EL LIBRO DE LOS ESENIOS, EL EVANGELIO DE LA PAZ
«Es una gran responsabilidad anunciar que el Nuevo Testamento actual, base
de todas las iglesias cristianas, está deformado y falsificado, pero no hay
religión más elevada que la verdad.»
Casi dos mil años han pasado desde que el Hijo del Hombre enseñase el
camino, la verdad y la vida a la humanidad. Llevó salud al enfermo, sabiduría
al ignorante y felicidad a quienes se hallaban en la desgracia.
Sus palabras casi se olvidaron, y no se recogieron hasta algunas generaciones
después de que fueron pronunciadas. Han sido malentendidas, mal anotadas,
cientos de veces reescritas y cientos de veces transformadas, pero aún así
han sobrevivido casi dos mil años.
Y aunque sus palabras, como las tenemos hoy en día en el Nuevo Testamento,
han sido terriblemente mutiladas y deformadas, han conquistado media
humanidad y la totalidad de la civilización occidental. Este hecho prueba la
eterna vitalidad de las palabras del Maestro, y su valor supremo e
incomparable.
Por esta razón hemos decidido publicar las palabras de Jesús, puras y
originales, traducidas directamente de la lengua aramea hablada por Jesús y
su amado discípulo Juan, quien, único entre los discípulos de Jesús, anotó con
exactitud perfecta las enseñanzas personales de su Maestro.
Es una gran responsabilidad anunciar el Nuevo Testamento actual, que es la
base de todas las Iglesias Cristianas, como deformado y falsificado, pero no
hay más alta religión que la verdad.
Este libro contiene sólo un fragmento –alrededor de una octava parte– de los
manuscritos completos que se conservan en arameo, en la Biblioteca del
Vaticano, y en antiguo eslavo en la Biblioteca Real de los Habsburgo,
actualmente propiedad del gobierno austriaco.
Debemos la existencia de ambas versiones a los monjes nestorianos, quienes,
ante el avance de las hordas de Gengis Khan, se vieron forzados a huir del
Este hacia el Oeste, trayendo consigo todas sus antiguas escrituras e iconos.
Los antiguos textos en arameo datan del primer siglo después de Cristo,
mientras que la versión en antiguo eslavo es una traducción literal de
aquellos. La arqueología aún no puede reconstruirnos exactamente cómo
viajaron estos textos desde Palestina hacia el interior de Asia, llegando a
manos de los monjes nestorianos. Hemos emitido primero esta parte antes que el resto porque es de
la que la humanidad sufriente tiene hoy más necesidad.
Nada tenemos que añadir a este texto. Habla por sí solo. El lector que estudie
las páginas que siguen con concentración, sentirá la vitalidad eterna y la
poderosa evidencia de estas verdades profundas que la humanidad necesita
hoy más urgentemente que nunca…………..
"Mirad, os he dado toda hierba que lleva
semilla sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol, en el que se halla el fruto
de una semilla que dará el árbol. Este será vuestro alimento. Y a todo animal
de la tierra, y a toda ave del cielo, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra,
donde se halle el aliento de la vida, doy toda hierba verde como alimento.
También la leche de todo lo que se mueve y que vive sobre la tierra será
vuestro alimento. Al igual que a ellos les he dado toda hierba verde, así os
doy a vosotros su leche. Pero no comeréis la carne, ni la sangre que la aviva.
Y en verdad demandaré vuestra sangre que brota con fuerza, y vuestra sangre
en la que se halla vuestra alma. Demandaré todos los animales asesinados y
las almas de todos los hombres asesinados. Pues yo el Señor tu Dios soy un
Dios fuerte y celoso, castigando la iniquidad de los padres sobre sus hijos
hasta la tercera y cuarta generación de aquellos quienes me odian, y
mostrando misericordia hacia los millares de aquellos que me aman y
cumplen mis mandamientos. Ama al Señor tu Dios con todo corazón, con toda
tu alma y con todas tus fuerzas; éste es el primer y más grande
mandamiento. Y el segundo es según éste: "Ama a tu prójimo como a ti
mismo". No hay mandamiento más grande que éstos".
Y tras estas palabras todos permanecieron en silencio, excepto uno que
voceó: "¿Qué debo hacer, Maestro, si veo que una bestia salvaje ataca a mi hermano en el bosque? ¿Debo dejar perecer a mi hermano o matar a la
bestia salvaje? ¿No transgrediría así la ley?"
Y Jesús le respondió: "Fue dicho a aquellos de los antiguos tiempos: "Todos los
animales que se mueven sobre la tierra, todos los peces del mar y todas las
aves del cielo, han sido puestos bajo vuestro poder". En verdad os digo que de
todas las criaturas que viven sobre la tierra, sólo el hombre creó Dios a su
imagen" Por ello, los animales son para el hombre, y no el hombre para los
animales. No transgredirás, por tanto, la ley si matas al animal salvaje para
salvar a tu hermano. Pues en verdad te digo que el hombre es más que el
animal. Pero quien mata al animal sin causa alguna, sin que éste le ataque, por el deseo de matar, o por su carne, o porque se oculta, o incluso por sus colmillos, malvada es la acción que comete, pues él mismo se convierte en bestia salvaje. Y Por tanto su fin ha de ser también como el fin de los animales salvajes".Y otro dijo entonces: "Moisés, el más grande de Israel, consintió a nuestros
antepasados comer la carne de animales limpios, y sólo prohibió la carne de
los animales impuros. ¿Por qué, entonces, nos prohíbes la carne de todos los
animales? ¿Qué ley viene de Dios, la de Moisés o la tuya?"
Y Jesús respondió: "Dios dio, a través de Moisés, diez mandamientos a
vuestros antepasados. "Estos mandamientos son duros", dijeron vuestros
antepasados y no pudieron cumplirlos. Cuando Moisés vio esto, tuvo
compasión de sus gentes y no quiso que se perdiesen. Y les dio entonces diez
veces diez mandamientos, menos duros, para que los siguiesen. En verdad os
digo que si vuestros antepasados hubiesen sido capaces de seguir los diez
mandamientos de Dios, Moisés no habría tenido nunca necesidad de sus diez
veces diez mandamientos. "Dios ordenó a vuestros antepasados: "No matarás". Pero su
corazón estaba endurecido y mataron. Entonces, Moisés deseó que por lo
menos no matasen hombres, y les permitió matar a los animales. Y entonces
el corazón de vuestros antepasados se endureció más aún, y mataron a
hombres y animales por igual. Mas yo os digo: No matéis ni a hombres ni a
animales, ni siquiera el alimento que llevéis a vuestra boca. Pues si coméis
alimento vivo, él mismo os vivificará; pero si matáis vuestro alimento, la
comida muerta os matará también. Pues la vida viene sólo de la vida, y de la
muerte viene siempre la muerte. Porque todo cuanto mata vuestros
alimentos, mata también a vuestros cuerpos. Y todo cuanto mata vuestros
cuerpos también mata vuestras almas. Y vuestros cuerpos se convierten en lo
que son vuestros alimentos, igual que vuestros espíritus se convierten en lo
que son vuestros pensamientos. Por tanto, no comáis nada que el fuego, el
hielo o el agua haya destruido. Pues los alimentos quemados, helados o
descompuestos quemarán, helarán y corromperán también vuestro cuerpo. No
seáis corno el loco agricultor que sembró en su campo semillas cocinadas,
heladas y descompuestas y llegó el otoño y sus campos no dieron nada. Y
grande fue su aflicción. Sino sed como aquel agricultor que sembró en su
campo semilla viva, y cuyo campo dio espigas vivas de trigo, pagándole el
céntuplo por las semillas que plantó. Pues en verdad os digo, vivid sólo del
fuego de la vida, y no preparéis vuestros alimentos con el fuego de la muerte,
que mata vuestros alimentos, vuestros cuerpos y también vuestras almas."
"Maestro ¿dónde se halla el fuego de la vida?", preguntaron algunos de ellos.
"En vosotros, en vuestra sangre y en vuestros cuerpos"."¿Y el fuego de la muerte", preguntaron otros.
"Es el fuego que arde fuera de vuestro cuerpo, que es más caliente que
vuestra sangre. Con ese fuego de muerte cocináis vuestro alimento en
vuestros hogares y en vuestros campos. En verdad os digo que el mismo fuego
destruye vuestro alimento y vuestros cuerpos como el fuego de la maldad que
destroza vuestros pensamientos y destroza vuestros espíritus. Pues vuestro
cuerpo es lo que coméis, y vuestro espíritu es lo que pensáis. No comáis nada,
por tanto, que haya matado un fuego más fuerte que el fuego de la vida.
Preparad, pues, y comed todas las frutas de los árboles, todas las hierbas de
los campos y toda leche de los animales buena para comer. Pues todas estas cosas las ha nutrido y madurado el fuego de la vida, todas son dones de los
ángeles de nuestra Madre Terrenal. Mas no comáis nada a lo que sólo el fuego
de la muerte haya dado sabor, pues tal es de Satán."
"¿Cómo deberíamos cocer sin fuego el pan nuestro de cada día, Maestro?",
preguntaron algunos con desconcierto.
"Dejad que los ángeles de Dios preparen vuestro pan. Humedeced vuestro
trigo para que el ángel del agua lo penetre. Ponedlo entonces al aire, para
que el ángel del aire lo abrace también. Y dejadlo de la mañana a la tarde
bajo el sol, para que el ángel de la luz del sol descienda sobre él. Y la
bendición de los tres ángeles hará pronto que el germen de la vida brote en
vuestro trigo. Moled entonces vuestro grano y haced finas obleas, como
hicieron vuestros antepasados cuando partieron de Egipto, la morada de la
esclavitud. Ponedlas de nuevo bajo el sol en cuanto aparezca y, cuando se
halle en lo más alto de los cielos, dadles la vuelta para que el ángel de la luz
del sol las abrace también por el otro lado, y dejadlas así hasta que el sol se
ponga. Pues los ángeles del agua, del aire y de la luz del sol alimentaron y
maduraron el trigo en el campo, y ellos deben igualmente preparar también
vuestro pan. Y el mismo sol que, con el fuego de la vida, hizo que el trigo
creciese y madurase, debe cocer vuestro pan con el mismo fuego. Pues el
fuego del sol da vida al trigo, al pan y al cuerpo. Pero el fuego de la muerte
mata el trigo, y el pan y el cuerpo. Y los ángeles vivos del Dios Vivo
solamente sirven a los hombres vivos. Pues dios es el Dios de lo vivo y no el
Dios de lo muerto. "Comed, pues, siempre de la mesa de Dios: los frutos de los árboles, el grano
y las hierbas del campo, la leche de los animales, y la miel de las abejas.
Pues todo más allá de esto es de Satán y por los caminos del pecado y la
enfermedad conduce hacia la muerte. Mientras que los alimentos que coméis
de la abundante mesa de Dios dan fortaleza y juventud a vuestro cuerpo, y
nunca conoceréis la enfermedad. Pues la mesa de Dios alimentó a Matusalén,
el viejo, y en verdad os digo que si vivís igual como él vivió, también el Dios
de lo vivo os dará una larga vida sobre la tierra como la suya.
"Pues en verdad os digo que el Dios de lo vivo es más rico que todos los ricos
de la tierra, y su abundante mesa es más rica que la más rica de las mesas de
festín de todos los ricos de la Tierra. Comed, pues, durante toda vuestra vida
en la mesa de nuestra Madre Terrenal, y nunca conoceréis la necesidad. Y
cuando comáis en su mesa, comedlo todo tal como se halle en la mesa de la
Madre Terrenal. No cocinéis ni mezcléis todas las cosas unas con otras, o
vuestros intestinos se convertirán en ciénagas humeantes. Pues en verdad os
digo que esto es abominable a los ojos del Señor. "Y no seáis como el sirviente avaricioso que comía siempre de la mesa de su
señor la ración de otros. Y todo lo devoraba y lo mezclaba en su glotonería. Y
viendo aquello, su señor se encolerizó con él y le expulsó de la mesa. Y cuando todos acabaron su comida, mezcló cuanto quedó en la mesa y llamó
al glotón sirviente, y le dijo: "Toma y come esto junto a los cerdos, pues tu
lugar está entre ellos, y no en mi mesa".
"TenedIo en cuenta por tanto, y no profanéis con todo tipo de abominaciones
el templo de vuestros cuerpos. Contentaos con dos o tres tipos de alimento,
que siempre hallaréis en la mesa de nuestra Madre Terrenal. Y no deseéis
devorar todo cuanto veáis en derredor vuestro. Pues en verdad os digo que si
mezcláis en vuestro cuerpo todo tipo de alimentos, entonces cesará la paz en
vuestro cuerpo y se desatará en vosotros una guerra interminable. Y se
aniquilará vuestro cuerpo como los hogares y los reinos que, divididos entre
sí, aseguran su propia destrucción. Pues vuestro Dios es el Dios de la paz, y
nunca ayuda a la división. No levantéis, pues, contra vosotros la cólera de
Dios, para que no vaya a expulsaros de su mesa y os veáis obligados a ir a la
mesa de Satán, donde el fuego de los pecados, de las enfermedades y de la
muerte corromperá vuestros cuerpos.
"Y cuando comáis, no comáis hasta no poder más. Huid de las tentaciones de
Satán y escuchad la voz de los ángeles de Dios. Pues Satán y su poder os
tentarán siempre a que comáis más y más. Pero vivid por el espíritu y resistid
los deseos del cuerpo. Y que vuestro ayuno complazca siempre a los ángeles
de Dios. Así que tomad cuenta de cuanto hayáis comido cuando os sintáis
saciados y comed siempre menos de una tercera parte de ello.
"Que el peso de vuestro alimento diario no sea menos de una mina_ , pero
vigilad que no exceda de dos. Entonces os servirán siempre los ángeles de
Dios, y nunca caeréis en la esclavitud de Satán y de sus enfermedades. No
obstaculicéis la obra de los ángeles en vuestro cuerpo comiendo demasiado a
menudo. Pues en verdad os digo que quien come más de dos veces diarias
hace en él la obra de Satán. Y los ángeles de Dios abandonan su cuerpo y
pronto toma Satán posesión de él. Comed tan sólo cuando el sol esté en lo
más alto de los cielos, y de nuevo cuando se ponga. Y nunca conoceréis
enfermedad, pues ello halla aprobación a los ojos del Señor. Y si deseáis que
los ángeles se complazcan en vuestro cuerpo y que Satán os evite de lejos,
sentaos entonces sólo una vez al día a la mesa de Dios. Y entonces serán
numerosos vuestros días sobre la tierra, pues esto es grato a ojos del Señor.
Comed siempre cuando sea servida ante vosotros la mesa de Dios, y comed
siempre de aquello que halléis sobre la mesa de Dios. Pues en verdad os digo
que Dios sabe bien lo que vuestro cuerpo necesita y cuándo lo necesita. "Con la llegada del mes de Iyar comed cebada; con el mes de Sivan comed
trigo, la más perfecta de las hierbas que dan semilla. Y que vuestro pan de
cada día sea hecho de trigo, para que el Señor cuide vuestros cuerpos. Con el
mes de Tammuz comed la uva ácida, para que vuestro cuerpo adelgace y
Satán lo abandone. En el mes de Elul, recoged la uva para que su jugo os sirva
de bebida. En el mes de Marcheshvan recoged la uva dulce, endulzada y seca por el ángel de la luz del sol, para que aumente vuestros cuerpos y que los
ángeles del Señor moren en ellos. Debéis comer los higos jugosos en los meses
de Ab y de Shebat, y los que sobren que el ángel de la luz de] sol os los
guarde. Comedios con las almendras durante todos los meses en que los
árboles no dan frutos. Y las hierbas que brotan después de la lluvia, comedlas
durante el mes de Thebet, para purificar vuestra sangre de todos vuestros
pecados. Y en el mismo mes empezad a beber también la leche de vuestros
animales, pues para ello dio el señor las hierbas de los campos a todos los
animales que producen leche, para que ellos alimentasen al hombre con su
leche. Pues en verdad os digo que felices son aquellos que comen sólo en la
mesa de Dios, y renuncian a todas las abominaciones de Satán. No comáis
alimentos impuros traídos de países lejanos, sino comed siempre cuanto
produzcan vuestros árboles. Pues vuestro Dios sabe bien lo que os es
necesario, y dónde y cuándo. Y Él da a todos los pueblos de todos los reinos
los alimentos mejores para cada uno de ellos. No comáis como los paganos,
que se atiborran con prisa, profanando sus cuerpos con todo tipo de
abominaciones. "No
matarás", pues Dios da a todos la vida, y lo que Dios ha dado no debe el
hombre arrebatarlo. Pues en verdad os digo que de una misma Madre procede
cuanto vive sobre la tierra. Por tanto quien mata, mata a su hermano. Y de él
se alejará la Madre Terrenal y le retirará sus pechos vivificadores. Y se
apartarán de él sus ángeles y Satán tendrá su morada en su cuerpo. Y la carne
de los animales muertos en su cuerpo se convertirá en su propia tumba. Pues
en verdad os digo que quien mata se mata a sí mismo, y quien come la carne
de animales muertos come del cuerpo de la muerte. Pues cada gota de su
sangre se mezcla con la suya y la envenena; su respiración es un hedor; su
carne se llena de forúnculos; sus huesos se convierten en yeso; sus intestinos
se llenan de descomposición; sus ojos se llenan de costras; y sus oídos de
ceras. Y su muerte será la suya propia. Pues solamente en el servicio de
vuestro Padre Celestial son vuestras deudas de siete años perdonadas en siete
días. Mientras que Satán no os perdona nada y debéis pagarle todo. Ojo por
ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por
quemadura, herida por herida, vida por vida, muerte por muerte. Pues el
coste del pecado es la muerte. No matéis, ni comáis la carne de vuestra
inocente presa, no sea que os convirtáis en esclavos de Satán. Pues ése es el
camino de los sufrimientos y conduce a la muerte. Sino haced la voluntad de
Dios, de modo que sus ángeles os sirvan en el...........................................
fuente. el libro de los esenios...
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