ENVIADO POR CARMEN
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Una querida amiga, muy creativa y angelical, acaba de enviarme este hermoso texto...
La única estación del género femenino, la fuerza de la vida que empuja a los seres vivientes al movimiento. La que pone en danza no solo el entorno, sino nuestros sentidos, que mezclan sus percepciones: de pronto huele a verde, hay luces que cantan, sonidos que producen cosquillas. La primavera es el triunfo del mundo vegetal de lo que constituye y conforma su fuerza, potencia y energía: la madera. La necesidad de vivir y crecer es su característica primordial.
Es tiempo de ser adaptables y flexibles preservando nuestra vitalidad. Cualidades que producen armonía, tanto en sociedad como en solitario.
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Es momento de la organización que permite la expresión eficiente de la energía que se desata en primavera. Por eso, es importante ordenar y distribuir nuestra energía de manera que podamos utilizarla más eficazmente para llegar lo antes posible a nuestro propósito de vida, a esa vocación para lo cual somos elegidos o llamados. La distribución comporta el almacenamiento: recolectar, juntar, eliminar y retener información que luego estará preparada para su utilización. Lo cual no debe confundirse con controlar. Quien controla impone, somete y pierde la espontaneidad de los dones que se le ofrecen.
Movimientos espirituales de la primavera: Purificación, atención y sintonía. Con la llegada de la primavera, iniciamos el proceso de purificación, nos desintoxicamos del invierno: en el cristianismo se conoce como el tiempo de ayuno y abstinencia. Su objetivo es la depuración y la limpieza interior para iniciar la nueva etapa con los sentidos aguzados y atentos.
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Estar atento precisa, por una parte, la labor de reconocimiento de quiénes somos y adónde vamos, aquello que nos hace felices a nosotros y a los demás. Y, por otra, la observación y el intercambio con el entorno como acto de amor, que es el que cohesiona a la naturaleza. Sólo el acto de amor empuja el flujo de la energía, la multiplica y acumula permitiéndonos canalizarla y disfrutarla para crear aquello que deseemos.
La primavera es de una generosidad tan abrumadora que no precisamos esfuerzo para ser agasajados por ella. Como cualquier época de fuertes cambios, es el momento de aplicar el mínimo esfuerzo a nuestra vida. Así como las olas del mar no se esfuerzan en ir y venir, sino que van y vienen, o los peces, que no se esfuerzan en nadar sino que nadan, es propio de la naturaleza humana hacer que nuestros sueños se manifiesten en forma física, sin esfuerzo. Es la sintonía con nuestros sentidos, con el objetivo que tenemos en la vida y con nuestro entorno, que nos permite funcionar sin roces.
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