ENVIADO POR CARMEN
.“Aprender a hablar con los ángeles es, en realidad, aprender a hablar con nosotros mismos y con nuestros semejantes de un modo nuevo y más profundo”.
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Sí, hablo con ángeles, admirables seres cuyas vidas inspiran y crean todo en la Naturaleza. En otra época y cultura podría haber sido enclaustrada en un convento o una iglesia, o, mucho peor, quemada en una hoguera como una bruja. En esta época y cultura de escepticismo, es casi seguro que tal afirmación sea recibida con descreimiento burlón o considerada como las divagaciones de una soñadora. Siendo una persona práctica y realista, nunca me propuse aprender a hablar con ángeles, ni jamás imaginé que tales contactos podrían resultar posibles o útiles. No obstante, cuando esa comunicación comenzó a producirse, lo hizo de una manera irrefutable.
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La prueba concreta se desarrolló en la huerta de Findhorn, que se transformó en las bases de lo que llegaría a ser la Comunidad de Findhorn. Esta huerta se plantó en arena, en condiciones que ofrecían escasas posibilidades para el crecimiento de otra cosa que no fueran resistentes arbustos y pastos escoceses que requieren poca humedad y alimento. Sin embargo, mediante un contacto telepático con los seres angélicos que supervisan y dirigen el crecimiento vegetal, obtuve instrucciones específicas y asistencia espiritual. La huerta resultante, que incluyó además variedades de plantas tropicales, fue tan asombrosa en su crecimiento y vitalidad, que expertos en suelos y horticultores que la visitaron no fueron capaces de encontrar ninguna explicación dentro de métodos conocidos de producción agrícola orgánica, y finalmente debieron aceptar la interpretación nada ortodoxa de que había mediado ayuda angélica.
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Aprender a hablar con los ángeles es, en realidad, aprender a hablar con nosotros mismos y con nuestros semejantes de un modo nuevo y más profundo. Es aprender a comunicarnos más abiertamente con nuestro universo y a estar más sintonizados con nuestro rol de co-creadores y participantes en su evolución. Las comunicaciones modernas se han desarrollado maravillosamente y con rapidez en el aspecto físico y tecnológico, pero otras formas de comunicación más profundas y sutiles permanecen aún inexploradas. En pro del futuro de nuestro mundo y de nosotros mismos, debemos comenzar ahora por utilizar esas formas más profundas de comunicación. Es por mi propia experiencia de ello que deseo compartir con los demás esos descubrimientos, para que también puedan establecer esa comunicación que es, en realidad, una comunión con la esencia, con la alegría y con el poder de la vida.
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Hacerlo no requiere técnica alguna. Carezco de métodos fáciles para enseñarles a hablar con los ángeles, o con su yo más profundo, en diez lecciones o en dos fines de semana. En culturas industriales la gente parece esperar y desear resultados instantáneos, pero la verdadera comunicación surge de nuestro propio ser y de la totalidad de nuestra vida. Es algo en que nos transformamos en el transcurso de nuestra existencia y no algo que aprendemos. Lo que realmente comunicamos es aquello que somos, no tanto lo que podemos expresar con palabras. Comunicarse con los ángeles requiere, en verdad, una particular actitud de totalidad hacia la vida, hacia nuestros semejantes y hacia nosotros mismos. No puedo enseñar esto, pero puedo mostrar a través de mi propia vida y mi propia experiencia en qué consiste esta actitud, y cómo se desarrolló y expresó en mí.
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Afirmo que cualquiera de nosotros puede hablar con los ángeles. El hecho de que yo, con mis flaquezas y percepciones meramente humanas, haya aprendido a hacerlo, significa que el camino está abierto a quienquiera que se proponga modificar ortodoxias y explorar su mundo de una manera nueva. Ello requiere una gozosa ampliación de nuestra visión de la realidad, estar dispuestos a abrirnos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, y a un movimiento consciente para abarcar nuestra totalidad.
“Fue la realidad del crecimiento de la huerta la que nos convenció de la existencia de los devas. De esto surgió un nuevo método de horticultura, y una comprensión más profunda de la vida en su totalidad. Aprendíamos los primeros principios de trabajo grupal, la importancia de cooperar no sólo con la Naturaleza sino también entre nosotros.”
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¿Qué son los ángeles?
Obviamente representan un tipo de vida, un tipo de perspectiva del universo y un tipo de dimensión del ser que no está sujeto a comprobación, tal como la entendemos a través de nuestro conocimiento científico y tecnológico. Las culturas primitivas no parecían requerir prueba de la existencia de estos seres y los daban por sentado. Tal vez nuestros antepasados hayan sido simplemente supersticiosos, o tal vez tenían alguna forma de sentir a estos seres y aceptar así su realidad.
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Podría hacer una lista de numerosos hechos interesantes sobre los ángeles que recogí a través de los años, pero tal como expresó Inayat Khan acerca de la reencarnación: “Claro que es un hecho, pero ¿qué importan los hechos?”. Importan solamente si se relacionan con nuestra vida, solamente si podemos aplicarlos. En la interrelación con la huerta, muchos se tornaban vivos. Por ejemplo, los devas decían que lo que nosotros veíamos como un pesado e inerte terrón de tierra, para ellos estaba vivo, dotado de luz y vida. Ese no-hecho, con el tiempo, se transformó después en nuestro hecho fundamental de vida.
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La primera característica de los ángeles de las plantas que se me hizo evidente fue su maravillosa sensación de levedad, en el sentido de estar libres y sin cargas. Tal vez esto no sorprenda en seres que no están encerrados en cuerpos físicos. Por otra parte, son responsables del desarrollo físico de las plantas que, Dios lo sabe, tienen dificultad en mantener su propia fuerza y, al mismo tiempo, de proveer de alimento a la mayoría de las formas de vida.
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La segunda característica que registré fue que estos seres sabían lo que yo estaba pensando. Sí, decía mi orientación interior, ellos viven en una esfera inmediata al conocimiento. Disponen de inmediato de todo cuanto necesitan saber para llevar a cabo su labor. Ellos sabían qué había en mi mente, de modo que no me hacía falta perder el tiempo formulándoles preguntas. La suya no es la selectiva y cultivada sabiduría de la raza humana; es un saber siempre nuevo, una inteligencia pura, que incluye un cierto preconocimiento, tal como conocer las líneas generales de los procesos evolutivos.
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Los devas son inmensamente poderosos. Como reguladores de los sistemas naturales, como agentes de los patrones de la creación, uno podría casi decir que son todopoderosos. A su debido tiempo, cuando los humanos estén preparados, los devas podrán compartir más sobre este asunto, especialmente porque dicen que somos potencialmente ilimitados.
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En cuanto a la forma de los ángeles, no percibí ninguna, si bien en ocasiones he tenido una impresión de color o diseño. Ellos dicen que no están limitados por la forma, que su forma cambia mientras se mueven, participando de las cualidades de los reinos que transitan. Como no son perceptibles por nuestra vista normal, y como cambian y se mueven tanto, refiriéndolos a nuestra noción de forma, resultan amorfos. Creo que hay momentos, cuando desean comunicarse con los humanos, en que adquieren una forma densa con el propósito de que podamos percibirlos… después de todo, la mayoría de nosotros ni pensaría en comunicarse con una impresión en movimiento.
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Aplicando este principio, los espíritus de la Naturaleza más pequeños (es decir, duendes, elfos, hadas) son a veces vistos por los niños vistiendo a la moda tradicional de la Edad Media. Este tipo de vestimenta proviene de aquel período en que algunos humanos estaban aún, por lo general, suficientemente próximos a la Naturaleza como para relacionarse con el mundo de las hadas.
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Los mensajes de los árboles
Entre los cientos de mensajes que recibí del nivel del alma del mundo mineral, del vegetal y del animal, sólo una especie –los árboles- ha hecho un llamado urgente y poderoso. La inteligencia angélica de los árboles ha clamado que la humanidad actúe.
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Desde la perspectiva del mundo angélico, es vital que modifiquemos nuestra actitud sobre el valor y la importancia de los árboles, la piel de la Tierra, la cual requiere un cambio vital. El tiempo, por cierto, ha otorgado autoridad a la urgencia que expresaron. La destrucción de los bosques –tropicales, selváticos y templados- en todo el mundo está poniendo en peligro ahora la vida del planeta mismo.
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Hace mucho que conocemos algunos de los servicios que los árboles prestan al planeta, tales como mantener la cohesión del suelo, equilibrar las napas de agua, absorber el dióxido de carbono, proveer morada a muchas especies. Ahora, comprendemos con mayor precisión, como no lo comprendíamos años atrás, algunas de las derivaciones de esos servicios. La tala de árboles es la causa de muchos de los llamados desastres naturales, como las inundaciones y las sequías. Destruir árboles –los órganos de respiración del planeta- contribuye al efecto invernadero. Aun así, en estos tiempos, los árboles son cercenados, quemados y derribados a razón de unos ocho mil metros cuadrados por segundo.
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También en el nivel mental y en el emocional, los árboles tienen una influencia importante. La naturaleza de su ser produce estabilidad y paz y da incontables lecciones sobre la interconexión de la vida. Tienen un aura propia, sonido y perfume propios. Todas esas cosas nos afectan, y su carencia afecta a nuestro equilibrio y puede obstaculizar el desarrollo de nuestras sensibilidades superiores.
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Posiblemente, todos recordamos la experiencia de habernos recostado contra un árbol sintiendo gradualmente cómo la calma ingresaba en nuestro ser, o de llegar a un bosque sintiéndonos sobrecogidos, humildes y tranquilizados junto a los grandes árboles. Las inteligencias arbóreas me sugirieron una vez que las grandes ciudades se beneficiarían tremendamente si se las rodeara de amplias superficies con árboles, que ofrecieran paz y refugio al panorama urbano, con sonidos y perfumes que permitiesen a los preocupados habitantes de la ciudad recuperar la cordura. Los parques en las ciudades ayudan a esto, pero son “pasteurizados” y, por lo tanto, no proyectan la poderosa libertad de los bosques más naturales.
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A pesar del impacto negativo que nuestros actos ejercen sobre los árboles y su funcionamiento, el espíritu con que ellos nos responden en estos mensajes es vasto y noble. Dicen que nos ven como adolescentes que aprenden de sus errores cómo comportarse y crecer. Ellos siempre reconocen y estimulan nuestro magnífico potencial como seres humanos.
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Los devas nos urgen a actuar, a usar el poder que tenemos los humanos para producir un mejor equilibrio en el planeta. Actuar sobre lo que se sabe de la necesidad de tener árboles implica grandes cambios en nuestros puntos de vista y en la organización de la sociedad, tanto económica como socialmente. Los árboles ven que el poder de la voluntad y de la imaginación humana exceden el de nuestros miedos, y transforman sistemas obsoletos. Sin duda, perciben que, como sea, nuestras políticas miopes en el manejo de los bosques deberán desaparecer tarde o temprano. Pero el momento de cambiar y buscar alternativas es ahora.
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Cuando “escuchamos” interior y exteriormente, entendemos que somos uno con el universo. Quizás los árboles son el aspecto de la naturaleza más conducente a aprender esa verdad. Ellos nos dan sombra, refugio, y se transforman en la carne y los huesos de nuestras casas. Durante nuestro largo pasado, hemos tenido un vínculo estrecho con los árboles y, en la actualidad, pueden ayudarnos en la relación con nuestro verdadero yo. Asegurémosles un futuro.
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Algunos mensajes de los devas de los árboles
“Somos guardianes de la Tierra en muchos aspectos, y los seres humanos deberían ser una parte de lo que cuidamos. No somos cosas activas jóvenes; somos, en cierto modo, como una escuela de filósofos benevolentes, con pureza que no es humana y un gran deseo de servir a la humanidad. Los árboles son vitales para el ser humano y para la vida en este planeta, y algunos de nosotros estamos ansiosos por experimentar este contacto con algunos humanos antes de que otros destruyan lo que hemos construido.
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“El ser humano está ahora transformándose en regulador de los bosques del mundo y está comenzando a darse cuenta de cuán necesarios son esos bosques. Pero cubre hectáreas enteras con especies de crecimiento rápido, seleccionando árboles por razones económicas tontas, sin estar conscientes en absoluto de las necesidades del planeta. Esto demuestra una total ignorancia de la finalidad de los árboles y de su capacidad de canalizar diversas fuerzas. El mundo necesita de nosotros en una escala amplia. Quizás si el ser humano estuviera en armonía con el infinito, como lo estamos nosotros, y estuviera contribuyendo con la parte que le toca, las fuerzas estarían en equilibrio. Pero, en la actualidad, el planeta necesita más que nunca justamente lo que se le niega: la fuerza que proviene de los árboles grandes y majestuosos.
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“Comprende, los árboles son como una membrana protectora para la Tierra y en esa membrana se efectúan cambios necesarios. Nosotros, los devas, somos los centinelas externos de ese cambio, capaces de hacer nuestro trabajo donde otros no podrían. Nos vanagloriamos de ello. Nuestra más elevada alabanza emana como el aroma de una flor, bendice a todos los que vienen y descansan en nuestra aura, en nuestros bosques, aunque los humanos –absortos en sí mismos- no estén conscientes de nuestra presencia. Los árboles, guardianes enraizados de la superficie, que atraemos las fuerzas superiores hacia la Tierra a través del suelo, tenemos una ofrenda especial para el ser humano en esta era de velocidad, apresuramiento y negocios. Somos calma, fuerza, permanencia, alabanza y armonización fina, todo lo cual es sumamente necesario en el mundo. Somos más que eso. Somos expresiones del amor del Creador por su vida abundante, singular e interrelacionada. Tenemos un propósito. No podemos prescindir unos de otros, no importa cuán aislados o autosuficientes estemos en un sentido geográfico. La totalidad de la vida está aquí y ahora, y es nuestro privilegio hacer sonar nuestra nota especial. Ven a nuestro lado siempre que puedas, y eleva tu conciencia.
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“No seamos mezquinos con el futuro. Vastas regiones necesitan de nosotros, y por nosotros quiero significar los grandes árboles en general. Simplemente, no podemos enfatizar esto lo suficiente. Somos la piel de este mundo; elimínennos y todo el planeta, ya incapaz de funcionar, se resecará y morirá. Déjennos ser, y la criatura toda ronroneará de satisfacción; la vida continuará su secuencia natural, tornándose cada vez más consciente de la unidad.
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“El planeta clama por nosotros al unísono; pero el ser humano, dedicado a sus propios asuntos, sigue absorto su camino. Nosotros continuamos iluminando desde arriba, listos para desempeñar nuestro papel como siempre. Hemos sido parte del destino de este mundo desde hace tanto tiempo, tan indispensables al humano, que no podemos concebir la idea de un mundo sin la restitución de los bosques.
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¿Comprendes mejor ahora por qué hemos insistido sobre la necesidad de que haya árboles en la superficie de la Tierra? Los grandes bosques deben florecer y el ser humano debe cuidar de ello si desea continuar viviendo en este planeta. El reconocimiento de esta necesidad debe tornarse parte de su conciencia, tan aceptada como su necesidad de agua para vivir. Él precisa de los árboles de la misma manera que del agua; están interrelacionados. Somos, en verdad, la piel de la Tierra y una piel no sólo cubre y protege, también deja pasar las fuerzas de la vida. Nada podría ser más vital para la vida como un todo que los árboles: árboles y más árboles.
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“Canalizamos un tipo de fuerza que tiene una influencia estabilizadora en la vida. La verdad les habla de construir sus cimientos en rocas, en Dios, que es lo que nosotros hacemos y lo que inconscientemente les recordamos que hagan. El ser humano no se da cuenta de que, entre otras cosas, su ambiente natural está lleno de fuerzas que corresponden a (y, por lo tanto, pueden suscitar) alguna parte de su propia constitución, y que él recibe la influencia del ambiente que lo rodea en muchas formas sutiles. Aquí, también, los grandes árboles tienen un papel poderoso que desempeñar, y ustedes están privados de una parte de sí mismos y de su herencia cuando desnudan la Tierra despojándola de los grandes árboles.”
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Texto de Comunicación con los ángeles y los devas. Deva’s
Comunicación con los ángeles y los devas.
Este libro es la historia del contacto –mientras se hallaba en la comunidad espiritual de Findhorn en Escocia y, luego, cuando hubo regresado a Norteamérica– de la autora con esas esencias creativas o principios creadores vivos dentro de la Naturaleza. Ella los llama “devas”. Son los ángeles que gobiernan el orden natural, trabajando alegre, hábil y sabiamente con la luz de Dios.
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En el dominio de la literatura ocultista hay otros libros acerca de los devas; pero, yo creo que el de Maclean es único. Lo que Maclean presenta es una visión de otro reino de vida igual al nuestro, pleno de sabiduría y poder, pero que no es totalmente sabio o todopoderoso; en realidad, procuran mezclarse con la humanidad, aceptando que hay aspectos en los que somos más hábiles, más sabios, más poderosos que ellos.
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Ellos son impresionantes, si bien accesibles. Son co-creadores, no instrumentos que uno convoca y usa. Ellos nunca abandonaron “la casa del Padre” ni perdido su conocimiento interior de Dios; nos ofrecen una revitalizada visión de la Divinidad. Pero no han experimentado ni los abismos de vincularse con la materia, ni los dilemas del libre albedrío, ni el agridulce sabor de la individualidad. Tenemos mucho que ofrecerles.
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David Spangler
Dorothy Maclean es una de tres fundadores de la Fundación Findhorn, en Escocia. En 1963, luego de su arribo a Findhorn, se contactó con el reino dévico, quienes le ayudaron a establecer el legendario huerto de Findhorn en las arenosas dunas del norte de Escocia. A partir de 1973 Dorothy recorrió gran parte del mundo dando charlas y conferencias; en 2010 Dorothy se retiró de la vida pública y nuevamente reside en Findhorn.
Comentarios
que bello mensaje y a la vez llamado para cuidar nuestra bella naturaleza,gracias.
Querida Juana, muchas gracias por tu valiosa aportación al artìculo. Un abrazo y mi cariño. Maya