¿QUÉ ES EL EGO?
El ego no es más que un sueño de lo que en
realidad eres. Un pensamiento de que estás
separado de tu Creador y un deseo de ser lo que
Él no creó. El ego es un producto de la locura,
no de la realidad. Es tan sólo un nombre para lo
innombrable. Un símbolo de lo imposible; una
elección de opciones que no existen.
Un Curso de Milagros
No nos damos cuenta de ello, pero todos tenemos un ego al que confundimos con nosotros mismos. Sin embargo, no es éste el yo que verdaderamente somos. Éste «yo personal», que tú habitualmente llamas «yo», es tu ego y es la herramienta con la que habitualmente haces frente al mundo que nos rodea, generalmente desde su exclusivo punto de vista. El ego es la parte inferior de tu personalidad, la cual has forjado para ti mismo a partir de tu herencia genética, las enseñanzas de tus padres, familiares, profesores, amigos, etcétera.
El ego, tu ego, no es una entidad física, sino una creencia. Es un estado mental, una construcción de la mente que vida tras vida te acompaña, formando parte de ti mientras va cambiando contigo. Ocupa la parte inferior de tu mente y se constituye en una entidad energética que presiona por su alimento: los malos pensamientos y bajas energías. El ego va así dando forma a tu carácter, moldeándolo desde el nacimiento a la muerte, y se muestra ante los demás en tu forma de ser y rasgos característicos, que estarán basados en tus experiencias, creencias y conocimientos acerca de este mundo que ves. Sin embargo, el ego es un yo falso que pretende sustituir –y lo consigue– a tu Yo Profundo, el cual es tu verdadero Yo. Probablemente tampoco lo conoces, pero tu Yo verdadero es tu ser auténtico, el que tú realmente eres. No es modificable, pues ya es perfecto. Él es tu Espíritu, el cual ha decidido, por alguna razón, manifestarse mediante un cuerpo como medio de interacción con el mundo físico.
Todos y cada uno de nosotros, somos seres espirituales, seres luminosos auténticamente perfectos, como corresponde al Hijo de Dios que formamos en conjunto. No somos seres físicos, pues el cuerpo es tan sólo un vehículo de expresión, como un guante que nos enfundamos para poder tocar este mundo. El problema sobreviene porque con el nacimiento lo hemos olvidado. Hemos olvidado a nuestro Yo perfecto y también nuestro origen celestial. Esto es lo que se llamó la «Caída del Hombre», o sea, la salida del paraíso.
La caída a este mundo denso, de bajas vibraciones, fue probablemente culpa también del ego. O acaso, quizá, nuestro Espíritu creó al ego para «precipitarla» precisamente, permitiéndole así manifestarse a través de la materia.
No lo sé, pero el caso es que probablemente sin este olvido de lo que realmente somos, no seríamos capaces de abandonar nuestro perfecto Hogar en el Cielo para descender a este mundo donde reina el ego y sus dolorosas creaciones.
Nunca abandonaríamos la perfección por la imperfección, la paz por el dolor, el hogar por el mundo… si al nacer no olvidáramos primero nuestro origen, sabiendo que todo esto no es más que un juego.
Pero ahora, nuestra función es recordar todo esto y volver al hogar que nos espera. Debemos convertir este mundo en un mundo donde reine el Espíritu, reconvirtiéndonos nosotros en lo que en el fondo ya Somos. El modo de hacer esto es mediante la progresiva liberación de nuestro
ego.
Tomado de
Descubrir y
liberarse
del ego.
CARLOS DE VILANOVA
RECUERDA QUE EL LUGAR ES AQUÍ Y EL MOMENTO, AHORA
