LAS BUSQUEDAS: Los objetivos perseguidos. Por Hugo Betancur

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LAS  BUSQUEDAS: Los objetivos perseguidos.

Por Hugo Betancur

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En algunos momentos de nuestras existencias establecemos objetivos que ansiamos alcanzar -o que consideramos convenientes o adecuados. Deberán darnos satisfacción, notoriedad y un convencimiento  personal de superación; nos permitirán acceder a una posición representativa en que seamos reconocidos socialmente como  exitosos o triunfadores. De alguna manera deberán darnos felicidad o algo equivalente.   

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Sin embargo, todos nuestros objetivos son proyecciones subjetivas: no retratan a nosotros mismos y  revelan rasgos de nuestras personalidades en evolución.

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Esas búsquedas son variadas. Las referimos a cosas materiales, a personas con ciertos atributos físicos y psicológicos, a profesiones y experiencias mundanas. Fijamos nuestras mentes en esos objetivos de búsqueda y los hacemos prioritarios. Tal vez lleguemos a comportarnos como obsesivos rastreadores de la senda y las estrategias que nos propicien encontrar nuestro Reino Dorado exclusivo donde logremos realizar esas fantasías y sueños.

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¿Es posible eso? ¿Qué requisitos debemos cumplir para acceder a esas conquistas?  ¿Podemos encontrar los servidores que favorezcan oportunamente nuestros propósitos y nos allanen el trayecto hacia nuestras metas?

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Las ilusiones son ilusiones. Pertenecen al mundo de Utopía donde todo parece suceder sin que debamos aportar una retribución a cambio del trofeo perseguido: allí cada soñador parece vivir su sueño particular sin ser afectado ni obstaculizado por otros –no requiere acciones ni esfuerzos para conseguir sus quimeras y parece volar ilimitado en las alas de su imaginación.

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En el mundo en que representamos nuestras historias y personajes, también las ilusiones son ilusiones y su característica mayor es que no son posibles. Aquí no somos magos con túnicas esplendorosas y leves varitas que conforman prodigios al ser ondeadas en el aire. Sólo somos seres humanos interactuando y tratando de consolidar las realidades posibles según nuestras condiciones y nuestra visión –estrictamente subjetivas y limitadas. Tenemos acceso a lo que nos corresponde y no a aquello que nos sobrepasa; obtenemos lo que merecemos, nada más, y cosechamos solo lo que hemos sembrado en nuestras acciones pasadas, no lo que pretendemos.

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Las búsquedas son proyectos mentales establecidos de antemano. Cada buscador dirige su mirada hacia objetivos restringidos y parece ignorar otras perspectivas posibles, lo que lo vuelve algo fanático y obsesionado.

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Lo buscado puede adquirir preminencia a medida que transcurre el tiempo, lo que se convierte en un yugo mental para el buscador; o puede perder trascendencia y diluirse, lo que tal vez signifique una liberación. Nos imaginamos en consecuencia que el sistema mental es cerrado o que es abierto según los comportamientos expresados.

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Una mente cerrada se torna autorreferente y avasallante, rutinaria, reactiva y conflictiva. Está ocupada en búsquedas obstinadas y rígidas.

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Una mente abierta se torna receptiva, cooperadora, cambiante. Esta dispuesta a descubrir –hacer evidente lo que estaba velado- y también dispuesta a transformar la existencia a partir de los hallazgos logrados.

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Nuestra satisfacción y el estado de felicidad que podamos alcanzar nos revelan que tan acertadas han sido las acciones realizadas y que tan ecuánimes han sido las relaciones que experimentamos en nuestra jornada.

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Hugo Betancur (Colombia)

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No llamemos amor a aquello que no lo es;
ni llamemos realidad

a los deseos caprichosos de nuestras mentes,
a lo que solo es un espejismo
conformado ambiciosamente

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por nuestros infantiles egos egos.

Las condiciones del amor

-si es que puede tenerlas-,

son el respeto, 

el entendimiento sobre el libre albedrío de cada uno,

la decisión de comprender y fluir en armonía

(como un río que avanza en su cauce 

y no es represado).

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Una semilla estéril
no tiene condiciones para germinar
y no podrá crecer

.

para convertirse alguna vez
en un árbol vigoroso
que pueda reverdecer y dar sus frutos,
estación tras estación.

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Hugo Betancur (Colombia)

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