La gratitud es una práctica sagrada, una forma de conocer y agradecer a Dios. La gratitud eleva nuestros espíritus, cambia nuestra perspectiva y suaviza nuestros corazones. Cuando somos agradecidos, somos humildes, estamos despiertos y maravillados.
La gratitud nos ayuda a apreciar lo que sí tenemos en vez de enfocarnos en lo que no tenemos. ¿Alguna vez has sentido pena por ti mismo y luego te has encontrado con alguien mucho menos afortunado? Quizás con alguien que no tiene hogar, dinero o está severamente incapacitado. De repente, tus problemas se vieron muy pequeños y tu bendición muy grande.
Quizás pensaste que la gratitud solamente es posible en tiempos de buena fortuna. Pero al contrario, la gratitud puede ser un modo de vida. Nuestra fe puede ser tan fuerte, tan inquebrantable, que incluso cuando estamos en dolor, sabemos que saldrá algo bueno de ello.
Cuando contamos nuestras bendiciones, las vemos multiplicarse. Recordamos que la vida es hermosa, que Dios es bueno y que todo está bien.
Toma un momento cada día para hacer una pausa y dar gracias por todo lo que tienes en la vida. La gratitud, después de todo, te ayuda a combatir el estrés. Aquello en lo que piensas consistentemente atrae más de lo mismo a tu vida. De manera que si te centras en lo positivo, inclusive durante momentos difíciles, reducirás el estrés y transformarás tu vida.
La gratitud, al igual que la ley de atracción, es una de las fuerzas más poderosas en el universo. Cuando sentimos gratitud, sentimos amor, gozo, aprecio, humildad y paz. También atraemos aún más experiencias en nuestras vidas por las cuales sentir agradecimiento. Mucha gente cree que Dios nos envía constantemente abundantes bendiciones, pero en verdad, Dios es la abundancia. Cuando pedimos algo, sencillamente extraemos parte de la abundancia de Dios.
Nuestro trabajo no es manifestar abundancia, sino demostrarla, por medio de la comprensión de que Dios es la abundancia que buscamos. La gratitud atrae mayor abundancia y tiene efectos maravillosos en nosotros. Cuando estoy agradecida, me siento liviana, puedo vivir el presente. Me olvido de las cosas pequeñas por las que me preocupo, aun de las grandes. Me siento en paz, no pienso en mí misma, sino que pongo mi atención en lo que pasa fuera de mí. Veo lo que me rodea. Puedo sentarme tranquilamente y observar la naturaleza. Puedo observar las aves y las flores. Ellas llaman mi atención, y agradezco que puedo verlas. Mi gratitud me trae aún más paz y conciencia, y todo sigue progresando a ese ritmo. Mi corazón se abre. Me siento feliz y llena de gozo. Veo el cielo y las nubes y veo que cambian. Sentada a la orilla del océano veo los botes de vela y las aves que se zambullen para pescar comida. El mundo parece etéreo. Soy una con Dios y todo está bien
Cuando estamos agradecidos, creamos un espacio ontológico en el que nos sentimos seguros, un espacio lleno de gracia, paz, amor y gozo. La gente confía en nosotros, la gente disfruta estando a nuestro alrededor. Por ende, atraemos más seguridad, más belleza, más amor y más diversión.
Establecemos conexiones espirituales maravillosas con la gente porque podemos presenciar la esencia de Dios en ellos. Cuando estamos agradecidos, estamos presentes en todo en nuestras vidas. Estamos agradecidos por todo porque vemos a Dios en todo.
Un modo de sentir más gratitud es por medio de la oración. Pídele a Dios que te muestre cómo confiar. Pídele a Dios que te muestre cómo crear una relación personal afectuosa con un poder mayor que tú. Ora para que tu relación personal con Dios te conforte, te bendiga y sustente. Deja que Dios te ame y te bendiga. Permítete a ti mismo estar consciente de tu bien. Cuando estamos conscientes de nuestro bien, nuestra gratitud comienza a escalar.
Practica la gratitud diariamente y tu vida cambiará en modos que nunca imaginarías. ¡Descubre la hermosa vida que ya tienes, aquí mismo, ahora mismo!
Tomado del Libro: La Gratitud lo Cambia Todo
Con gran afecto,
Juan Carlos
Saludos y que Dios te bendiga.
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