LUGAR: MONTERREY NUEVO LEÓN.
Año: 2009
MES: ABRIL
NOMBRE: DON CAYETANO P.
Regresé a Monterrey, había psicosis por la influenza, mi mamá y mi esposa me habían sugerido que suspendiera las sanaciones y hasta unos tapabocas me hizo mi querida mamá para evitar el contagio.
Estamos seguros que cada que sanamos y reconectamos canalizamos frecuencias elevadas por lo que aumenta el poder de nuestro sistema inmunológico.
Nos movemos en la frecuencia del amor, no del miedo y a la fecha después de cientos de prácticas y de interacción con enfermos de todo tipo, nunca me han contagiado ni con su cuerpo del dolor físico, ni con el cuerpo del dolor emocional.
Así lo reza el subtítulo del libro “La Reconexión” …. “Sana a otros, sánate a ti mismo” y es completamente cierto.
Bien estaba nuevamente atendiendo otro grupo de mi amiga y reconectada Claudia G, y llegó a mi hotel un viejecito en compañía de su hija y de otro joven que supuse era su pariente.
Don Cayetano tenía buena actitud, tenía fe y subió a la camilla sonriente.
Tenía ya todos los achaques de la vejez y con 2 problemas graves, uno que casi ya no podía caminar, de hecho lo subieron en su silla de ruedas y el otro era el de pérdida de memoria y depresión.
En su ya lejana juventud, había escrito canciones, era bohemio y poeta, ahora estaba triste arrinconado en algún lugar de su casa en su silla de ruedas.
Bien, lo subimos a la camilla y permanecieron dentro de la habitación los parientes.
Hice mi sanación como tantas otras, con registros de movimientos tan comunes ya para mí hasta que al cabo de unos 30 o 40 minutos terminó su sesión.
Poco a poco “volvió en sí” Don Cayetano t me voltee a decirles a sus parientes que había finalizado la sesión y que me ayudaran a bajar a Don Cayetano de la camilla.
La hija se levantó mareada, pero se levantó y el joven que estaba sentado en una silla –que después supe que era el chofer- estaba sumido en un sueño profundo.
Con trabajos lo despertamos y nos dijo que desde el inicio había sentido la “energía” se sintió mareado, y poco a poco fue cayendo en un estado de relajación y sueño.
Sin proponerlo las frecuencias habían alcanzado a sus acompañante. Gracias a Dios.
Al siguiente día la hija de Don Cayetano regresó para experimentar nuevamente la sanación reconectiva, pero ahora si en la camilla y exclusivo para ella.
¿Y Don Cayetano? Muy bien, cuando se bajó de la camilla lo hizo con más fuerza y al día siguiente me contó su hija que además que físicamente se había sentido mucho mejor, su humor había sido mucho mejor, ya sonreía más y ¡le pidió su cuaderno a su nieta! porque se había inspirado e iba a escribir nuevamente sus poemas.
¡Gracias a Dios!
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