Una persona inconsciente, se mueve por interés;
interés material, emocional o espiritual.
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El interés es uno de los componentes del egoísmo,
y el egoísmo es, a su vez, ego mismo.
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La persona inconsciente únicamente desea acaparar,
atraer para sí mismo todo propósito que quiere alcanzar
sin intención alguna de compartir con los demás.
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Un ser despierto, en cambio, no se mueve por interés,
sino por amor incondicional.
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Su mayor fuente de felicidad es compartir
lo que se halla en lo más profundo de su interior.
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Aquello que fluye y a lo que no se le puede poner nombre,
aquello que proviene de una dimensión divina y superior,
de una totalidad, de una inagotable fuente de verdad.
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Pues es el ser despierto, el que está realmente conectado
con la esencia más pura y absoluta de la Realidad,
para canalizarla, emanarla y compartirla
con toda la humanidad.
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