.ENVIADO POR ROBERTO
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La generosidad nos hace bien. Dar puede ser enormemente gratificante. De hecho, numerosos estudios han demostrado que las personas que participan en actividades de voluntariado no solo reportan una mayor satisfacción con sus vidas sino que también viven más años.
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Sin embargo, también tenemos derecho a recibir. Dar continuamente, sin recibir nada a cambio, puede ser agotador y desgastante. Si tenemos la sensación de que estamos dando mucho y no recibimos nada, terminaremos desencantados. La falta de reciprocidad alimenta un círculo negativo.
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Asegúrate de que las personas significativas te corresponden
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La felicidad no se limita simplemente a dar. Es cierto que en el acto desinteresado de ayudar a los demás podemos encontrar una enorme satisfacción. No obstante, toda persona tiene necesidades emocionales que deben ser satisfechas, una de las más importantes es la necesidad de recibir amor y comprensión. Por eso, no podemos limitarnos a dar y dar, también debemos asegurarnos de recibir.
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Por supuesto, no se trata de asumir una actitud egoísta según la cual, debemos limitarnos a dar solo a quien tenga algo que entregar. La idea de dar para recibir algo a cambio borra de un plumazo todos los beneficios que entraña la acción de ayudar a los demás y entregar desinteresadamente.
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Se trata de asegurarnos de que las personas significativas para nosotros compensan de alguna manera nuestra entrega, ya que de lo contrario terminaremos adoptando una postura servil, nos dedicaremos a satisfacer las necesidades emocionales de los demás a costa de desatender las nuestras. A la larga, desarrollaremos una relación dañina, que nosotros mismos hemos contribuido a construir.
Se trata de asegurarnos de que las personas significativas para nosotros compensan de alguna manera nuestra entrega, ya que de lo contrario terminaremos adoptando una postura servil, nos dedicaremos a satisfacer las necesidades emocionales de los demás a costa de desatender las nuestras. A la larga, desarrollaremos una relación dañina, que nosotros mismos hemos contribuido a construir.
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En una relación de pareja, por ejemplo, cuando solo uno de sus miembros da y no recibe nada a cambio, terminará desilusionándose y descargará toda esa frustración en los demás o sobre sí mismo. En ese caso se instaura una relación tóxica en la cual la persona no logra satisfacer sus necesidades emocionales y, por lo tanto, terminará afectándose su equilibrio psicológico y su salud.
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¿Cómo saber si estás dando demasiado?
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- Te sientes agotado emocionalmente, lo cual se debe a que esa persona a la que le estás entregando una parte de ti está chupando, literalmente, tu energía.
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- Te sientes desencantado, ya que dar sin recibir termina aniquilando la esperanza, por lo que es comprensible que la desilusión encuentre terreno fértil dentro de ti.
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- Te sientes vacío ya que la entrega sistemática puede terminar secando tus sentimientos, sobre todo cuando estos tropiezan continuamente contra la roca de la indiferencia.
- Te sientes vacío ya que la entrega sistemática puede terminar secando tus sentimientos, sobre todo cuando estos tropiezan continuamente contra la roca de la indiferencia.
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- Te sientes insatisfecho, lo cual es perfectamente comprensible ya que probablemente estás anteponiendo las necesidades de los demás a las tuyas.
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- Te sientes menospreciado ya que esa otra persona no reconoce tu esfuerzo y entrega, ni tiene detalles que te hagan sentir bien.
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¿Das, recibes o pides?
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El problema de dar demasiado, sin recibir nada, es que las personas que están a tu alrededor se acostumbran a mantener este tipo de relación y es probable que demanden cada vez más, adoptando una postura egoísta.
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Cuando se establecen este tipo de relaciones, la persona que recibe puede empezar a se sentirse muy cómoda en su rol, por lo que es probable que se convierta en alguien demandante, que cree tener derechos sobre ti. Al final, lo que dabas por placer, se convierte en una obligación. En ese preciso momento se terminan los beneficios de dar.
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De hecho, en las relaciones existen diferentes roles vinculados al proceso de dar y recibir:
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- Donantes. Son aquellas personas que siempre están dispuestas a dar, sin pedir nada a cambio. Estas personas se quitan el derecho a ser felices para complacer a los otros. En muchos casos se trata de padres abnegados, de hijos entregados o de parejas sacrificadas.
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- Receptores. Se trata de personas que están acostumbradas a recibir, sin dar nada a cambio. Esta actitud suele provenir de la infancia pero más tarde se perpetúa en las relaciones de pareja y con los amigos. Estas personas son altamente demandantes, pueden adoptar posturas narcisistas o, al contrario, pasar por víctimas eternas.
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- Equilibradores. Son personas que intentan encontrar un equilibrio entre el dar y el recibir en sus relaciones interpersonales. Casi siempre se comportan de manera sensible y respetuosa ya que buscan satisfacer sus necesidades emocionales y, a la vez, las de los demás.
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Por último, también encontramos a los “falsos donantes”. Se trata de personas que aparentan ser generosas y entregadas pero en realidad solo dan para obtener algo a cambio y no dudan en reclamar cada uno de sus favores. Para estas personas, las relaciones interpersonales son intercambios en los que siempre tienen que ganar algo a cambio.
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Ser conscientes de lo que merecemos
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Las relaciones interpersonales son complicadas y es difícil hallar un equilibrio. En la mayoría de las relaciones siempre hay una persona que quiere más, que está dispuesta a sacrificarse más y que da más. Obviamente, tampoco se trata de buscar un estricto quid pro quo que convierta la relación en un intercambio comercial, pero debemos tener en cuenta que el corazón necesita recompensas.
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No se trata de reclamar favores ni de pedir un premio por el esfuerzo o el tiempo dedicado, pero es importante que esa persona a quien muchas veces priorizamos por delante de nuestras propias necesidades sea capaz de reconocer nuestra entrega y, llegado el momento, esté dispuesta a ser recíproca.
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Es importante que seamos conscientes de que merecemos atención, comprensión, respeto, apoyo y amor. En toda relación íntima estas necesidades básicas deben estar satisfechas, de lo contrario terminaremos sufriendo, y mucho.
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Podemos contribuir a hacer felices a las personas que amamos sin vernos obligados a pagar con nuestra propia felicidad. No vale la pena mover mares y montañas por una persona que no está dispuesta a mover un solo dedo por nosotros. Y no es una cuestión de egoísmo sino de amor propio y supervivencia emocional.
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