Con la edad Alejandro Jodorowsky (o Jodo, como le dicen internacionalmente de cariño) ha llegado a una zona dulce en la que, si bien ya no tiene la misma capacidad de provocar y subvertir, se ha configurado como un líder espiritual que se distingue por su sinceridad y mantiene su creatividad. Jodo sigue dando de que hablar a sus 87 años y aparece en todos lados, con notable lucidez, regresando a lo esencial --aunque algunos lo critican por mayormente dedicarse a lo que consideran literatura y consejería superacional, esto no parece importarle mucho.
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Su vida y obra son el objeto de un nuevo libro en inglés, Sacred Trickery and the Way of Kindness: The Radical Wisdom of Jodo, en el que se presenta como una especie de bodhisattva-payaso-chamán y donde expone su última gran idea: la compasión y la generosidad como caminos de conocimiento. Entre trickster y meloso abuelo, Jodo cuenta sobre sus amigos, hijos y conocidos (entre ellos algunos chamanes y el trickster por antonomasia: Carlos Castaneda, a quien conoció también en un ligero "lío de faldas").
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Reality Sandwich ha publicado algunos fragmentos de este libro de entrevistas, de los cuales traducimos un par de párrafos, particularmente donde Jodo expone cómo la muerte fue el gran acicate que tuvo hacia la espiritualidad, probando tener estirpe de filósofo, siguiendo el ejemplo de Sócrates, quien consideró que la filosofía era esencialmente un entrenamiento para la muerte.
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En esos momentos me hice las preguntas que todos se hacen: ¿Por qué debo morir? ¿Existe Dios? Cuando tenía 18 la conciencia de mi muerte me azotó como un martillo en la cabeza. No lo había asimilado hasta entonces. Salí corriendo por las calles, llorando que no quería morir. Desde ese momento necesite aplacar mi pavor.
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Este fue el germen de una larga búsqueda --de un seducir y dejarse seducir-- en la que Jodorowsky experimentó con todo tipo de técnicas para liberar su propia mente y acercarse a lo sagrado. La influencia atea y represiva de su padre se tornó en una orgía místicoartística.
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¡Quería existir! Por otro lado no creía en ello, debido a como fui criado. Nunca pensé que arribaría a la fe. Por otro lado, estaba desesperado por encontrarme con lo divino. Vivía en constante miedo a la muerte. Todo mi ser se revolcaba ante el prospecto de mi fallecimiento. Buscaba una respuesta pero no la encontraba. Debo mencionar que durante esa época, a principios de los 50, no sabía nada del misticismo oriental o del zen.
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¿Sabes que el místico hindú Ramana Maharshi logró la iluminación después de sentir un miedo terrible mientras pensaba en la muerte?
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¡Ah, claro! Recuerdo mi primer ataque por el miedo a la muerte, después de una noche de fiesta en Chile. Creo que tenía 19 años. Nuestra casa ardió; sólo mi habitación se salvó. Así que mis amigos y yo hicimos una fiesta, celebrando el incendio. Yo usé un abrigo de flamas, disfrazado de fuego. Como a las 3 o 4 de la mañana, todos borrachos, acabamos en el mercado, comiendo queso. Estaba nadando de felicidad. Y de súbito me di cuenta que todos mis amigos morirían, que toda la ciudad moriría, la Tierra entera y las estrellas morirían... nada se podría salvar, y menos yo. Fue una suerte de iluminación negativa. Súbitamente sobrio, vi cómo la ciudad estaba bañada en angustia, cómo las persona a mi alrededor eran víctimas de este miedo, sin poder enfrentarlo. Desde ese día tuve que entrar con acto con la divinidad para pacificar mi terror.
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Guardando la proporción, viene a la mente el "Sermón del fuego", en el cual Buda Shakyamuni habla sobre cómo el mundo está siendo consumido en este mismo instante por un fuego insaciable:
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El ojo está ardiendo, las formas están ardiendo, la conciencia del ojo está ardiendo, el contacto del ojo está ardiendo; también toda sensación placentera o penosa, y la que no es ni placentera ni penosa que depende del ojo como su condición indispensable, está ardiendo. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la codicia, con el fuego de la animadversión, con el fuego de la falsa ilusión; ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con las penas, lamentaciones, dolores, con la angustia y desesperación.
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Es la conciencia de saberse en una casa mortalmente incendiada lo que hizo que el Buda buscara infatigablemente una salida a esta rueda. La muerte en Jodorowsky, y en todos nosotros, puede ser ese fuego que muestra un destino inescapable y que por ello, en el deseo de libertad (el único deseo puro), nos motiva, nos alimenta con gran fuerza para encontrar lo que en el budismo se conoce como la "nave de la doctrina", una forma de salir de la casa que se derrumba permanentemente. Conciencia de la muerte que es también conciencia de la impermanencia y sed de conocimiento. El "mysterum tremendum": sólo lo terrorífico, lo que nos sacude profundamente, puede propiciar una transformación; y acaso ese es el significado de la muerte: transformación en sí misma, y voz misteriosa que llama a transformarse.
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