Cortar vínculos de dependencia
Cuando el maestro se hizo viejo y enfermó, los discípulos no dejaban de suplicarle que no muriera.
El maestro les dijo:
- Si yo no me voy, ¿cómo podréis llegar a ver?
- ¿Y qué es lo que no vemos mientras tú estás con nosotros? – preguntaron ellos.
Pero el maestro no dijo ni una palabra.
Cuando se acercaba el momento de su muerte, los discípulos le preguntaron:
- ¿Qué es lo que vamos a ver cuando tú te hayas ido?
Y el maestro, con una pícara mirada en los ojos, respondió:
- Todo lo que he hecho ha sido sentarme a la orilla del río y daros agua.
- Cuando yo me haya ido, confio en que sepáis ver el río.
Fuente: un cuento de Anthony de Mello del libro “Aplícate el Cuento” de Jaume Soler y M. Mercè Conangla
Fotografía Flickr “Río”: EfraCustomPhotos
Rumores
El discípulo no podía reprimir las ganas que tenía de contarle al Maestro el rumor que había oído en el mercado.
- Aguarda un minuto, dijo el Maestro.
- Lo que piensas contarnos ¿es verdad?
- No lo creo.
- ¿Es útil?
- No, no lo es.
- ¿Es divertido?
- No.
- Entonces, ¿por qué tenemos que oírlo?
Fuente:
¿Quién
puede hacer que amanezca? de Anthony de Mello
Crecer a tu ritmo
El Maestro siempre permitía que cada cual creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió “presionar” a nadie. Y él mismo lo explicaba con la siguiente parábola.
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Una vez, al observar un hombre como una mariposa
luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud
para su gusto, trató de ayudarla soplando delicadamente.
Y en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso.
Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa,
sino una criatura con las alas destrozadas.
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Cuando se trata de crecer, concluyó el Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo.
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Fuente: ¿Quién puede hacer que amanezca? de Anthony de Mello
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Mala suerte
Caminando por la selva se topa con un león dormido.
Poniéndose de rodillas ante él, murmura:
- Por favor, no me comas.
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La bestia sigue roncando. Esta vez grita:
- ¡Por favor, no me comaaas!
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El animal no se da por enterado. Temblando, abre las mandíbulas y acerca su cara a los colmillos para
volver a gritar el ruego. Inútil. La fiera no despierta.
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Histérico, comienza a darle patadas en el trasero:
- ¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!.
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El león despierta, salta sobre él y, furioso, comienza a devorarlo. El hombre se queja:
- ¡Qué mala suerte tengo!.
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Microcuento Alejandro Jodorowsky / Fotografía Flickr “León”: bzd1
El Reflejo
Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
- ¡Oh! – les respondió el río – aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
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- ¡Oh! – prosiguieron las flores de los campos –
- ¿Cómo no ibas a amar a Narciso?
- Era hermoso.
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- ¿Era hermoso? – preguntó el río.
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- ¿Y quién mejor que tú para saberlo? – dijeron las flores -
- Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza…
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- Si yo lo amaba – respondió el río – es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
Fuente: cuento corto de Oscar Wilde
FUENTE: http://contarcuentos.com
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