QUIEN TE PIDE AYUDA TE ESTÁ AYUDANDO
En mi opinión, cada vez que encontramos alguien que –creemos- necesita de nuestra ayuda estamos asistiendo a un momento especial en que una lección que nos es necesaria nos está siendo ofrecida.
Por supuesto que hay excepciones, pero es bastante general que aparezca ante nosotros alguien que está necesitado de algo cuando somos nosotros, precisamente, los que estamos necesitados de otro algo. Esto es así, en general, ya que en un artículo no se pueden tratar todos los casos individuales y uno por uno.
Hay casos en que uno no tiene clara su actitud y su actuación con respecto a la generosidad, por ejemplo. Y cada vez que alguien le pide dinero –o, aunque no lo esté pidiendo, capta esa necesidad- está teniendo la oportunidad de corregirse y avanzar en ese terreno. O le están haciendo ver lo afortunado que es al estar en su situación y no en la del que pide. O le pueden hacer ver su posición con respecto a los apegos. O le pueden llevar a una meditación profunda con respecto al destino, el futuro, el presente, el amor…o le presentan la oportunidad de revisar la postura de su ego en esos casos, para poder comprobar si se entromete y brilla o si no hay lugar para él.
Si alguien te pide opinión o consejo con respecto a algún tema, presta atención: es muy muy muy posible que lo que le estés diciendo a él es algo que necesitas decirte a ti, es muy muy muy posible que lo que hables con él en realidad lo estés hablando contigo. Es muy muy muy posible que lo que le pasa te tenga que llevar a una reflexión personal interna e intensa. Es posible que te enfrente a algo que no has querido ver antes o que estás aplazando. Si alguien te pide un abrazo te está enseñando a pedir abrazos. Si alguien llora, te da permiso para llorar. Si alguien confía en ti, te está enseñando a confiar.
La presencia en nuestra vida de alguien que necesita algo, lo que sea, casi nunca es inútil o sin sentido. Puede servir para contactar con la generosidad que cada uno lleva incorporada y no siempre manifiesta. Puede servir para mostrar y demostrar la humanidad que nos compone. La Vida Atenta nos enseña constantemente, así que la presencia de alguien que pide nos obliga a una parada y a una reflexión. El otro es mi hermano. El otro es yo. Me presenta la oportunidad de verle y verme. De ponerme en su lugar por el tiempo que desee para volver de nuevo a mí. A mi sitio y mis circunstancias. Pero si he sido capaz de ponerme en su lugar totalmente, sin miedo, abandonando durante ese tiempo esta vida que llevo para ser íntegramente él, sintiendo desde su posición, viendo el mundo con sus ojos y la vida con su corazón, y si lo he integrado bien, el concepto de la vida puede ser distinto después de esa experiencia.
Si alguien necesita nuestra ayuda necesita también nuestro amor. Pedir es un acto que requiere valentía y humildad. O estar en una grave desesperación.
Quien pide necesita –además- nuestra comprensión y nuestro respeto. Quien pide algo conoce y ha conocido el desconsuelo y la desesperación. Es otro yo que ha sufrido y sufre, y eso le hace merecedor de nuestra empatía total, de nuestro apoyo incondicional, de nuestro amor desinteresado, y de un abrazo que no sea sólo simbólico.
Cuando alguien te pida no le des sólo lo que pide: dale más. Date tú.
Comprende esto y verás con agradecimiento a quien te pida ayuda porque en realidad es él quien te ayuda a ti.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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