MIEDO AL RECHAZO


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MIEDO AL RECHAZO

Estamos llenos de miedos. De todos ellos, posiblemente el más destructivo es el miedo al rechazo de la otra persona. Nos da  la sensación de que su negativa lleva implícita una forma muy sutil de reírse de nosotros o, al menos, así nos parece. Es como si quedásemos en una situación de inferioridad inmediata de la que solamente podemos salir vengando la afrenta.

 Me recuerda las ofensas medievales, o aquellas otras del romanticismo en las cuales la única digna compensación del agravio era la batalla o el duelo. Y es que cuando nos rechazan hay una sensación interna, casi imperceptible pero presente, de venganza. Tememos hacer el ridículo cuando en realidad lo que la otra persona siente, en condiciones normales, es agradecimiento por haber sido la elegida.

Los entresijos mentales son infinitos. No sabemos qué conexiones se activan entre las neuronas cuando ilusionados por alcanzar el afecto de alguien, éste no puede respondernos de igual forma. ¿Por qué nos sentimos, en ese momento, como el payaso de un circo en la escena central de su actuación?.

La mayor parte de las veces, todo sucede dentro de nosotros. Los fantasmas que nos acompañan, cuando recibimos la respuesta, se hacen cada vez más grandes hasta que convierten a la otra persona en una especie de enemigo potencial del que, a partir de entonces, hemos de comenzar a tener cuidado. Pasamos, en un instante, del amor a su contrario mediante la sospecha de lo absurdo de nuestra imagen en la mente del otro.

Nada es verdad. Por fortuna, la persona que ha tenido la suerte de contar con nuestro afecto y de recibirlo al transmitírselo,  se siente reconocido como valioso por ello. E incluso, le gustaría, tal vez, poder acercarse más a nosotros para demostrarnos con sinceridad que es así.

No todos los corazones sienten lo mismo ni al mismo tiempo. Pero no por eso hay que avergonzarse, ni considerar verdugo al que simplemente es meta de nuestros sueños. Es una opción, una posibilidad que puede resolverse por múltiples caminos.

No nos quedemos con la vía única del desprecio al que nos rechaza o el temor a su respuesta, guardando silencio.

Lancémonos a la aventura más bella y espontánea de todas. Expresémonos con libertad y sencillez; con la misma que debemos aceptar la contestación que esperamos, sea del signo que sea. No habremos hecho nada mal. Todo lo contrario. Seremos  un poco más libres y, sin duda, mucho más coherentes con nosotros mismos.

Publicado por Flor y Nata 

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Comentarios

  • ME GUSTO EN VERDAD ,AHORA VOY A SER MAS VALIENTE AL ENTENDER ESTO GRACIAS.

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