El sexto sentido es la capacidad natural del ser humano por intuir. Hablamos de esa voz interior que nos llega desde la lucidez de esas corazonadas a las que no todos dan validez. Sin embargo, las ideas “sentidas” tienen, a veces, mucho más valor que las ideas “pensadas”, porque son el reflejo de nuestro auténtico ser.
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Ahora bien, pero…¿podemos fiarnos realmente de nuestro sexto sentido? La respuesta es sencilla: hay que darle el valor que merece. Porque no estamos hablando en absoluto de “percepciones extrasensoriales” ni de “precognición”. Las intuiciones son ideas que nos regala el cerebro casi sin saber cómo. El sexto sentido, en realidad, es una delicada búsqueda por nuestros océanos inconscientes para hallar una respuesta adecuada en un instante de necesidad.
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A veces, al conocer a una persona, hay una voz interna que nos indica que no es de fiar. Cuando hemos de tomar una decisión sobre algo, aún después de meditarla, elegimos la opción que habíamos sentido desde el principio. El sexto sentido siempre está ahí, presente pero oculto. Discreto pero guiando, modelando muchas de nuestras reacciones, de los caminos que tomamos en la vida.
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Lejos de ver esta dimensión como algo poco fiable, vale la pena tener en cuenta la trascendencia que está tomando a día de hoy. Disponer de una buena inteligencia intuitiva es permitirnos profundizar más en nosotros mismos para adaptarnos mucho mejor a nuestro entorno. De este modo, seremos más eficaces en nuestros trabajos y más felices en nuestras relaciones. Te explicamos por qué.
El sexto sentido y su privilegiado “rincón” en el cerebro
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Sabemos que el cerebro funciona en base a datos y a informaciones que conecta entre sí. Ahora bien, nuestro cerebro no lo sabe todo, y muchas veces, está obligado a improvisar. De hecho, lo hace gran parte del tiempo. Lo hace en base a nuestras experiencias, a todo lo que hemos visto, sentido e interpretado para, de este modo, gestar una intuición.
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No obstante, hay que tenerlo claro: el sexto sentido es un fabuloso sistema de supervivencia. Es, por decirlo de algún modo, como un “sistema de alarma”. Cuando algo no va bien o cuando necesitamos reaccionar de un modo rápido y efectivo, se activa este fascinante circuito interior. Esta brújula. Gracias a esos “regalos” en forma de corazonadas conseguimos ajustar el rumbo de nuestro comportamiento para poner en marcha una respuesta más efectiva.
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En los últimos años este tema ha suscitado un gran interés. Hasta el punto de que conocemos ya la región exacta en la que se desarrolla el sexto sentido. Científicos de la “Washington University de St. Louis“, nos explican que se ubica en la corteza cingulada anterior del cerebro, una región situada estratégicamente entre los dos hemisferios. Es más, según los expertos esta área se conectaría con nuestra “mente inconsciente” para advertirnos de ciertos peligros.
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Es sin duda un aspecto fascinante.
La sensibilidad, el vestido más elegante de la inteligencia
Características de las personas con sexto sentido
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En 1930, cuando un periodista le preguntó a Albert Einstein sobre si creía verdaderamente en su teoría sobre la relatividad, éste respondió que “la única cosa realmente valiosa es la intuición”. Tenía plena seguridad de que sus estudios eran ciertos, lo “intuía”.
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Einstein, su personalidad y esa confianza auténtica en su trabajo es un gran ejemplo del sexto sentido. A veces, no necesitamos ver y tocar una cosa para creer en ella. Nadie nos tiene demostrar, por ejemplo, que el camino que tomamos es el acertado si así lo sentimos. Tampoco hemos consultar una biblioteca entera para saber que amamos y que somos amados. Nos lo dice el corazón. Nos lo dice la intuición.
Rasgos que definen a las personas con un sexto sentido
Hemos de saber en primer lugar que el sexto sentido puede entrenarse y trabajarse día a día. De hecho, contamos con libros tan interesantes como “Educar la intuición: desarrollo del sexto sentido” de Robin Hogarth o de “La inteligencia intuitiva” de Malcolm Gladwell.
Asimismo, estos autores nos indican que es común desarrollar un auténtico sexto sentido entre los 40 y los 50 años. Es una época de mayor crecimiento interior, un despertar a nuestras emociones y auténticas necesidades. No obstante, podemos resumir los rasgos generales de las personas con mayor intuición a través de estas características:
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- Escuchan su voz interior.
- Se conectan con su soledad de forma frecuente. Se deleitan de estos instantes.
- Son personas muy creativas.
- También suelen ser muy analíticas.
- Son también personalidades muy observadoras que practican la atención plena.
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- Escuchan a sus cuerpos con una finalidad muy concreta: para aprender a sintonizar su cuerpo y prestar así más atención a sus “corazonadas”.
- Toman en cuenta sus sueños.
- No les agradan las reglas.
- Asumen riesgos.
- Cometen muchos errores y aprenden de ellos.
- Son independientes.
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Asumir una perspectiva vital basada en estas estrategias nos llevará sin duda por caminos más liberadores, más satisfactorios. Porque al fin y al cabo el intelecto siempre tiene la razón, pero la intuición rara vez se equivoca.
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