ANTHONY DE MELLO. NO TE ATES

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¿Qué hace falta para  despertarse? No hace falta esfuerzo ni juventud ni dis­currir mucho.  Sólo hace falta una cosa, la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. Es la  capa­cidad de movernos fuera de los esque­mas que tenemos. Ser capaz de  saltar sobre los esquemas y mirar con ojos nuevos la realidad que no  cambia.
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El que piensa como marxista, no  piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como  musulmán, no piensa... y el que piensa como católico, tampoco piensa.  Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo en tanto y en  cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y  pensado por una idea.
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El profeta no se deja lle­var por ninguna  ideología, y por ello es tan mal recibido. El profeta es el pionero, que se atreve a elevarse por encima de los esquemas, abriendo camino. La Buena Nueva fue rechazada por­que no querían la liberación personal,  sino un caudillo que los guiase. Tememos el riesgo de volar por  noso­tros mismos. Tenemos miedo a la li­bertad, a la soledad, y  preferimos ser esclavos de unos esquemas. Nos ata­mos voluntariamente,  llenándonos de pesadas cadenas, y luego nos queja­mos de no ser libres.  ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo eres cons­ciente de tus cadenas?
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Las mujeres se atan a sus  maridos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres, a sus negocios. Todos  nos atamos a los deseos y nuestro argumento y justifi­cación es el amor. ¿Qué amor? La rea­lidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con  un amor adulterado y raquítico que sólo abarca el yo, el ego. Ni  siquiera somos capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad.  Entonces, ¿cómo vamos a saber amar a los demás, aunque sean nuestros  es­posos o nuestros hijos? Nos hemos acostumbrado a la cárcel de lo  viejo y preferimos dormir para no descubrir la libertad que supone lo  nuevo.   Lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad.  
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No confundas los sueños Vosotros estáis dormidos porque, si no, ya no necesitarías venir a este cur­so.  Si ya lo vierais todo con ojos nue­vos, ya no necesitaríais venir a  desper­taros. Pero, si sois capaces de recono­ceros dormidos, ser  conscientes de que no estáis despiertos, ya es un paso. Pues lo peor y  más peligroso del que duer­me es creer que está despierto y con­fundir  sus sueños con la realidad. Lo primero que necesitáis para despertar, es saber que estáis durmiendo y estáis soñando.
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La religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida pue­de hacer mucho daño. Y lo  podemos ver muy claramente por la historia de una religión que, en el  nombre de Dios, cometió tantas barbaridades creyendo que hacía el bien.  Si no sabes emplear la religión en esencia, en libertad, sin fanatismos  ni ideologías de un color u otro, puedes hacer mucho daño y, de hecho,  se sigue haciendo.
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Para despertar hay que estar  dispues­to a escucharlo todo, más allá de los cartelitos de buenos y  malos, con receptividad, que no quiere decir credu­lidad. Hay que  cuestionarlo todo, aten­tos a descubrir las verdades que puede haber,  separándolas de las que no lo son.
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Si nos identificamos con las teo­rías sin cuestionarlas con la razón -y sobre todo con la vida- y nos las  tra­gamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos. No has  sabi­do asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios. Hay que ver las ver­dades, analizarlas y ponerlas a prueba, una vez  cuestionadas. "Haced lo que os digo", dice Jesús. Pero no podremos  hacerlo si antes no nos transformamos en el hombre nue­vo, despierto,  libre, que ya puede amar.
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"Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas -dice Pablo­, ¿de qué me serviría si no amo?"  Este modo de ver de Pablo se consigue vi­viendo, y este modo de ser nace de es­tar despierto, disponible y sin engaños.
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Cuando la relación entre amigos  no funciona lo bien que tú quisieras, pue­des aliviarla. Puedes pararte y comen­zar una tregua, pero si no has puesto al aire las premisas que  están debajo, el problema sigue en pie, y seguirá gene­rando  sentimientos negativos.


 
El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada.
Si queres conocer la verdad no des ninguna opinión. Ni a favor ni en contra. Porque la lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente....
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