¡¡QUÉ POCO VALORAMOS A LAS PERSONAS EDUCADAS!!
En mi opinión, a medida que uno se hace mayor se va llenando de los aprendizajes que aporta vivir, y parece que se afina más el discernimiento y uno es capaz de ver y valorar las cosas de otro modo más atinado.
Alguna cosas que en otro momento de la vida pueden ser muy poco valoradas, o pasar desapercibidas, comienzan a tener la preponderancia que se merecen.
Una de esas cosas es la educación en el sentido de “cortesía y urbanidad”. Aprecio cada vez más a las personas que dicen “por favor”, a las que se dignan a decir “gracias”, a quienes son amables y fácilmente sonrientes, a los que no ponen mala cara al primer contratiempo, a quien cede su derecho con una sonrisa y sin sentirse mal, a quien dice de corazón “es usted muy amable”, o quien reconoce “felicidades, lo ha hecho usted muy bien”.
Esto son solamente una muestra de la amplitud de situaciones en las que podemos ser educados. Simplemente no levantando la voz, dialogando en vez de discutir, comprendiendo y siendo capaz de ponerse en el lugar del otro, o también ofreciendo una sencilla sonrisa por respuesta en vez de un alboroto, o diciendo “lo siento” y sintiéndolo de verdad.
Aprecio a las personas que dicen “buenos días” o “buenas noches”, según corresponda; a los dependientes que te reciben con agrado en su local, a quienes se implican sinceramente para que te sientas cómodo y a gusto, a los que te ayudan a cambio de nada, los que te ofrecen lo que tienen, aquellos que son respetuosos, quienes se esfuerzan en explicarte algo que has preguntado, y aquellos que saben controlar sus palabras o callarlas para no herir a los otros.
Hay muchas situaciones en las que uno puede demostrar su buen talante, su cortesía, su delicadeza en el trato, su predisposición a hacerle sentir bien al otro.
“Trata a los otros como te gustaría que te tratasen a ti”. Nada se puede añadir a esta recomendación. La buena educación es un patrimonio personal muy valioso.
Uno ha de ser educado por sí mismo y por su propia satisfacción. Ha de convertirlo en algo espontáneo y natural, porque todo lo visto hasta ahora deja de tener valor en cuanto ya no es voluntad propia, el modo de ser habitual, sino es una norma impuesta. Una persona educada no lo es simplemente porque haga una de las cosas anteriormente enumeradas, sino porque lo es en su conjunto y en todas las situaciones. No es válido ser “educado de conveniencia”, o sea cuando interesa porque a cambio se persigue un beneficio.
Suena extraño pero es cierto: la educación puede ser contagiosa. Y si eres educado estás sembrando la educación en los otros, porque es algo que se puede aprender simplemente observando, fijándose en las personas y las actitudes correctas.
Nosotros podemos ser todo lo educados que nos propongamos. De ese modo seremos apreciados. Y, sobre todo, mejorará grandemente nuestra Autoestima y el Autoconcepto será mucho mejor.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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