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LOS JARDINEROS DE LA TIERRA. TERCERA PARTE. DAVID TOPI

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Posted: 01 Aug 2013 05:18 AM PDT

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Todos los grupos que, por alguna razón o por otra, se habían visto involucrados con el cuidado del planeta y que conocían bien como funcionaban los ciclos evolutivos a lo largo de la galaxia se dieron cuenta de que, en “breve”, algo importante iba a suceder.

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Se acercaba el final de un ciclo. Había una oportunidad de hacer pasar al planeta a otro plano frecuencial, donde la vibración y las energías encontradas modificarían por completo la vida orgánica, produciría un cambio total en la estructura atómica de la Tierra y con ello afectaría por completo a todos lo seres que lo habitaban. Se terminaría así de un plumazo la existencia actual de destrucción, la manipulación, y el control por parte de las razas creadoras del ser humano como un ser “implantado” y fuera de lugar, que se había convertido en una plaga y parasito para el resto de conciencias y seres que habitaban la Tierra.

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Largo tiempo el espíritu grupal de las razas animales se lamentaba de los daños sufridos, miles de especies que fueron traídas de otros planetas fueron sacadas de aquí por los mismos que las trajeron, la naturaleza se había vuelto desconfiada del ser humano, los elfos, ondinas, gnomos y hadas jamás se hacían visibles para este, el espíritu del mar contenía la ira al ver como sus aguas se iban polucionando y contaminando.

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Pero los jardineros, y las razas que creían que todavía era posible solucionar el problema no dudaron un solo instante en redoblar sus esfuerzos para despertar al ser humano, que, en su mayoría, seguía todavía sumido en su mentalidad dominadora, arrasadora y conquistadora, como si fuera el ser más inteligente que pisara el planeta en el que vivía, y sin darse cuenta que el resto de conciencias y seres lo consideraban más bien una plaga a exterminar.

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Si ya había millones de espiritus de jardineros de todas las partes de la galaxia encarnando, millones más llegaron para seguir encarnando y trabajando a destajo desde dentro. El Logos Solar, el padre energético de la Tierra, viendo que se terminaba el tiempo, pegó un grito desesperado que llegó hasta los grandes arquitectos de la creación, en el centro de la galaxia, y estos también decidieron intervenir. La Tierra era un planeta “enfermo” y necesitaba mucha ayuda.

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Así, se convocó una reunión. Representantes del Logos galáctico, representantes de los árboles, el espíritu del viento, del agua, representantes de los elfos y de las hadas, representantes de las razas intraterrenas que habitaban el planeta en armonía mucho antes de la creación del ser humano, y representantes de las diferentes razas de jardineros que atendieron la reunión desde sus naves espaciales empezaron a discutir que iban a hacer.

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Algunos de los asistentes pensaban que un “borrón y cuenta nueva” sería una buena solución, ellos podrían encargarse de ello, limpiando el planeta de un plumazo y dejando que este se regenerara por completo desde cero. Esto representaba no subir de nivel evolutivo, sino mantener durante otro ciclo completo a la Tierra en el nivel frecuencial actual, pero limpia, empezando desde el principio. Otros, más benévolos, y entendiendo que el ser humano era un producto inconsciente de laboratorio, que había sido creado y que merecía una oportunidad para desarrollarse por si solo sin el yugo de sus controladores abogaron por permitirles que tomaran las riendas del cambio evolutivo en sus manos.

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Para ello iban a ser guiados por millones de jardineros que entrarían de nuevo justo antes del cambio, y por los que estaban ya dentro, para instaurar las condiciones necesarias para permitir al planeta el salto de nivel. Los jardineros empezaron a buscarse entre ellos, y empezaron a despertarse unos a otros ayudados por sus representantes que estaban fuera del planeta en las naves. Cuando muchos de ellos empezaron a acordarse de quienes eran en realidad y para que habían venido, pudieron empezar a recibir instrucciones y planificar la última fase del plan de choque que debía implementarse,  algo que venia a ser como anclar una especie de manto energético que les permitiría mantenerse sujetos al planeta cuando este tuviera la oportunidad de cambiar de plano frecuencial dentro de la elíptica galáctica en la que se encontraba.

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Aun así, para ello, los jardineros no eran suficientes en número, sino que hacían falta millones de seres humanos “despiertos”, y dispuestos a ayudar, para enraizar esas nuevas energías al planeta, de forma que este no se viera rechazado por la fuerza del vórtice que permitía el paso dimensional, lo que sucedería si la Tierra no era energéticamente compatible con el nuevo entorno al cual se iba a desplazar.

 

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El problema es que no todos los asistentes a esa reunión confiaban en que los seres humanos lo pudieran conseguir. Pero es que, si no lo hacían, si no estaban listos cuando llegara el momento de la apertura del vórtice, con el nivel evolutivo suficiente para mantener la malla frecuencial necesaria para poder moverse de una zona a otra, el planeta se vería abogado a otro ciclo completo dentro del mismo plano, no se habría producido el salto, y aquellas razas que deseaban mantener al planeta como su zona de recreo y de suministro probablemente habrían ganado la partida.

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Y eso no podía ser.

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Estas mismas razas invasoras, ya lo sabían los jardineros, habían hecho y repetido el mismo patrón en todos los otros sistemas que habían conquistado, y, en algunos casos, habían llegado a destruirlos, volando planetas enteros en pedazos por la codicia, la negatividad y el deseo de poder sobre todo lo existente que existía en ellos. Y eso sería una gran desgracia para los maestros arquitectos que tanto amor habían puesto en la creación de la Tierra, y una desgracia para los espíritus que desde la Fuente no tendrían entonces un lugar como este donde experimentar y crecer.

 

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Solo la Fuente entendía que estas razas actuaban según su naturaleza, y que habían tomado la decisión hacia eones, debido a la ley del libre albedrio, y como grupo, de renunciar a mantener la chispa divina en su interior, por lo que, volviéndole la espalda a la matriz de luz, sus almas se habían vuelto oscuras y mortales, necesitadas de tecnología para subsistir. El ser humano, por otro lado, jamás perdió la matriz de luz que residía en los homínidos, y por ello su esencia era inmortal, pero pocos de ellos sabían que la tenían, y muchos menos sabían usarla, dejarla salir y resplandecer y hacer que fuera ese espíritu que había encarnado en ellos quienes ayudaran a enderezar la situación del planeta, pues todos querían hacerlo, mientras buscaban sus propias experiencias y adquirían sus lecciones evolutivas particulares.

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Solo por eso, o principalmente por eso, se les dio a los seres humanos la oportunidad de lidiar ellos mismos con el cambio evolutivo que tenían delante, aunque contarían con la ayuda de los jardineros, cada vez más numerosos, tanto los encarnados dentro del sistema como los que orbitarían y trabajarían desde fuera, combatiendo si era necesario y literalmente hablando, a los que trataban de hacer que los humanos no despertasen, y se mantuviesen bajo el sistema de control implementado desde hacia ya miles de años.

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El plan ya estaba en marcha, y todos empezaron a trabajar duro para ello, pues el tiempo apremiaba, y había aun mucho por hacer…

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-       Y así concluye la leyenda, mi joven discípulo….

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-       Pero Maestro, ¡no puede ser!, no tiene final, ni moraleja, ¡ni me has explicado que sucedió al final con los humanos y el planeta Tierra!!

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-       Ah….- dijo el anciano maestro- es que eso aun no lo sabemos, porque, pequeño, el final aun está por decidir, y es en estos mismos momentos que la raza humana se está jugando su futuro…

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Y entonces el discípulo lo entendió todo, y se levantó, salió fuera al jardín. Se arrodilló delante de un árbol, y le pidió perdón. Se levantó, fue al rio, y le pidió perdón al agua. Se acerco a un cervatillo, y le pidió perdón a los animales. Levantó su cabeza al cielo, se dejó mecer los cabellos, y le pidió perdón al viento. Tocó la tierra con las manos, y le pidió perdón al planeta entero. Y les prometió que no cesaría de luchar hasta que el curso natural de la evolución hubiera retomado su camino, y la Tierra volviera a ser el paraíso y el planeta creado para ser disfrutado, como había sido el deseo de los grandes maestros arquitectos y de todos los seres que en el residían.

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David Topí,

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LOS JARDINEROS DE LA TIERRA. David Topi

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Los jardineros de la Tierra– primera parte

Posted: 28 Jul 2013 06:28 AM PDT

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En un lejano monasterio un maestro le contaba una historia a su discípulo.

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- Escúchame con atención, pequeño – dijo el anciano – pues te voy a contar una de las leyendas que corren respecto a la historia antigua de nuestro planeta. Es una leyenda que ha ido pasando de generación en generación y que todo el mundo en nuestra comunidad, llegado a una cierta edad, debe conocer y comprender, pues encierra una gran lección que tendrás que asimilar si deseas seguir formando parte de este bello lugar.

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- Te escucho maestro, te agradezco que puedas contarme la historia…

- Empecemos pues…

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Hace eones de tiempo, en el centro de nuestra galaxia, los maestros arquitectos, grandes creadores de vida que vivían junto al Logos se recreaban formando estrellas, soles y sistemas planetarios por doquier en los cuatro confines de la Vía Láctea.  Varios de esos arquitectos planetarios, después de lanzar una estrella por aquí, un sistema por allá, se percataron de que en uno de los sistemas solares ya creados había hueco para otro pequeño planeta, y como estaban con el tono creativo subido, guiñáronse el ojo unos a otros y dijéronse: “creemos un lugar que sirva para ser disfrutado por todas las razas y seres que existen en nuestra galaxia, creemos un pequeño paraíso ahí donde las condiciones son óptimas para ello”.

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Dicho y hecho, ese pequeño paraíso fue formado primero a nivel energético, los moldes de los diferentes cuerpos etéricos que iban a componerlo fueron creándose, primero desde el plano más sutil hasta los planos más densos, donde finalmente la materia empezó a condensarse y a formar una perfecta y compacta masa sólida.

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Las energías de los elementos empezaron a mezclarse, el fuego y el aire, el agua y la tierra. Se formó el núcleo del planeta, con vida y conciencia propia, se formaron los mares, cuyo espíritu sentó las bases para la vida en el agua, se formaron los primeros campos energéticos que dieron lugar a formas primitivas de flora, se integraron la energía y furia del fuego en los volcanes y el espíritu del viento en la atmósfera.

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A medida que millones de años iban transcurriendo, pues los arquitectos creadores tenían que dejar enfriar y reposar su creación, las energías combinadas de los elementos dieron lugar a las energías de la naturaleza y crecieron árboles, plantas y flores por doquier. Los elementales del fuego, del agua, del viento y de la tierra manifestaron a elfos, hadas, ondinas, salamandras, gnomos y todo un elenco de seres para velar por el buen funcionamiento y el crecimiento de este planeta que nacía como una joya azul, vibrante, un punto resplandeciente dotado de todo aquello que podría considerarse necesario para que el nuevo planeta fuera uno de los paraísos y lugares de reposo de toda la galaxia.

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Así, cuando el planeta estuvo listo físicamente, los grandes arquitectos informaron a diferentes razas de la galaxia, y muchas se asombraron al descubrir tal maravilla en el espacio, en un sistema solar tan poco conocido hasta entonces. Muchas de ellas se convirtieron en jardineros y sembradores de vida, trajeron muchas especies de animales y plantas de sus propios sistemas y las añadieron a las especies que el planeta había manifestado en su propia habilidad creativa. La Tierra se convirtió en un compendio de conciencias que compartían un mismo cuerpo físico, que se autodenomino Kumara, pues los espíritus de los elementos, la conciencia del núcleo del planeta, los seres que cuidaban de la naturaleza y los propios espíritus grupales de los arboles y los animales se unieron para trabajar juntos por el desarrollo de la vida en armonía con el resto de la Creación.

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Desde el espacio, las múltiples razas que habían sembrado parte de la vida orgánica se regocijaban desde sus naves al ver como crecían las plantas, como avanzaban y se desarrollaban nuevos animales, como la belleza del planeta se incrementaba en cada instante.

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Sin embargo, un buen día, desde una de esas naves desde donde se supervisaba el desarrollo del planeta, algunos de los cuidadores del mismo vieron pasar otras naves que rápidamente descendían hacia la superficie del planeta azul. Estupefactos, pues no sabían de quien pudiera tratarse, ya que todas las razas que habían colaborado en la siembra del planeta estaban en permanente contacto respecto a sus trabajos de “jardinería", decidieron enviar emisarios voluntarios para ver que estaba sucediendo y quienes eran esos nuevos visitantes. Pero para ello debían ir de incógnito, no sabiendo que podían encontrarse, así que no les quedó otro remedio que entrar encarnando en una de las especies que pudiera albergar, aun con dificultades, una conciencia de alguno de los jardineros para que este pudiese observar que estaba pasando de forma totalmente clandestina.

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Así, uno de los seres que monitorizaba el planeta decidió bajar, entrando primero en los planos internos no físicos, donde diferentes guías y seres de luz le indicaron como construirse un “alma”, que iba a ser el vehículo energético que iba a necesitar para poder usar uno de los “contenedores” disponibles, la vida orgánica más avanzada representada por una de las nuevas especies de homínidos que se había desarrollado de forma natural en los últimos miles de años.

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El jardinero aprendió como introducir su ser dentro de ese traje energético que los guías le ofrecían y que habían denominado “alma”, y se fusionó con ella, pudiendo entonces entrar en el plano físico.

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Reuniéndose primero con el gran espíritu de los animales, pidió permiso a ese ser que gobernaba entonces la conciencia grupal de los homínidos para usar uno de sus cuerpos físicos, permiso que le fue concedido, así que este jardinero se vio finalmente encarnado en uno de los homínidos y pudo observar a los seres recién llegados al planeta sin ser visto ni detectado.

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Pero lo que vio le horrorizó.

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¡Por todos los creadores de sistemas! exclamó.

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Miles de homínidos como el cuerpo que el mismo estaba usando habían sido capturados, atados, encadenados, ¡y estaban haciendo experimentos con ellos! ¿Como es posible? ¿Quienes son estos visitantes? ¿como pueden estar dañando y haciendo esto con la vida en este planeta? El jardinero se acerco más a uno de los centros donde se habían establecido los visitantes del espacio, para intentar ver que pasaba, pero lamentablemente también fue capturado. Lo tumbaron en una camilla y empezaron a inyectarle cosas, a hacerle pruebas, a someterlo a terribles experimentos.

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El jardinero se disoció del cuerpo, salió del mismo pues no era capaz de aguantar aquello, dejó que el homínido falleciera y decidió volver a su nave y puesto de observación. Pasó primero por el plano donde residía el gran espíritu de los animales, allá se despojo de su alma, que reintegro con la energía del campo de esa raza, y donde empezó a ver con tremendo horror como miles de almas de homínidos llegaban cargadas con ira, rabia, dolor y estupefacción ante lo que estaba ocurriendo.

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El gran espíritu de los animales no daba crédito, estaban matando, torturando y experimentando con su contrapartida física y su ser, su conciencia, que no conocía más que la pureza, tranquilidad y felicidad de la vida empezó a cargarse con emociones poco conocidas hasta entonces. El jardinero se despidió del gran espíritu y le prometió encontrar una solución a lo ocurrido. Tras eso regreso a su nave.

Continuará…


un abrazo!
David

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