Las palabras dichas sin pensar y por frustración o enojo pueden ser hirientes. Si recibo palabras poco amables de parte de otra persona, tengo la opción de perdonar o de fomentar la amargura. Elijo perdonar.
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En ocasiones, todos hemos sido imprudentes o descuidados, así que determino perdonar a los demás, perdonarme a mí mismo y dejar ir cualquier resentimiento. Elijo pensamientos y palabras afables. Los pensamientos que mantengo y las palabras que digo son expresiones del amor siempre presente de Dios, y los elijo cuidadosamente. Me comprometo a llevar mi vida como la expresión de Dios considerada y amoroso.
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Tengan cuidado. No vayan a perderse la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría estorbarles.—Hebreos 12:15
FELIZ Y BENDECIDO DÍA.
NAMASTÉ
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