Sanar nuestras relaciones
En estos momentos de crisis, cambio y transformación a nivel mundial es imprescindible soltar, dejar ir aquello que ya no nos sirve, lo que nos dificulta la vida y las relaciones, lo que nos hace sufrir y con lo que hacemos sufrir a nuestros allegados. Son lastres que no nos dejan caminar con ligereza.
Los diferentes maestros han dicho que el sentido de la vida es aprender a AMAR. Aprender a vivir desde el corazón, desde el aquí y ahora, siendo auténticos, honestos, transparentes. Se dice: “No me quieras tanto, quiéreme mejor”. No amamos desde el egocentrismo, el individualismo, el miedo, la codicia, la envidia, la vanidad, es decir desde el ego sino desde la esencia, la honestidad, la vulnerabilidad. Lo que nos genera problemas en las relaciones son la personalidad (el ego) y la sombra. Ahora bien, a Dios gracias como los cantos rodados nos vamos puliendo…
Las relaciones sanas brotan del autoconocimiento y la aceptación de uno mismo. Cuando nos aceptamos, aceptamos a los demás. Cuando nos respetamos, valoramos, apreciamos y somos tolerantes con nosotros mismos podemos serlo con los demás. Autoestima es amar lo que soy a cada momento. Sin embargo, nos cuesta amarnos y aceptarnos como somos, preferimos Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Cuando juzgamos, culpamos, exigimos, criticamos, mantenemos relaciones de dependencia, tratamos de imponernos, tenemos expectativas, somos intolerantes, controlamos, rechazamos… estamos en guerra y sufrimos.
Las personas somos como huevos: la esencia es la yema, la cáscara es la personalidad y la clara es la sombra. Desde la personalidad no podemos percibir la esencia. Hemos de atravesar la sombra para acceder al núcleo del Ser, y para ello es imprescindible la aceptación de contenidos que no son conscientes.
En la infancia nos construimos una personalidad con la que nos identificamos, es como un disfraz protector, una coraza defensiva que no nos deja mostrarnos como realmente somos. “Se el que eres” dijo Jung. ¿Qué somos?
Somos esencia, corazón, amor incondicional. La esencia es nuestra capacidad de sentir, de ser afectuosos, creativos, de entusiasmarnos y soñar. Es nuestra naturaleza original, bondad, vulnerabilidad, ternura, espontaneidad, capacidad de asombro. La esencia es transparencia, receptividad, vivir el aquí y ahora. El Ser resplandeciente y luminoso. Pero se haya oculto tras el disfraz del ego…
Necesitamos contactar el yo verdadero, no impostado, con ese lugar profundo en el interior para percibir al otro en ese mismo lugar. Ese espacio interior que se mantiene inalterable aunque todo lo demás cambie.
Todos tenemos experiencias de la esencia, podemos conectar al niño interior, preguntándonos: ¿Qué es lo que me conecta con la Vida, con lo que disfruto especialmente a solas, lo que me apasiona, con lo que me olvido del tiempo y vuelvo a ser una niño/a?
El ego es un mecanismo de protección y adaptación al mundo, una estrategia de supervivencia en un principio útil pero llega a ser una jaula para el alma. Una estructura de defensas que nos da seguridad pero a la vez limita las experiencias y nos hace sufrir. Es lo que aparento ser, la imagen que quiero dar, no lo que verdaderamente soy. Ser es lo opuesto a aparentar.
Para ello hay que ampliar la personalidad, hacerla flexible y transparente y dejar que el alma la atraviese. Mostramos como somos. Si no… la vida es un baile de máscaras. El eneagrama se basa en las pasiones que nos dominan: ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, miedo, gula, lujuria y pereza. Son disfraces con los que nos identificamos en la infancia al ver que me iba mejor si era llorón, perfecto, simpático, rebelde, responsable, adaptable… y porque en la familia era necesaria esa energía.
Expectativas, posesividad, control, exigencias, apegos, egoísmo, envidia, vanidad, dependencia, reproches, orgullo… son los mecanismos defensivos de la personalidad. La cura para sanar las relaciones es el amor y aceptación incondicional, libertad, confianza, el dar espacio, respeto, límites adecuados, comprensión… en primer lugar a uno mismo y luego a los demás. De ahí la importancia de tomar conciencia y conocernos más profundamente, de pulir la personalidad y hacer consciente e integrar la sombra.
La sombra son las características psicológicas inconscientes, el lado oculto, lo reprimido, negado. Es lo no expresado, lo no manifestado, las potencialidades. Lo que creo que no soy, lo que rechazo de mí y excluyo. Jung dijo que la sombra era “el conjunto de vida no vivida” y que contenía un 90% de oro puro.
Aquello que rechazamos en los demás, lo que nos molesta, lo que nos desagrada, eso que no puedo ver en mí, mis puntos ciegos… pertenece a la sombra. Utilizamos el mecanismo de proyección: lo proyectamos y lo vemos en el otro, lo excluimos. Es un intento de liberarnos, de tirarlo a la basura. Sin embargo, no desaparece y nos genera conflictos. Jung dijo: “Lo que se resiste, persiste”. Vemos la realidad no como es sino como somos…
Las relaciones son un camino de autoconocimiento y crecimiento personal que pasa por reconocer las proyecciones, tener la valentía de ver lo que no nos gusta en el otro y decir “si, esto también es mío”. Al hacer las paces con un aspecto interno deja de molestar en el exterior y podemos dejarlo partir. Superar aversiones, intolerancias, apegos, dependencias, críticas… aceptándolo en uno mismo podemos aceptarlo en el otro.
Aceptación, aprecio, perdón, reconciliación, gratitud. Muchas veces no podemos perdonar al otro pero en el fondo no nos perdonamos a nosotros mismos lo que hemos permitido.
Dejo unas preguntas para reflexionar: ¿Con que me peleo? ¿Qué rechazo? ¿Qué me molesta? ¿Qué es lo que no acepto de mí? ¿Qué me cuesta aceptar en los otros? ¿Que me separa del amor, la aceptación, la paz conmigo y los demás?
Texto original © Ascensión Belart.
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https://ascensionbelart.wordpress.com/2012/10/31/sanar-nuestras-relaciones/
Sobre la autora
Ascensión Belart, psicóloga terapeuta
Nací en Madrid y vine a Mallorca hace más de 25 años en busca del mar. Aquí nacieron mis dos hijos. El sentido de mi vida ha sido conocerme a mi misma. Ahora sé que conocerse es ir más allá del ego o personalidad, es tomar conciencia de nuestra naturaleza original, el sol irradiante de nuestra mente-corazón. Mi perspectiva de la psicología ha ido evolucionando y como la tierra está formada por diferentes estratos: psicología humanista, sistémica, gestalt, fenomenológico-existencial, el eneagrama y la psicología transpersonal. Soy practicante de budismo zen, discípula de Berta Meneses, desde 2000.
Psicóloga terapeuta, especializada en terapia individual y de pareja. Problemas de autoestima, ansiedad, depresión, crisis, separaciones, pérdidas, enfermedad, duelos. Procesos de autoconocimiento y crecimiento personal.
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