AHORA

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AHORA

En mi opinión, perdemos demasiada vida en este error de pasarnos más tiempo en el pasado –el inexistente pasado- o en el futuro –el posible futuro- que en el presente.

Está bien traer el pasado al presente de vez en cuando, porque es placentero y enriquecedor recrearnos en las cosas agradables por las que hemos ido pasando, y está bien aprovechar eso de que a través de nuestra mente y el recuerdo somos capaces de hacer el milagro de recrear lo que ya no existe; está bien traer al presente de vez en cuando las cosas que no han estado bien en nuestra opinión, siempre que sea con el objetivo claro de aprender aquello que nos permita evitar que se vuelva a repetir, siempre que eso esté en nuestras manos, claro.

Lo que no está tan bien es traerse el pasado –abandonando el presente- solamente porque de allí tenemos recuerdos de cosas que ya no están ni volverán a estar –eso que se llama nostalgia-, y no estará bien querer quedarnos allí porque estábamos mejor que ahora. Si es por placer, estupendo eso de traer el pasado, pero luego hay que volver al presente con las pilas cargadas y no abatidos.

Por supuesto que tampoco estaría bien si el motivo de recrearse en el pasado fuese que tenemos mucho de que arrepentirnos y estamos allí para reabrir la herida de lo que hicimos mal, y es peor si además nos ponemos a hurgar en ella con saña y con el único fin de castigarnos por lo que hicimos.

No existe el pasado ni el futuro: existe el ahora.

El instante en que leíste la palabra anterior ya no existe. Ya forma parte del pasado. O sea que no existe lo pasado –existió- y no existe lo futuro, porque a eso que llamamos futuro cuando llegue lo llamaremos presente.

Existe cada uno de los instantes, pero solo durante el tiempo breve y limitado de su existencia. Es lo que llamamos “ahora”.

Y eso es lo que existe, por ejemplo: ahora. Y “ahora” es lo que tenemos que vivir con atención e intensidad. Y “ahora” es cuando tenemos que tener claro nuestro propósito, lo que queremos hacer, lo que nos puede aportar cada “ahora”, con qué podemos llenarlo para que sean satisfactorios y nos aporten una buena sensación, y, además, les aporten sentido a nuestra vida.

Y si no lo hacemos de ese modo es muy posible que al final del día se nos instale una desagradable sensación de haber perdido el tiempo –que es la vida-. Y si esta misma sensación se nos va acumulando un día tras otro, entonces será una sensación aún más desagradable la que se instale: “estoy perdiendo mi vida”.

Y eso de perder la vida deberíamos tenerlo en el lugar de las cosas inaceptables, de las que bajo ningún concepto queremos que nos lleguen a suceder. Tiene algo favorable: es algo que depende de nosotros, es algo que podemos –y debemos- controlar y evitar.

“Ahora” es una oportunidad continua que no ha de ser menospreciada ni desatendida por eso de que parece que “los ahora” son interminables. Son finitos y son irrepetibles. Y estas dos verdades son casi estremecedoras, y tomar consciencia de ello no ha de causarnos incomodidad, sino que ha de promover una atención más precisa a cada uno de ellos.

Todos tenemos muchos “ahora” ya terminados, sin posibilidad de recuperación y rehabilitación, y muchos de ellos se fueron vacíos. De vez en cuando se nos presentan los arrepentimientos por haberlos desaprovechado o desperdiciado, pero es un penar más bien teórico, que no pasa de una pataleta prudente y acallada, porque la realidad es que poco después de que se extinga ese pensamiento volvemos otra vez a la andadas y desperdiciamos los nuevos “ahora” que nos van llegando.

Por desgracia, y en casi todas las personas, hay que llegar a una edad avanzada para tomar consciencia de este despilfarro imperdonable de nuestra única e irrepetible existencia, de este delito contra la propia vida, de este atentado contra uno mismo.

VIVIR requiere atención.

Atención a todos los “ahora”.

Y no hacerlo así, es NO VIVIR. Es dejar que se escape la vida sin ser vivida.

Y eso está penado con la pena de tener que convivir para siempre con un inconsolable arrepentimiento.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

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