Luz para mi camino

APRENDAMOS A ESCUCHAR A DIOS

“Señor enciende mi lámpara e ilumina mis tinieblas” Salmo 18:28

En innumerables ocasiones le solicitamos a Dios que nos ilumine en nuestro lecho de dolor, y cuando no sabemos escuchar la respuesta, nuestro primer pensamiento es una declaración; El Señor no me escucha, el Señor me ha abandonado.

No alcanzamos a percibir la presencia del Señor y mucho menos la respuesta de El porqué aun no somos capaces de discernir en nuestros pensamientos el deseo de recibir a Dios como él es y no como queremos que sea. Esto lo hacemos de manera inconsciente e impedimos a Dios que encienda nuestra lámpara, decir que le impedimos no significa que Dios no tenga el poder para encenderla, sin embargo El actúa solo en aquellos que anhelan su presencia tal cual es, respetando con ello su libre albedrio.

Decir Señor enciende mi lámpara es decir Señor enciende mi pensamiento, para que no sea yo quien gobierne mi vida, si no seas tú, con toda tu sabiduría, quien me conduzca, quien me brinde pensamientos llenos de Amor para tu esencia y pueda contemplar con otros ojos un nuevo mundo, tu mundo Señor, ya que si habito en el, mi deseo de ser, mi anhelo de paz, armonía y felicidad será plenamente complementados con tu presencia.

Debemos pedirle a Dios, al Espíritu santo que nos enseñe a orar, de nada  serviría para nuestro desarrollo espiritual conocer cada una de las palabras de la Biblia o conocer y dominar determinada tecnica, si no sabemos comunicarnos con quien enciende nuestro Ser, si no sabemos Amar a quien con su ternura  puede renovar nuestro espíritu y transformar así nuestras tinieblas en Luz.

El primer paso para salir de nuestra oscuridad radica en entregarnos plenamente a Dios, y ser agradables con nuestras acciones y pensamientos a sus ojos. Nuestra misión es una constante lucha contra el enemigo que nos acecha en nuestros pensamientos y nos lleva a declarar como una verdad “el Señor no me escucha, el Señor me ha abandonado”.  Somos nosotros quienes no escuchamos a Dios, El está siempre presente en nuestro ser, meciendo nuestros cabellos y secando nuestras lagrimas, es la falta de convicción en El la que nos cierra la puerta de la Fe.

El libro de los Cantares en forma poética nos da una clara respuesta de cómo nos negamos a escuchar la voz de nuestro Amado Maestro y también como nos negamos a abrir las puertas a su llamado:

“Yo dormía, pero mi corazón velaba, Es la voz de mi Amado que llama: Ábreme hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía………Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo he de vestir? He lavado mis pies; ¿como los he de ensuciar?..........Abrí a mi Amado pero mi Amado, se había ido y tras de su hablar mi Alma. Lo busque y no lo halle; lo llame y no respondió. (Cantares 5:2-3,5-6).

El busca adoradores que le sirvan, él llama y nosotros no escuchamos, el toca y nosotros no abrimos.

¿Donde está oh Dios tu presencia?

¿Donde han quedado  mis ojos que no te ven?

Soy como cántaro vacio que se rompe en su sequedad.

Soy como piedra que rueda sin saber donde parar.

Mi corazón te busca, mi pensamiento te espera, dame ya tu conocimiento, revélame tu Ser, quita de mi, mi oscuridad  y regrésame al camino donde tú presencia esta.

Te dejo la puerta abierta, mi oído espera ya, llámame, tócame, sáname, renuévame, dime y háblame de tu amor, quédate conmigo déjame disfrutar.

En el libro de las lamentaciones se nos muestra, la necesidad que tiene nuestro corazón de derramarse de gozo y amor ante su presencia, sin temor y sin pena de los dictados de nuestro corazón:

“levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias, derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor, alza tus manos hacia El………….. (Lamentaciones 2-19)

Dios necesita de tus labios escuchar tu confesión, confiésale tu Amor y tu deseo de renovación.

Pídele que El te dará, recuérdale sus promesas, particípale de tu corazón y vigila tus pensamientos, no sea que el ave rapaz trate de distraerte, amale y confía en su bondad y así nunca jamás mi querido hermano habrá en tu vida oscuridad.

 

                                                       Jesus                                                                       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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