Cuando uno deja de proyectar, uno deja de culpar o de enojarse con lo que son o hacen los demás. En el fondo nadie nos hace nada, y esto lo digo así en el sentido de que todo el tiempo somos nosotros los que elegimos como vivir una situación.
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Nuestra interpretación es la que justifica nuestro propio conflicto o drama. Son nuestras ideas las que nos redimen o crucifican. No se pretende negar que existan situaciones que nos afectan, pero tampoco se trata de seguir reaccionando de una manera que nos haga más daño.
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Cuando una situación no cambia es porque nosotros no cambiamos nuestro enfoque sobre esa situación, y esto es así porque somos parte del problema. Lo que te choca te checa. El problema comienza con algún tipo de necesidad que producirá ciertas expectativas.
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Cuando no se cumplen surge el estrés. Nuestras necesidades nos impiden ver y aceptar las cosas como son. Una necesidad surge de una idea falsa que se tiene sobre uno mismo. La necesidad te hace creer que en cuanto consigas algo o las cosas cambien podrás estar bien.
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¿Y en qué consiste estar bien?_ ¿En hacer todo que piensas que te resulta necesario para obtener lo que necesitas? _ No es así, lo que tú buscas por medio de las necesidades que te has inventado tiene que ver con sentirte bien contigo mismo. Para lograr este fin recurres al control y la posesión, sino lo consigues te llenas de temor e irritación, preocupación y ansiedad.
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Sin embargo tu conflicto no tiene que ver con lo que pasa por fuera, sino con aquello que sucede dentro de ti. Tu necesidad por sentirte bien tiene que ver con que tu vida tenga algún sentido. Una manera de lograrlo es que alguien te quiera o las cosas te salgan como lo esperas. Cuando esto no sucede surge la tensión, es un círculo vicioso del que difícilmente podrás salir en tanto sigas entendiendo el sentido de tu vida de la manera equivocada.
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© Ari Shemoth / Coach Ontológico & Terapeuta
Soporte, Guía y Sanación para tu Vida.
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