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El auto-sabotaje comprende todas aquellas acciones que realizamos para entorpecer o anular nuestros objetivos. Estos objetivos frustrados son precisamente los que nos permitirían alcanzar logros importantes en nuestras vidas y rozar el éxito. Las formas más comunes de auto-sabotaje involucran conductas como la indecisión, la postergación, las adicciones de cualquier tipo, dormir poco o comer en exceso.
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De otro lado, las personas también se auto-sabotean cuando niegan sus sentimientos, se comparan con otros para sentirse inferiores o establecen relaciones que los derriban emocionalmente. En muchos casos, este comportamiento parte de ignorar lo que uno quiere y lo que uno necesita.
Hay personas que se someten a dietas exigentes para bajar de peso y gozar de una buena salud, e incluso las acompañan con una serie de ejercicios físicos. Sin embargo, al terminar el día se auto-sabotean consumiendo cualquier cantidad de comida chatarra y muchas veces en exceso, con cualquier tipo de excusa. El resultado final es que mandan al traste todo el esfuerzo desplegado durante la jornada.
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En otros casos, nos preparamos a conciencia para optar a un ascenso laboral, porque consideramos seriamente la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida o porque tenemos inquietud por enfrentar retos mayores. Sin embargo, a la hora de concretar el deseo por el que tanto hemos trabajado sobreviene el auto-sabotaje.
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Un estado de indecisión y de angustia nos asalta y hace que desistamos de la idea inicial y continuemos igual que antes: las dudas de si estamos preparados o no, de si seremos capaces o no nos terminan dejando en el sitio en el que estábamos al principio, sin más responsables de nuestra estaticidad que nosotros mismos.
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Origen del auto-sabotaje
Cuando nos proponemos alcanzar una meta y saboteamos nuestro progreso, nuestra auto estima se ve seriamente comprometida. En el fondo lo que se impone es un miedo que tiene un origen inconsciente. Es seguramente el resultado de una experiencia negativa adquirida durante la niñez, que aún no hemos logrado clarificar y, mucho menos, resolver.
Muchos de estos patrones de conducta se originaron durante la niñez. Probablemente están asociados con el tipo de relación que establecimos con nuestro progenitor de sexo opuesto. Es decir, de la niña con su padre, o del niño con su madre. Nos convertimos en el centro de atención de nuestro progenitor del sexo opuesto, mientras nuestro otro progenitor era desplazado.
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De esta fantasía, que se asume como real, se desprenden dos consecuencias reales. La primera es que no podemos ser la pareja de nuestro progenitor, pese a que haya un fuerte deseo inconsciente de serlo. Y la segunda, que se genera un estado de culpa insostenible, porque hemos desplazado del plano afectivo a nuestro progenitor del mismo sexo. Sea de un lado o del otro, si participamos en esta dinámica desde pequeños cargaremos con una peso que no existe, pero que sí tendrá efectos en la realidad actuando como un poderoso lastre.
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¿Cómo evitar el auto-sabotaje?
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Lo primero es ser conscientes de que nos estamos saboteando. Esto no es tan fácil como parece, porque recordemos que se trata de un comportamiento inconsciente. El fracaso inicialmente nos genera culpa y frustración. Tenemos la tendencia a ser implacables con las evaluaciones que hacemos de nosotros y de nuestros resultados. Por eso resultaría positivo ser flexibles y tratar de identificar con mayor precisión lo que nos induce al fracaso.
Nos falta identificar con claridad el problema. Convencernos de que realmente somos buenos en algo y merecedores de ese algo que mejoraría significativamente nuestras vidas. Aunque nos preocupa fracasar, pareciera que todos nuestros esfuerzos se encaminan a que se produzca es to que no queremos.
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Cabe agregar, aunque resulte paradójico, que las personas que fracasan después de triunfar. Así, el logro inicial genera sentimientos de satisfacción y placer momentáneos. Sin embargo, luego se transforman en estados de angustia y, en algunos casos, llegan a somatizarse. Esta situación desaparece cuando logran destruir los logros que con tanto esfuerzo consiguieron.
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Puntos clave para no sabotearnos
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Es importante reconocer lo que queremos en nuestra vida, por eso es bueno establecer objetivos específicos. No hay nada de malo por permitirnos soñar a lo grande y superar nuestros miedos, sabiendo que nada nos protegerá de las decepciones. Cada reto constituye una experiencia nueva y un riesgo calculado que hay que correr para ganar en confianza, para alcanzar nuestros propósitos.
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Resulta clave rumiar menos las ideas y actuar más. De ahí la importancia de un dialogo interno y reflexivo que aleje de nosotros los pensamientos catastróficos. La idea es liberarnos de todos esos lastres que nos frenan en el propósito de conseguir nuestras metas, de hacer realidad todos nuestros sueños.
Finalmente, hagamos ejercicios de honestidad con nosotros mismos. Somos muy hábiles a la hora de auto-engañarnos y culpar a otros o buscar excusas cuando no conseguimos alcanzar lo que nos propusimos. Por esta razón es bueno apropiarnos, gobernar nuestra vida y asumir la responsabilidad que implica cada una de nuestras decisiones.