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ENVIADO POR ROBERTO

Mi alma me habló y me enseñó a amar lo que el pueblo aborrece y a proteger lo que denigra.

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Mi alma me mostró que el amor se enorgullece no sólo del ser que ama sino también del amado.

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Antes de que mi alma me hablara, en mi corazón el amor era como una delgada cuerda ajustada entre dos clavijas. Pero ahora el amor se ha transformado en un halo cuyo comienzo es su final y cuyo final es su comienzo. Rodea a todos los seres y se difunde lentamente hasta abrazar todo lo que existe.

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Mi alma me advirtió y me hizo percibir la belleza oculta de la piel, la forma y el matiz. Me enseñó a meditar sobre lo que la gente llama feo hasta que aparece su verdadero encan­to y deleite.

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Antes de que mi alma me aconsejara, para mí la belleza era una antorcha temblorosa entre columnas de humo. Ahora que se desvaneció el humo no veo sino la llama.

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Mí alma me habló y me hizo oír voces que no pronuncian la lengua, la laringe ni los labios.

Antes de que mi alma me hablara yo no oía más que gritos y gemidos. Pero ahora, ansiosamente, puedo oír el silencio y escucho sus coros cantando los himnos de los tiempos y los cánticos del firmamento, que anuncian los secretos de lo oculto.

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Mi alma me habló y me enseñó a beber el vino que no procede de lagares ni puede escanciarse de copas que puedan levantar las manos ni tocar los labios.

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Antes de que mi alma me hablara, mi sed era como una chispa confusa escondida bajo las cenizas que pueda apagar un sorbo de agua.

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Mi alma me habló y me enseñó a tocar lo que aún no se ha encarnado; ella reveló que todo lo qúe tocamos es parte de nuestro deseo.

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Pero ahora mis dedos se transformaron en bruma que penetra en lo que se ve del universo y se confunde con lo invisible.

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Mi alma me enseñó a aspirar el perfume que no emiten el mirto ni el incienso. Antes de que mi alma me hablara yo deseaba aspirar la fragancia del perfume en los jardines, en los frascos o en los incensarios.

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Pero ahora puedo gustar del incienso que no se quema como ofrenda en sacrificio. Y lleno mi corazón con una fra­gancia que ninguna brisa condujo a través del espacio.

Mi alma me habló y me enseñó a decir "Estoy listo" cuando lo desconocido y el peligro me llaman.

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Antes de que mi alma me hablara yo no respondía a ninguna voz, salvo a la del pregonero que conocía, y sólo caminaba por el sendero cómodo y fácil.

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Ahora lo desconocido es un corcel que puedo montar para conocerlo, y la llanura se volvió escalera y por sus peldaños trepó a la cima.

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Mi alma me habló y me dijo: "No midas el tiempo dicien­do: Hubo un ayer y habrá un mañana."

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Antes de que mi alma me hablara creía que el pasado era una época que nunca volvería y que el futuro nunca podía ser alcanzado.

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Ahora me doy cuenta de que el presente contiene a todo tiempo y que en el se encuentra todo lo que puede esperar­se, todo lo realizado y todo lo cumplido.

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Mi alma me habló exhortándome a no limitar el espacio diciendo: "Aquí, allí, allá."

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Antes de que mi alma me hablara yo sentía que por cualquier parte que caminaba estaba lejos de todo otro espa­cio.

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Ahora comprendo que en cualquier lugar que esté se encuentran todos los lugares y que la distancia que camino abarca todas las distancias.

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Mi alma me enseñó a estar despierto mientras otros duermen y a entregarme al sueño cuando otros están en movi­miento.

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Antes de que mi alma me hablara yo no distinguía sus sueños al dormirse ni ellos advertían mis fantasías.

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Ahora yo nunca zarpo en el buque de mis sueños a menos que ellos me vigilen, y ellos nunca se remontan por el cielo de sus fantasías a menos que yo las comparta en su libertad.

Mi alma me habló y dijo: "No te alegres con el elogio y no te angusties con el reproche."

Antes de que mi alma me aconsejara yo dudaba del méri­to de mi trabajo.

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Ahora me doy cuenta de que los árboles florecen en primavera y dan sus frutos en verano sin esperar elogio, y dejan caer sus hojas en otoño y quedan desnudos en invierno sin temor al reproche.

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Mi alma me habló y me hizo ver que no soy más que el enano ni menos que el gigante.

Antes de que mi alma me hablara yo veía a la humanidad dividida en dos clases de hombres: una débil, de la que me compadecía, y una fuerte, a la que seguía o resistía desa­fiante.

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Pero ahora aprendí que soy como ambos y estoy hecho de los mismos elementos. Mi origen es su origen, mi con­ciencia es su conciencia, mi pretensión su pretensión y mi peregrinaje su peregrinaje.

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Mi alma me habló y me dijo: la linterna que llevas no es tuya y la canción que cantas no fue compuesta en lo profun­do de tu corazón, porque aunque sostengas la luz no eres la luz, y aunque seas un laúd con las cuerdas tensas no eres el ejecutante.

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Mi alma me habló, hermana, y me enseñó muchas cosas. Y tu alma también te ha hablado y también te ha enseñado. Porque tú y yo somos uno y no hay diferencia entre noso­tros, salvo que yo haya proclamado lo que hay en mi ser íntimo, mientras tú lo guardas como un secreto de tu inti­midad. Pero en tu reserva hay una especie de virtud.

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Khalil Gibran  

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