Antes que nada, debemos comprender que la meditación es la respiración y alimento de nuestro espíritu. Es el proceso de interiorización por medio del cual y mediante la práctica en ritmo constante nos llevará a formar de ella un hábito, una forma de vida que practicada todos los días, del mismo modo que todos los días consumimos el alimento físico, nutrirá nuestro espíritu y nos permitirá armonizarnos y sintonizarnos con las energías provenientes de los reinos superiores. Su finalidad es llevarnos a superar todo tipo de obstáculos en nuestro camino espiritual y al mismo tiempo volvernos conscientes de nuestro destino inmortal, permitiéndonos llegar con la práctica constante a la comunicación con nuestro maestro interno, con la divinidad misma en cada unos de nosotros. El discípulo que no medita en ritmo constante fallece dentro del sendero espiritual, pues de otra manera solo estaría alimentando su intelecto con la acumulación de conocimientos y carecería de este alimento vital que nutre y fortalece su voluntad y eleva su espíritu. Es necesario tener en cuenta una serie de pasos previos que nos llevaran a una correcta meditación.
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