rudyard (1)

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Si asumimos que el origen y destino de nuestra travesía evolutiva es la unidad, entonces resulta evidente que debemos apuntar hacia la integración y no hacia la lucha de opuestos –mucho menos cuando nuestra propia mente es la arena donde se desarrolla tal interacción. En este sentido supongo que el primer paso es hacer conciencia sobre tu propia sombra, percibirla, observarla, jugar con sus ojos y con su aroma inexistente.

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Hay que sentir la sombra, abrazarla, desnudarse junto con ella, coquetearle y, sobretodo, intercambiar información sensible. Una vez consumado este ritual terapéutico, que aunque se dice fácil implica una epifánica sesión de honestidad con uno mismo, entonces, supongo, podemos proceder a comulgar con ese ser con quien compartimos una perfecta simetría y así fundirnos de acuerdo a nuestra naturaleza original: la indivisibilidad.
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Solo mediante la integración con la sombra podemos garantizar que no terminaremos por volvernos cautivos de nuestro propio caos. En cambio, al unificarnos con ella, alojaremos una fusión entre el caos y el cosmos, enarbolando eventualmente la piedra filosofal que coronara nuestro rol de ‘caminantes’ (Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem). El punto es que si logramos asumir nuestra región sombría, concertando una épica cópula con nuestro alter-ego, entonces esta entidad (que a la vez somos nosotros mismos observándonos en el espejo del camino) podría convertirse en nuestro más valioso aliado.
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El encuentro con nuestra sombra es un requisito ineludible en el proceso de alcanzar la plenitud. No hay que olvidar que un porcentaje considerable de nuestra energía está guardada en sus entrañas, y sin esa porción jamás lograremos la auto-fusión. Una vez que aceptemos la totalidad de los ingredientes que nos conforman, entonces realmente podremos purificar la formula y re-programarla hacia una existencia plena. Jung afirmaba que a partir del momento en que nos encontremos de frente con nuestra sombra, entonces seremos inmunes a cualquier sentimiento de culpa, miedo o vergüenza. Atravesar ese velo es la misión fundamental de todo personaje protagónico (y recordemos que todos somos héroes de nuestra propia narrativa).
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Conclusión
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Para concluir solo me resta advertir que en cierto momento de nuestras vidas tendremos una cita con nuestras respectivas sombras. Y que solo si logramos estar a la altura de dicho encuentro, sentarnos a tomar té con ella mientras cruzamos miradas e intercambiamos saludos a la porción de divinidad que nos une, seremos capaces de reunirnos con nosotros mismos, de religar la grieta (solve) para transformarnos en una sola pieza (coagula). La unidad nos espera. Ojalá ninguno todos nosotros acudamos puntuales a su encuentro.
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Aljhamdulilah

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publicado en Facebook por Ari Shemoth

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