuenta
de que ha errado el camino,
entonces que junte coraje,
desande lo andado
y reconstruya su vida..."

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Virginia Gawel

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VALE LA PENA

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Hay momentos que sentimos que todo esta mal, que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo, que no se alcanza a ver ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.

 

En esos momentos debemos de tomar todo nuestro amor, nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza y luchar por salir adelante.

Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena levantarnos de nuevo, y solo puedo contestar una cosa: “Hagamos que nuestra vida valga la pena”.

 

Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.

 

Vale la pena estar en la oscuridad y caer hasta lo mas profundo, porque ya no puedo ir más hacia abajo, de ahí en adelante todo va a ser hacia arriba hasta que vea la luz.

 

Vale la pena entregar todo, porque cada sonrisa y lágrima son sinceras. Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos, porque al levantarlas seré más fuerte de corazón.

 

Vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos. A través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.

 

Vale la pena cometer errores, porque me da mayor experiencia y objetividad.

 

Vale la pena volver a levantar la cabeza, porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.

 

Vale la pena volver a sonreir, porque eso demuestra que he aprendido algo más.

 

Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado, porque ellas forjaron lo que soy el día de hoy.

 

Vale la pena voltear hacia atrás, porque así se que he dejado huella en los demás.

 

Vale la pena vivir, porque cada minuto que pasa es una oportunidad de volver a empezar.

 

Todo esto son solo palabras, letras entrelazadas con el único fin de dar una idea.

 

Lo demás, depende de cada uno de nosotros.

Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros.

Hagamos que nuestra vida valga la pena.

 

Tomado de la web

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