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CAPÍTULO 179 - SEGUIR EN LA RELACIÓN POR UN SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 179 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Seguir en una relación en la que realmente no se quiere seguir puede tener mil razones o justificaciones. Por ejemplo el miedo a no encontrar otra y preferir “lo malo conocido a lo bueno por conocer”. O las necesidades económicas que uno no puede solventar por su cuenta y su pareja sí se las resuelve. O seguir teniendo un hogar para sí y para sus hijos. O sentirse culpable y pensar que si abandonan a su pareja al otro le va a ir todo mal en la vida –y uno va a ser castigado por una vengativa ley divina que no existe-, que el otro se va a sentir solo y abandonado, que se va a suicidar, que no sabrá valerse por sí mismo…

 

Otras siguen –a pesar de que les perjudica y ya no existe el amor que les unió- porque sienten lástima o pena: “pobrecito, qué va a ser de él” es una de esas excusas que no se deberían admitir como válidas y justificantes. Y hay que cuidar que no pretenda inmiscuirse aquí una mal entendida caridad cristiana, ni le salga a una un espíritu de sacrificio inculcado por una tradición de mujeres esclavas y sumisas de generaciones anteriores, porque se convertirá –si no se ha convertido ya- en una relación que tiene todas las posibilidades de salir mal y producirá un efecto negativo en quien lo haga, ya que estará haciendo el sacrificio de su felicidad y su vida y eso, antes o después, se lo va a echar en cara a sí misma.

 

En una relación sentimental –cuando no es una clara relación de intereses- el amor es un ingrediente indispensable.

 

Algunas personas que toman la determinación de estar en una relación sin amor no lo hacen para que el otro sea feliz, sino más bien porque se sentirían culpables de la infelicidad del otro. Así se cargan de una responsabilidad que no es suya.

 

Quien se encuentre en una relación de estas características que revise qué está haciendo, y por qué y para qué, y que sea capaz de salirse de la relación y de su papel en ella si considera que es lo que quiere hacer, y que observe a esa persona que es ella misma que está consagrada a una muy noble tarea –aparentemente-, pero para ella aniquiladora como persona. Que observe sus sentimientos al verse y se dé cuenta de si siente lástima, piedad, compasión, o ganas de agarrarla del brazo y sacarla de ese sinsentido. Que se dé cuanta si siente aceptación y conformismo sin más, pero que verifique que no le esté causando cualquier tipo de mortificación. Que valore, pero con una honradez intacta e insobornable, si quiere seguir así o si es más honesto para consigo misma -y posiblemente y a la larga para el otro- dejarlo y dedicar su vida a una relación en la que sí pueda amar de verdad y ser amada del mismo modo.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Mucho cuidado con tener y acatar un sentimiento de culpabilidad, porque es algo que sucede en demasiadas ocasiones. Cada persona es responsable de su parcela en la relación y el culpable es quien no ha cumplido.

- El papel de la esposa esclava o sumisa es injusto y no se debe mantener.

- En el enlace matrimonial dice el sacerdote al novio “Compañera te doy, que no sierva”. Si esta frase te remueve algo… reflexiona.

- Esta es una gran verdad: No aceptar lo inaceptable, no perdonar lo imperdonable, no culpabilizarse de lo que no se es culpable.

 

 

Francisco de Sales

 

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RENACER CADA MAÑANA

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RENACER CADA MAÑANA

 

 

En mi opinión, cada mañana, al despertar, cuando empezamos a tomar conciencia de estar en la vida y vivos, cuando ya empezamos a comprender que lo último que hemos creído vivir era un sueño o una pesadilla, comienzan a aparecer en nuestra recién recuperada consciencia lo que es nuestra realidad cotidiana, y nos reencontramos con los problemas o las alegrías reales que no estuvieron presentes mientras dormíamos; durante ese momento que pensamos perezosamente que nos gustaría quedarnos un rato más durmiendo pero hay que levantarse para cumplir con las obligaciones, que hay que enfrentarse al espejo y encontrar la misma cara de cada día, el mismo pelo desaliñado, o mientras pensamos en la mala noche que hemos pasado, sin dormir o durmiendo a ratos y mal, es un momento en el que no somos del todo conscientes de que estamos construyendo una especie de pequeño milagro al ir recomponiendo todo nuestro mundo, poniendo en orden el desorden, haciendo una lista mental de todo lo que tenemos que hacer, trabajo, viaje, llamadas, desayuno, cada uno su tarea, cada uno recomponiendo su vida y su pequeño universo personal.

 

Al despertarnos cada día tenemos que renacer. Ya nacimos una vez hace unos cuantos años. Ahora toca volver a nacer. Cada día.

 

VIVIR es tomar consciencia de uno mismo y de su presencia en la vida, de la orientación que le está dando a su vida. No hacerlo así es dejar pasar el tiempo –que es la vida-, es malvivir, o es mantenerse en un estado más o menos vegetativo.

 

Cada persona tiene una vida y unas circunstancias distintas, pero esto es algo que nos unifica a todos: cada mañana hay que reconstruir el propio mundo, volver a poner cada cosa en su estantería o en su cajón mental, volver a sonreír o a la mueca triste, vestirse, pensar algo -lo que sea-, levantarse sin prisa o urgentemente, volver a ser el Uno Mismo que desapareció durante el sueño.

 

Y lo hacemos tan mecánicamente, tan desatentos, que ni siquiera nos permitimos el tiempo justo de dar las gracias por poder vivir un nuevo día –poquísimas personas lo hacen-, ni nos paramos el momento breve de cerrar los ojos durante unos instantes, hacer un repaso de cada órgano externo del cuerpo, sentir los brazos, las piernas, la lengua, que podemos oír, y decir en voz alta o en silencio “Soy yo, estoy aquí y ahora”; si no lo hacemos en algún momento hasta llegaremos a perder la noción de quiénes somos, de qué hacemos en la vida, de qué sentido le queremos dar a esto de vivir.

 

Corremos el peligroso riesgo de caer en la rutina, de estar en la vida pero NO VIVIR, de dejar que se vayan vacíos los irrepetibles e irrecuperables días desde esa mentira en la inconscientemente creemos de que somos más o menos eternos, porque mañana también estaremos vivos y porque se mueren los otros, pero nosotros nunca.

 

Sería interesante plantearse el renacer de cada día como el acto milagroso y maravilloso que es. Si hace falta, adelantando la hora en que suena el despertador para tener unos minutos para reflexionar, para tomar contacto con Uno Mismo despacio, con consciencia, “Soy yo, estoy aquí y ahora”, hacer unos cuantos buenos propósitos… y entonces, sí: en marcha. Arriba. Un nuevo día nos espera.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 178 - YA NO LE GUSTO

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CAPÍTULO 178 -  YA NO LE GUSTO

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 178 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Uno de los modos de manifestar una baja Autoestima es culpabilizarse y depreciarse con este pensamiento: “Ya no le gusto”.

 

Si se nota una disminución en la atención del otro –que es bastante habitual cuando ya se lleva un tiempo juntos- porque se le exige una atención y dedicación plena y eso es imposible de mantener, pueden comenzar a temblar los cimientos interiores ante esta presunción, tan cargada de veneno, porque se puede prejuzgar desde el catastrofismo como que es el principio del fin: “Ya no le gusto”.

 

Y no siempre es real el caso que “ya no le gusto”, pero sí es un pésimo argumento para enzarzarse en una dialéctica interior en la que se buscarán justificaciones que le den la razón a una en su destructiva e incierta suposición.

 

En vez de valorar que puede ser una simple desatención, momentánea y pasajera, como consecuencia de la convivencia continuada, se desatan los demonios interiores en una carrera autodestructiva –esa masoquista costumbre de los que tienen una Autoestima mal ponderada-, y hacen un mundo explosivo de lo que es nada.

 

Entonces se dispara la alerta de los celos y se empiezan a ver a todas las demás personas del mismo sexo como rivales, y, sin darse cuenta, uno comienza a compararse con los demás y siempre salen ganando los demás; y con una desesperación desconfiada se siguen la trazadas de las miradas del otro, y se imaginan aposentándose en las nalgas o los pechos de otras –que en la imaginación perturbada siempre son mejores que los propios-, o en las sonrisas tan atractivas y varoniles de ellos –que aún mantienen latente la lujuria-, y las miradas que solamente miran al frente inocentemente, son desviadas por ella, o por él, con el poder de sus sospechas, hacia otros.

 

Si se persiste en esa actitud demoledora, la cotización propia caerá en picado. En todas las comparativas saldrá perdiendo. Su Autoestima descenderá un poco por debajo de sus peores momentos. Puede ser, y esto es trágico, el principio de una fase desastrosa.

 

Y todo nació por una tontería sin razón.

 

Aún puede ser peor, y es que, en el convencimiento inconsistente de su poca valía –y todo esto es solamente un monólogo interior del que casi nunca se es consciente- sopese seriamente la opción de amarrar esa relación como sea –porque si no se queda con esta pareja puede que ninguna otra le vaya a querer-, y permita cosas que no debieran permitirse: desde los desaires hasta las infidelidades, o sea, ceder en cualquier cosa con tal de que no se vaya y le deje a una a merced de su soledad hasta la eternidad.

 

Es necesario averiguar cuál es la realidad de lo que comenzó siendo una sospecha infundada, una simple excusa para tirar del hilo de sus inseguridades, pero si hay dudas acerca de si uno le gusta al otro, no hay camino más corto y más recto que el de preguntárselo.

 

Y más adelante, ponerse a la gratificante tarea de mejorar la Autoestima, que le va a venir muy bien.

 

Es preciso que recuerde que el hombre no se enamora solamente de unas nalgas o unos pechos, también le interesa, y mucho, el resto, y si la ha elegido a ella por algo será. Y conviene que el hombre valore que ella se han enamorado de él, en su conjunto, y que otros más guapos, inteligentes, simpáticos, o con cualquiera de esos dones que uno no tiene, han sido descartados cuando le seleccionó a él.

 

Todo lo anterior queda invalidado en los casos en los que el otro ha dejado clara su posición de que  realmente “ya no le gusta”. Entonces ya no es una suposición sino una realidad y ya hay que tratar este asunto de otro modo.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Las inseguridades personales –fruto de una Autoestima baja o inexistente- llevan a sospechar continuamente del otro y a ver situaciones que les llevan a los celos donde realmente no existen.

- Si una persona siente que el otro no le presta atención tiene el derecho, y la obligación, de comunicarlo para resolverlo.

- “Ya no le gusto” puede ser una suposición equivocada. Mejor preguntar para confirmarlo o desmentirlo.

 

 

Francisco de Sales

 

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YO NO SOY PERFECTO

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YO NO SOY PERFECTO

 

para ver el video:

 

https://www.youtube.com/watch?v=5Vval-QX7Uo

 

 


En mi opinión, esto es algo que ya sabemos: no soy perfecto o no soy perfecta, pero es algo que tratamos de ocultar y no nos atrevemos a exponerlo. No queremos que conozcan nuestro lado oscuro.

Bueno… pues yo sí lo digo: NO SOY PERFECTO.

Y decirlo me libera de tener que mostrar una máscara o un personaje que no soy yo y no es real.

El que sí es real –el que sí soy real- es el que tiene “defectos”, el que se equivoca, el que no sabe hacer siempre lo adecuado, el que tiene cosas de las que no se siente orgulloso, esas cosas que uno esconde en lo más profundo y encierra con muchos candados para que nadie, jamás, llegue a conocer…

 

#psicologia #autoestima #autoconocimiento #autoayuda #Autoestima #Dios #espiritualidad  #felicidad #Vivir #crecimientopersonal #buscandome #franciscodesales #amor #perfección #mejorar

 

 

 

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CAPÍTULO 177 - NO TENER UN PROYECTO DE VIDA PROPIO

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 177 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Hay que tener mucho cuidado, cuando se hacen los planes de pareja, con lo que van a ser cada uno de ellos en el futuro, porque es habitual que alguno se olvide de que además de ser una pareja siguen siendo dos individualidades.

 

Estar de pareja no debe exigir una renuncia a nada –excepto, tal vez, a estar con otra persona que ocupe un puesto sentimental similar u otras insensateces que no son lógicas-, por lo que no se ha de poner un punto final a lo que se estaba haciendo hasta entonces; se pueden y se deben mantener, en la medida de lo posible, las relaciones con la familia, con los amigos, los hobbies, los gustos musicales, las aficiones, etc.

 

Es necesario, muy necesario, que sigan en pie y adelante los proyectos personales compatibilizándolos con seguir participando en la entidad que es la pareja, pero que no queden grandes vacíos que se pretenda llenarlos con la pareja porque ésta no puede cubrir todas las facetas y todas las necesidades, y renunciar a la propia vida por servir al otro o por estar con el otro a todas horas, demuestra con el tiempo que no es una decisión ni adecuada ni acertada.

 

Cada uno de los dos tiene que seguir con su propio proyecto vital, en la medida que sea posible por supuesto, porque, además de que al hacerlo cada uno podrá aportar al otro sus experiencias -y eso enriquecerá la relación-, hará que sea más valorado por ser alguien con inquietudes de Desarrollo Personal, y hará que el otro se sienta orgulloso y satisfecho con la elección que ha hecho de una persona viva que no se ha estancado y rendido.

 

Hacer un proyecto común con el fin de prosperar y acrecentar la relación está muy bien, pero… ¿Y uno mismo?, ¿Dónde queda uno mismo?

 

Y no me refiero a “la mitad de la pareja”, sino a la persona. ¿Dónde quedas TÚ?

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- En tu relación… ¿te has reservado un espacio propio?

- ¿Has renunciado a algo que para ti era, o sigue siendo, importante?, ¿te ha compensando?

- No hay que olvidar que por encima de la relación está uno mismo. La relación exige ciertas renuncias, pero hay cosas que han de ser irrenunciables.

- El Proyecto de vida personal ha de ser imparable. Empieza cuando uno nace y dura hasta el final. Cada uno es responsable de que se cumpla sin falta.

 

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 176 - MINUSVALORARSE, DESPRECIARSE

 

CAPÍTULO 176 - MINUSVALORARSE, DESPRECIARSE

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 176 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Cuando uno se presenta a la relación desde una actitud similar a “necesito conseguir el amor del otro al precio que sea, y que me acepte al precio que sea”, va en inferioridad de condiciones. Va hacia una relación que no va a funcionar correctamente.

 

Va predispuesto a dejar de ser respetado –de algún modo- porque es una persona que da a entender su poca valía, su poca Autoestima; esa sumisión condena a que no estén ambos en igualdad de condiciones, y que, claramente, el otro esté por encima.

 

Rebajarse a esa actitud es un atentado moral contra sí mismo.

 

Cuando se ha sobrevalorado al otro, o se llega a la conclusión de que el válido de los dos es el otro, y uno acepta con resignación dejarle el papel brillante y conformase con ser la sombra, se ha dado un paso triste e inverso.

 

La tabla de medir y la escala de valorar, pueden estar mal planteadas. ¿Quién vale más en la relación?, ¿el que aporta el dinero o quien mantiene la familia atendida y cuidada?, ¿el que es más inteligente o el que aporta más amor?, ¿el que siempre quiere destacar o el que sabe callar?, ¿el que ama más o el que ama mejor?

 

No tener una consciencia exacta del valor propio como persona, induce al error de creerse con poca valía.

 

No es importante carecer de conocimientos profundos en todas las materias, ni tener un puesto socialmente destacado, ni ser el que puede gritar más, ni ser la más simpática o extrovertida, ni el más brillante… lo realmente importante es Ser Uno Mismo.

 

Ser Uno Mismo es lo máximo a lo que se puede aspirarse como Ser Humano. Quien es una persona que se siente feliz consigo misma, con lo que es y como es, con su carácter y su corazón, sus inseguridades y sus ignorancias, y se acepta plenamente -aunque aspire a mejorar lo que sea mejorable-, es una persona que no vale menos que otra si se valora con la única medida que está bien calibrada: la de Ser Humano.

 

Es correcto reconocerse con honradez en la realidad propia, y no caer en el error de confundir ser humilde con dejarse pisar, o ser sencillo con no tener personalidad.

 

Y es bueno mantener la dignidad y la Autoestima impolutas y en su sitio, porque son la base sobre la que se sostienen los pilares de cada persona.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Es interesante tener un buen concepto de sí mismo. Para ello no es necesario acumular éxitos sociales, sino tener valores personales.

- Uno de los principales valores que tiene cada persona es su dignidad. Hay que mantenerla a salvo de que alguien la pueda mancillar.

- Cada uno es un Ser Humano. El otro también es un Ser Humano. Por lo tanto, ambos son iguales.

- Cuando se va a una relación no hay que hacerlo comparándose con el otro y sintiéndose inferior por algún motivo. Tampoco es bueno creerse superior.

- Quien tenga tendencia o costumbre de menospreciarse y minusvalorarse necesita revisar y mejorar su Autoestima.

 

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 175 - AMAR SIN RECIBIR AMOR

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CAPÍTULO 175 - AMAR SIN RECIBIR AMOR

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 175 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Si una persona ama a otra lo ha de hacer en plena libertad y porque es su soberano deseo, y no esperando ser correspondido, porque al amar a otro no se ha de hacer esperando reciprocidad. Aunque en realidad esa esperanza se esconde en la parte que no se muestra y no se quiere reconocer. Si uno ama, espera y desea ser amado del mismo modo y con la misma intensidad, por lo menos.

 

Si se recibe a cambio lo mismo que se da, mejor, pero el amor es y ha de ser incondicional.

 

Hay un amor platónico del que no se espera nada. Ni siquiera que llegue a hacerse realidad, porque uno sabe de antemano y racionalmente que es imposible aunque la fantasía de su corazón piense lo contrario. Se siente, por ejemplo, hacia ese actor de cine o ese cantante al que uno jamás va a ver en persona, con el que no podría comunicarse porque habla otro idioma, que no se fijaría en ella ni aunque la tuviera un palmo delante de sus narices, pero en su fantasía se llevan todo su amor y más amor, y ella, o él, no esperan a cambio nada más que se aparezca en uno de sus sueños nocturnos y caigan rendidos de amor y se casen con ella, o con él. El amor platónico está condenado a ser un amor no correspondido, y no siempre se acepta que es así y entonces comienza un serio problema.

 

También encaja en esa idea el profesor madurito pero atractivo y, sobre todo, inteligente; esa vecina guapa que ya tiene pareja o está casada, pero… es tan irremediablemente guapa…; o aquel compañero de estudios que uno idealizó tanto durante su juventud…

 

En el amor real, el que afortunadamente se puede vivir y disfrutar, uno espera del otro recibir amor, porque forma parte de un pacto no escrito. Amarse el uno al otro. Esa es la consigna: Amarte yo a ti y amarme tú a mí.

 

Hay quien, pasado el tiempo fogoso del inicio de la relación, se da cuenta de que el otro ya no ama, pero, a pesar de ello, se persiste en seguir amándole porque realmente se le ama, o porque dejar de amarle es demoler el pilar sobre el que se asienta un amor en el que, parece ser, es el único pilar que queda ya en pie.

 

La entrega de amor se hace donde se supone que hay eco, y que regresa el amor que se envía y, si es posible, como hacen los buenos ecos, venga multiplicado. “Amor”, grita uno, y espera que vuelva “Amor…”, “Amor…”, “Amor…”

 

Entregar el amor sin condiciones –que es la única condición del amor- ya debiera ser en sí mismo un acto satisfactorio –como cuando uno da una ayuda o una limosna y no espera nada a cambio-, pero es que es casi imposible dar amor y no esperar amor: es como si estuviera implícito, como si no hubiera otro modo. El egoísta que todos tenemos escondido dentro reclama que sea así.

 

El equívoco puede ser el de insistir en una relación en la que el eco cerró por defunción hace tiempo, y cada entrega de amor sólo recibe a cambio desilusión, frialdad, o una mirada que es un mirada fingida, o un silencio de muerte.

 

Que el amor vaya en una sola dirección, o amar a un abismo del que no regresa nada, es amar a la persona equivocada.

 

Poner uno solo el amor de los dos, no es justo ni correcto. Alimentar la relación siempre la mismo persona, descompensa la unión. Desgasta. El esfuerzo es desproporcionado para lo que se recibe a cambio, y llega un momento en que la mentira no soporta más tiempo repitiéndose, y la verdad aparece con su carga de razón y realidad, y eso debiera hacer ver –por fin- al único que ya ama que ese esfuerzo titánico, si no es compensado por otros motivos que puedan ser satisfactorios, es un esfuerzo baldío y que, tal vez, es conveniente ir pensando en otra persona que sí sea participativa en el amor.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Se puede amar sin recibir amor a cambio, pero… ¿realmente eso compensa?

- Amar sin recibir lo mismo a cambio es una injusticia.

- Poner uno solo el amor de los dos, no es justo ni correcto.

- Cuando uno ama sin recibir lo mismo a cambio tal vez deba pensar en entregar ese amor a otra persona.

 

 

Francisco de Sales

 

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ES NECESARIO TENER TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN

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ES NECESARIO TENER TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN


En mi opinión, nos mantenemos muy firmemente en la pretensión de crearnos una vida perfecta en la que no tengan cabida los problemas, los conflictos, los disgustos, las complicaciones, el malestar, los inconvenientes, las frustraciones…

En realidad, lo que nos interesa es todo aquello que no pueda alterar una vivencia tranquila en la que sólo queremos lugar para la paz o el bienestar o la comodidad o lo plácido o la ausencia de cualquier tipo de conflicto.

Pretendemos una vida cómoda y llena de aciertos, en la que todo esté a nuestro favor y se cumplan todos nuestros deseos.

Pero eso es imposible. Siempre hay algo que falla en algún aspecto. Nunca se termina de redondear nuestra vida de forma que seamos capaces de exhalar continuamente un suspiro de tranquilidad junto a una sonrisa que desprenda paz.

Por nuestro propio bien, y por nuestra estabilidad emocional y personal, sería muy conveniente aceptar que no todo y no siempre van a salir a nuestro gusto, que el camino no se va allanando él solo para nuestro pasar, y que no todos los dioses están pendientes de derramar sus gracias sobre nosotros.

La realidad es que no siempre vamos a acertar en todas las decisiones, y hay que entender que sólo existe una posibilidad de hacer las cosas perfectas mientras que hay millones de posibilidades o formas de hacerlo mal.

La realidad es que no siempre van a salir las cosas a nuestro gusto o de acuerdo a nuestros deseos, aunque pongamos muchísimo empeño en ello, porque no todo depende de nosotros y cualquier cosa ajena puede fallar en cualquier momento. Y esto hay que asumirlo.

Nos van a pasar cosas que nos harán sentirnos mal, y es mejor aceptar ese malestar sin hacer de ello un drama irreparable y la madre de todas las desgracias posibles.

Algunas cosas pasan y son inevitables. No dependen de nosotros y sólo nos queda la opción de aceptarlas del mejor modo posible o de rechazarlas… inútilmente, puesto que intentarlo sólo nos generará más frustración. Enfrentarse al gran enemigo que es a veces el azar puede ser una guerra inevitablemente perdida y, a veces, es menos dolorosa y más beneficiosa la rendición.

Y que eso no nos frustre, que no nos sintamos ni víctimas ni culpables de todo. No pretendamos hacer de cada inconveniente una agresión personal y malintencionada.

Es mejor desarrollar hasta el máximo nuestra capacidad de tolerancia y aceptación sin oposición ni drama ante las cosas que son inevitables. No se pueden separar de nuestra vida porque forman parte de la vida. Suceden, se afrontan, se resuelven si se puede, y si no se puede pues se dejan pasar procurando no verse afectados.

Está muy bien la previsión, la preparación para evitar lo indeseado, poner el máximo rigor para que las cosas salgan bien, la vigilancia y el esmero, pero… a pesar de eso algunas cosas se van a escapar a nuestros control porque no están bajo nuestro control, o porque dependen de otros, y cuando suceda algo de eso es preferible no entrar en un bucle de quejas y lamentos, sino procurar que no afecte, o que afecte lo mínimo posible, y –sobre todo- evitar responsabilizarse de algo que no es de nuestra responsabilidad.

No se puede generalizar al escribir algo relacionado con este tema, así que al no estar  hablando de un asunto concreto en una persona concreta –porque cada caso es distinto- sólo se puede generalizar. Por eso no hay soluciones, sino sugerencias sobre las que trabajar.

Lo más eficaz –aunque no es fácil, pero tampoco es imposible- es DESDRAMATIZAR las cosas. Tratar de quitarle la tragedia, porque no es imposible.

Es mejor ser un observador de nosotros mismos y de lo que nos pasa que ser la víctima sufriente de lo que nos pasa. Y esto sí que se puede conseguir. Se puede lograr quedar inafectado -por lo menos en gran medida- por lo que suceda, porque no nos sucede a nosotros sino al personaje que estamos viviendo.

Cuando lo que nos sucede nos parece un ataque directo y personal, hay que mirar si es nuestro ego quien se siente herido y no nosotros. Y si el ataque no es claramente intencionado hay que quedarse al margen, verlo como un suceso sin implicarse directamente en él.

Ayuda mucho en esta tarea de no involucrarse en exceso el hecho de ser capaz de relativizar las cosas. Todo es relativo, y todo depende al final del color del cristal con que se mire, y las cosas pueden ser todo lo graves o leves que uno quiera, porque depende exclusivamente de cada uno cómo valorar las cosas y permitir o no permitir que duelan, o que se las mire con una sonrisa mezcla de paz e ironía que minusvalore aquello que aparenta ser grave.

Eres tú quien decide cómo afrontar los asuntos externos y eres tú quien puede entrenar tu mente y tu corazón para que no sufran innecesariamente; eres tú quien puede mantener la ecuanimidad en los momentos conflictivos y quien puede elegir entre frustrarse o aceptar sin oposición y sin drama.

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 174 - CONFORMARSE CON ENCONTRAR LA MEDIA NARANJA

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 174 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

“Encontrar la media naranja...” Es muy romántico, muy bonito, muy de telenovela… y muy cursi. Pero, sobre todo, es un mal planteamiento para una relación.

 

¿Para qué se quiere media naranja cuando lo interesante es que esté entera?

 

Si el hombre que encuentra la mujer es sólo medio hombre, no le sirve. Va a necesitar ser completado para ser un hombre entero. Y en la relación se puede complementar -que no es lo mismo-, pero no se puede ni se debe “completar”.

 

Completar, sería aportar al otro lo que le falta porque existe un vacío. Pero eso crea una dependencia, porque cuando no está quien aporta lo que le falta, el otro se queda incompleto. Si está incompleto no puede aportar lo que no tiene. Repercute negativamente en ambos. El que está incompleto tiene que completarse él solito, y si no es así no sirve.

 

Complementar, sería sacar lo mejor de sí mismo y aportarlo cuando se está con el otro, de modo que se cree algo armónico y bello, y también es tratar de ser compañero en sus hobbies, en sus gustos, en el amor, en todo lo que le engrandezca… y recibir lo mismo a cambio.

 

Pero cuando están separados, cada uno de ellos debe estar completo, ser una naranja entera.

 

Si sólo encuentras media naranja, quizás sea mejor que se la dejes para otra. ¡Y tú busca una que esté entera!

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Partimos de la base de que no somos perfectos al 100%, que no estamos completos al 100%, pero no parece interesante ni enriquecedor conformarse con alguien que esté sólo al 50%. Y menos aún si no se comprueba y verifica que esa persona está en un Proceso Personal de Completitud buscando su continuo desarrollo.

- En la relación es muy interesante que ambos se complementen en la mayoría de las cosas posibles. Es bueno que cada uno aporte al otro. Lo que no está bien es que uno tenga que suplir las carencias del otro.

 

 

Francisco de Sales

 

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¿EN CUÁNTOS CORAZONES HABITAS?

¿EN CUÁNTOS CORAZONES HABITAS?

 

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¿EN CUÁNTOS CORAZONES HABITAS?


En mi opinión, una de las satisfacciones de la vida es saber el puesto que ocupas en algunas personas del prójimo, en cuántos corazones habitas, en cuáles seguirás el día que fallezcas, cuántas personas te meten en sus oraciones, o te citan en sus mejores deseos, o te tienen en sus pensamientos y recuerdos más agradables.

Lo satisfactorio es cuánta gente sonríe o siente agradecimiento o te añora con dulzura y amor cuando se acuerda de ti.

Lo importante es que cuando pienses en ti tengas el concepto general de que eres una buena persona y que hacerlo te provoque una leve o una gran sonrisa, un brillo en los ojos, un alboroto en el corazón –por sentirse satisfecho de ti-, y que sientas en el alma la sensación clara de que estás haciendo bien algunas de las cosas que tienes que hacer bien.

Puede llegar a ser un desperdicio todo aquello nuestro que no cale en los otros, que no deje una marca hermosa en las personas que nos conocen, que no quede grabado para siempre en algún corazón, o que nuestro recuerdo no provoque un agradecimiento en los otros por haber tenido la fortuna de haber compartido algo con nosotros -lo que sea-, por haber coincidido ambos en esta vida.

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CAPÍTULO 172 - NO QUERER QUITARSE LA VENDA DE LOS OJOS

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 172 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

La realidad a veces es tan apabullante, tan indiscutible, tan evidentemente visible para todo el mundo, que el hecho de que alguien no quiera ver lo que es incuestionable se hace ilógico para los otros, los que sí miran con los ojos abiertos y se permiten ver, los que observan con la mirada atenta y se dan cuenta.

 

Pero hay quien se empeña en no quitarse la venda de los ojos y se conforma con recordar cómo era en un pasado lejano su relación –tan distinto y tan distante del presente-, lo que hubo pero ya no está, o lo que solamente ve su deseo utópico pero nadie más. Esas personas sólo ven desde una mirada desilusionada que no se atreve a mirar a los ojos a la realidad. Su mente se ha cerrado a reconocer la verdad, y prefieren seguir en el mundo ilusorio que se han creado para que no les afecte lo que no quieren admitir.

 

No dejo de insistir una y otra vez en que el peor atentado que una persona puede cometer contra sí misma, y el más imperdonable, es el de mentirse.

 

A veces se usan las mentiras para no hacer daño al corazón, pero se daña el alma, y eso es más irreparable porque el alma mantiene tal pureza que no concibe algo que no sea la verdad, y no consigue justificar lo que la mente, o el corazón, jugando con las palabras y aplicando los autoengaños y las justificaciones, pueden llegar a aceptar.

 

La mente está más acostumbrada al mundo terrenal y sus reglas de juego, pero el alma prefiere mantenerse intacta y respetar su dignidad y nobleza sagradas.

 

No querer quitarse la venda de los ojos le convierte a uno en coautor del delito que se está cometiendo contra sí mismo, y le convierte a uno en responsable directo de cómo posiblemente llegará a perjudicar a terceros. Negar la realidad no aporta nada que sea positivo.

 

Uno se puede engañar a sí mismo si se empeña y lo desea, pero no puede engañar a los que no quieran colaborar en el engaño, y pretender engañarse a sí mismo mientras los otros se dan cuenta de ello es absurdo, inútil, e infantil.

 

Se ha demostrado que tampoco es adecuado empeñarse en mirar las cosas solamente a través de la irrealidad de los cristales rosas, que la fantasía casi nunca coincide con la realidad, que los deseos pertenecen al mundo intangible de la imaginación donde no tienen entidad y se convierten en realidad en escasas ocasiones; que sólo los niños se pueden permitir vivir la quimera de los mundos inexistentes, y que la realidad sin adulterar –aunque no guste- es lo único que tiene consistencia y que coincide con la verdad.

 

No querer reconocer la realidad es engañarse. Es distorsionar la verdad. Es inventar y pretender mantenerse en la irrealidad de lo inventado.

 

Lo difícil, lo duro –y lo bello en muchísimas ocasiones- es quitarse la venda, abrir bien los párpados, permitirse empaparse de realidad, afrontar la existencia personal en el momento y situación en que se encuentre, y hacerse cargo de la vida esté como esté en ese momento, tratando de reconducir los aspectos que se van por el sitio no deseado y poniendo orden y coherencia en la vida.

 

Las cosas no siempre están siendo lo que realmente son o pueden llegar a ser, pero siempre están siendo lo que están siendo, y es adecuado reconocerlo, aceptarlo, y tener la valentía y la dignidad de dejar de engañarse.

 

Con la venda puesta se dejan de ver cosas que no se quieren ver, pero eso, al mismo tiempo, impide ver otras que son muy bellas.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- La realidad es indiscutible, no depende de interpretaciones.

- Si las cosas ya no van bien, es mejor reconocerlo y empezar a poner remedios –los que sean- en vez de empeñarse en engañarse. Las mentiras no cambian la realidad.

- El peor atentado que una persona puede cometer contra sí misma, y el más imperdonable, es el de mentirse.

 

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 171 - DEPENDER EXCLUSIVA O EXCESIVAMENTE DEL OTRO

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 171 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Actuar de este modo coloca a quien lo hace en una evidente y pésima situación de desventaja.

 

Claramente se pone en manos del otro, y depender exclusivamente de él, o de ella, limita las opciones de desarrollarse personalmente y de llegar a ser Uno Mismo.

 

Se le está dando al otro el poder de mandar en la vida propia ya que, anulada la opción de independencia y autogobierno, y rendidos a su mandato o prepotencia, el que se ha convertido en dependiente se da cuenta de que ya no tiene otra opción más que la de acatar lo que el otro disponga.

 

En cambio, quien es capaz de seguir siendo él mismo, aun estando en pareja –y por supuesto que puede y debe ser así-, y sin olvidarla ni desatenderla, es quien realmente ha entendido el sentido de la pareja: la unión –que no la suma- de uno más uno que no dejan de ser ellos mismos.

 

La frase bonita dice que “lo bueno de la pareja es que siendo dos, en realidad sean uno, que es más que dos”. Muy lindo sobre el papel.

 

Pero es que no es necesario que sean uno, porque no tienen que serlo. Está bien, y es casi inevitable, que haya renuncia a algo por parte de ambos, pero algo periférico, alguna de sus actitudes o costumbres, de sus modos o ideas, algo leve, pero no a Sí Mismo.

 

Porque si uno deja de ser él mismo, no sabe quién es. O se convierte en otro, y uno no es otro. Uno es él mismo.

 

La relación no debe coartar la realización personal de ninguno de ellos, porque una idea que se ha de aplicar sería parecida a: “Yo te amo y me amo”.

 

En la dependencia no cabe la libertad. Ni libertad para ser él mismo ni libertad para amar, porque todo aquello a lo que se llame amor no será sino un sucedáneo, un sentimiento contaminado, con mucho miedo;  no habrá amor de verdad, ni siquiera amor propio, porque la Autoestima estará minusvalorada y seriamente dañada.

 

El miedo a quedarse solo, unido al poco amor que uno se tiene, solamente le ofrecen esa posibilidad como alternativa: hacer lo que sea para que el otro no le abandone. Entregarse entero y poner los sentimientos a su disposición. Como si su vida sin el otro no tuviera sentido. Y eso es equivocado y enfermizo.

 

Se corre el riesgo de que el otro se aproveche de esa posición ventajista en la que, si quiere –y es muy posible que quiera-, puede convertirse en un tirano.

 

La independencia es importante, y tan necesaria que es casi vital para el sano funcionamiento de la relación.

 

Eso de eliminar el “yo” y el “tú” en la pareja se estanca en esa frase ñoña y no se sustenta en la realidad. Tú y yo hemos formado un vínculo que nos une, pero no nos encadena. Es una unión en libertad, porque cada uno lo quiere libremente. Estoy contigo porque te amo y porque lo deseo. No me importa ni me ata el papel que hemos firmado por puro trámite burocrático. Me importan mis sentimientos que son los que están convencidos de querer seguir contigo. No me siento preso de ningún compromiso sino absolutamente libre para elegir seguir contigo o no. Y esa libertad, paradójicamente, es lo que más me une a ti. Sentir y saber que estando contigo cumplo mi deseo me libera del sentimiento que podría llegar a tener de estar contigo por el mandato de un contrato firmado o por la decisión que otro yo tomó en otro momento.

 

La independencia en un compromiso es un aire fresco que motiva a seguir.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- La dependencia siempre es contraproducente. Siempre. Cada uno de los miembros debe mantener su propia vida y su integridad.

- La dependencia de otra persona es un claro síntoma de falta de Autoestima. Conviene solucionar esa falta con un trabajo personal o con la ayuda de un psicólogo.

- En el momento en que uno no se sienta con plena libertad de seguir siendo él mismo dentro de la relación es cuando se ha de replantear si la relación es como desea.

 

 

Francisco de Sales

 

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DEJARSE FLUIR

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DEJARSE FLUIR

 

En mi opinión, es muy interesante la propuesta del psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi (ni intentes pronunciarlo, pero realmente se apellida así…) ha desarrollado el concepto de “flow” –que se puede traducir como fluir o flujo- para llegar a decirnos, de un modo científico, lo que ya todos sabíamos: que hay un estado que se puede alcanzar si uno se permite desapegarse de las ataduras del yo, se dedica a las cosas que le gustan, y se mete de lleno en ellas.


El ser humano busca, aunque muchas veces no lo sepa, sentirse bien y alcanzar un estado de paz lo más continuado posible.


Sabe, en su inconsciente ancestral que, cuando se encuentra en alguno de esos modos, su forma de vivir la vida es distinto.


Si uno pudiera estar bien y en paz de un modo natural, se ahorraría terapias psicológicas en las que profundizar en los rincones más oscuros del alma, se evitaría tener que hacerse mil preguntas y sufrir la ausencia de respuestas, y no tendría que leer estos artículos.


Porque sabemos que cuando nos sentimos bien y en paz, disfrutamos la vida y las cosas de otro modo.


Todos hemos sentido la experiencia de perder de vista al ego ante una puesta de sol, embelesados por cierta música, en una reunión en la que nos hemos sentido muy a gusto, o en una relación sexual.


La capacidad energética de disfrutar es inherente en el ser humano. Todos la tenemos. La desarrollamos en su plenitud durante una infancia normal, en la que los placeres ocupan un espacio primordial, los juegos absorben –“está en su mundo”, dicen los padres-, y las preocupaciones y obligaciones aún no se han presentado.


Fluir es estar en un estado absorto del que casi no somos conscientes mientras estamos en él; lo sentimos un poco mejor cuando lo abandonamos, o nos abandona, y nos damos cuenta de lo bien que estábamos en ese momento, que es cuando tomamos conciencia de la plenitud que hemos alcanzado.


Mientras más momentos de estos vivimos, más felices y satisfechos nos sentimos con la vida.


Este debiera ser el sentido de la vida, piensa el pequeño filósofo que nos habita. Debería repetir esto más a menudo, piensa uno. Pero no siempre escucha con atención y compromiso lo que acaba de decir en ese momento de lucidez absoluta.


Y eso que sabemos que mejora nuestro nivel general de satisfacción y autoestima…

¿CÓMO FLUIR MÁS A MENUDO?


Aquí no hay una respuesta general.


Cada uno debe encontrar cuáles son las cosas que le provocan ese estado.


Para unos, escuchar ópera o reguetón; para otros, jugar, cocinar, hacer crucigramas, tejer, la jardinería, poesía, lectura, una buena conversación…


Son aquellas con las que te fundes de tal modo que desapareces como persona para pasar a formar parte de ello, en las que te involucras de un modo absoluto.


Exigen la concentración y dedicación total del Ser hacia ellas.

 

Desaparece el “yo”, que se funde con la actividad.


Son enriquecedoras. Son fascinantes.


Hay que encontrarlas y hacerles un hueco, todo lo grande que se pueda, en la agenda diaria, y aún más grande en los fines de semana y las vacaciones.


Pero hay que tener en cuenta, cuando se piensa en esto, que es lo que realmente nos proporciona calidad de vida, magia, interés, paz y sonrisas.


Es muy bueno ser egoísta de todo ello.

La palabra griega “éxtasis” –en su etimología, “fuera de la estabilidad”- se interpreta también como “hacerse a un lado”. Esto es lo que se consigue al fluir: hacerse a un lado, como ego, para no entorpecer el desarrollo absoluto de la actividad que es fuente de ese estado, en el que uno llega incluso a dejar de percibir las necesidades físicas como el hambre o la sed, e incluso el dolor.


Es preciso concentrarse en ello: pensar, hacer otra cosa al mismo tiempo, o desplazarse por el presente y el pasado, son actividades que descentran.

Cuando es el espíritu el que fluye, provoca un estado muy alto de conciencia, en el que el ego desaparece del todo, y uno deja momentáneamente de ser el que está siendo en lo cotidiano, para contactar con la belleza y con la percepción de lo Superior, de lo infinito, del más allá, o de la auténtica realidad.


Es lo que consiguen el zen o el yoga: la desidentificación con el ego, el olvido o la separación del cotidiano, y un contacto con lo trascendente en el que no interviene el yo, que queda eliminado con sus conceptos espacio y tiempo.

Es dejar de ser para Ser.

Dejarse fluir es ahora casi un oficio que hay que aprender, porque lo que aprendimos –o lo que nos enseñaron- es a dejar de fluir de un modo natural; aprendimos a ponernos frenos y trabas, a renunciar, a practicar más el “tengo que” que el “deseo”, a aplazar nuestras necesidades o ponerlas en segundo lugar, a dejar de ser uno mismo para ser lo que se suponía o deseaban que teníamos que ser, a negar nuestro deseos, a acallar a nuestro niño interno, y a ponernos una mueca demasiado seria, casi triste, en la boca.

Déjate fluir.
Escucha tus instintos.
Fluye.
Libérate.
No te desatiendas.
Suéltate.
Permítete el placer.
Sin miedo.
Provoca que sucedan las cosas en las que eres feliz.
Date permiso para ser realmente tú mismo o tú misma.
El fluir es instintivo, natural.
Fluye.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 170 - MIEDO A PERDERLE

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CAPÍTULO 170 - MIEDO A PERDERLE

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 170 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

No se puede perder lo que no se tiene.

 

Si se comprendiera bien esta frase no sería necesario desarrollar un capítulo sobre el tema, porque es tan evidente lo que dice…

 

Lo dice claramente Buda: "Estos son mis hijos, esta es mi casa, esta es mi tierra…, esas son las palabras de un necio que no entiende que ni él mismo es suyo".

 

Tu pareja nunca ha sido tuya, así que no puedes perderla. Y si en algún momento has creído que sí lo era, ahora que ya no sientes lo mismo que al principio, cuando de verdad la querías y te importaba, es posible que perderla sea lo mejor que te pueda pasar.

 

No se debería caer en ese auto-chantaje de hacer y consentir lo que sea con tal de no perder al otro, por el que uno se humilla y se tortura –a sí mismo y a su dignidad personal-, por el que Uno Mismo se llega a despreciar e infravalorarse, y con ese temor castrante y frustrante y esa angustia amenazante de poder ser abandonado.

 

Si te separas de tu pareja, siempre te quedarás contigo que – en este caso- eres la mejor de las dos partes.

 

Si consientes que alguien te amenace con dejarte en el caso de que no te doblegues a su autoridad o si no cumples cada uno de sus caprichos, o en el caso de que te rebeles y reclames tus derechos, o si no eres su servil y callada esclava, estás cometiendo uno de los mayores delitos que puedes atentar contra ti.

 

Tan cruel, tan duro, y tan cierto como suena. No hay que ablandarlo ni disimularlo.

 

Es tal como lo has leído, y tal como te resuena ahora agitando tu interior si es que has comprobado que caes o has caído en este modo de actuar.

 

Ten en cuenta que caer en esta actitud de miedo a perderle te va a provocar una doble tristeza. Por una parte, la que padeces por la carencia de amor que estás teniendo, que te hace llegar a humillarte hasta el extremo de llegar a esta situación y, por otra parte, porque padeces un sentimiento de abandono y soledad. No tienes a nadie más que te quiera. O eso es lo que crees. Y tienes miedo a perder lo único o lo muy poco que te queda. Y eso te puede llevar, o ya te ha llevado, a actos o situaciones de las que tú misma no te sientes satisfecha.

 

Tal vez -y sería bueno que lo revisaras con mucha atención por si acaso-, en tu infancia hayas sufrido la pérdida de alguien que era importante para ti y fue duro, o es que te sentiste desatendida y desamada y no quieres volver a pasar por el mismo trance; tal vez has pasado por situaciones en que has creído que no podías valerte por ti misma, que no podías cuidarte, y que necesitarías a alguien que cuidara de ti como no lo hicieron antes; tal vez anide en ti un profundo sentimiento de soledad al que no quieres regresar, o crees que si pierdes al otro pierdes lo único a lo que tienes para agarrarte y no caer.

 

Tony de Mello contaba algo parecido a esto: Decía que una vez una persona le contaba un caso similar, y al sugerirle él que dejara la situación, contestó que era lo único que tenía a lo que poder agarrarse, y le cortó en ese momento sin dejarle terminar de hablar, diciéndole: “justo eso mismo decía una cría de pájaro cuando le quitaron la rama… y aprendió a volar”.

 

Date cuenta de cuál es tu caso, si estás en esta situación u otra similar, y resuélvelo.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- No se puede perder lo que no se tiene. Si ya no tienes su amor, porque no te lo da, ya lo tienes perdido y no lo vas a volver a perder.

- A veces cuesta mucho comprender esto, pero perder a ciertas parejas es lo mejor que puede pasar.

- Si te separas de tu pareja, siempre te quedarás contigo que –en este caso- eres la mejor de las dos partes.

- La dignidad personal –que es lo más valioso que tiene una persona- está por encima y por delante de consentir cualquier desatención, un nefasto amor o hasta el mínimo desprecio.

 

 

Francisco de Sales

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CAPÍTULO 169 - CULPABILIZARSE

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CAPÍTULO 169 - CULPABILIZARSE

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 169 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

En la memoria genética de las mujeres es posible que aparezca la sumisión en la pareja –tal vez desde que vivían en las cavernas y el hecho de que el hombre saliera a cazar le otorgaba el puesto de mando y, de algún modo, ella dependía de él-. Algunas aún arrastran –aunque sea inconscientemente- la tradición de convertir la sumisión en su norma de su vida, porque si no es así resulta difícil entender lo que llegan a soportar en algunos casos.

 

En las generaciones anteriores las mujeres decían que el matrimonio –ya que había matrimonio porque era inadmisible convivir juntos si no era después de legalizar religiosamente la unión- era una cruz que había que llevar con resignación y como mejor se pudiera; renunciar a sí mismas para primar a su cónyuge y la estabilidad de su matrimonio por encima de cualquier cosa -incluso por encima de ellas mismas- era algo habitual aunque hoy aparente ser incomprensible.

 

Tenían que cumplir con “el deber conyugal”, que consistía en acceder a las relaciones sexuales a petición y capricho del cónyuge; se suponía que lo importante era la satisfacción de él  y no era muy común ocuparse del placer femenino. He llegado a conocer algunos casos –de esto hace mucho tiempo- en que la mujer comía las sobras que dejaba su pareja. Hoy esto es inconcebible. Afortunadamente.

 

Con este bagaje inconsciente que se arrastra –y que dejaría de ejercer su malvada influencia en cuanto una se hiciera consciente y determinase la desvinculación con ese mandato interno-, es casi normal que las mujeres –sobre todo las que nacieron antes de 1960, más o menos-, tengan latente un sentimiento de responsabilidad y culpa, y en cuanto algo falla empiezan a buscar en sí mismas al culpable.

 

Es muy habitual que ellas se preocupen en exceso por casi todo, y que acostumbren a culpabilizarse de todo lo que sale mal. Quienes lo hagan así, conviene que revisen si esa actitud corresponde a que prefieren echarse ellas mismas la culpa -en vez de a quien le pertenece-, porque pensar en que es él quien ha fallado implica reconocer que no es tan perfecto como ellas quisieran y es aceptar que se han equivocado en la elección de pareja. Todo este proceso sucede, mentalmente y sin palabras, sin que ellas se den cuenta.

 

Tiene que prevalecer la justicia y no cargarse con una responsabilidad que no corresponde –y no valen trampas del estilo de “no importa: ya estoy acostumbrada…”- porque la pareja es el conjunto de dos seres independientes que siguen manteniendo sus derechos intactos a pesar del vínculo, y se presupone la igualdad de ambos a todos los efectos de derechos, obligaciones y responsabilidades.

 

La sumisión y el arrastramiento personal con el objeto de mantener las apariencias de estabilidad en la pareja son una equivocación. No defender la razón propia cuando se tiene, y sí acatar la culpabilidad inexistente en silencio triste, es algo que atenta directamente contra la dignidad personal de ella; y si hay un hombre que permite que así suceda, habrá que cuestionarse muy seriamente si es merecedor de ser compañero de vida de alguien.

 

Todo aquel hombre que no sea capaz de mirar a su compañera de igual a igual, que albergue la presunción de que ella es su sirviente, o piense que no tiene obligación de hacerla feliz y de compartir con ella una relación gratificante, está equivocado y, lo que es peor, con su equivocación perjudica a su compañera y la condena a una vida infeliz o desgraciada.

 

Por todo ello, la mujer tiene que evitar culpabilizarse innecesaria o injustamente, y tiene que desdramatizar sus culpas cuando las tenga, porque al ser Humana le asiste el derecho a equivocarse, y por el hecho de ser humana no es perfecta, al igual que el hombre, y por tanto no se le puede exigir la perfección.

 

La culpa sólo es admisible –y reprochable- en los casos en que conscientemente se ha obrado con mala intención; si uno se ha equivocado, sin querer o por falta de preparación o conocimientos para hacerlo de otro modo mejor, no es necesario buscar y encontrar un culpable –ya que eso implica el castigo que se supone que le corresponde al culpable-, sino que se ha de admitir como algo natural de la vida, sin darle muchos rodeos, sin magnificarlo, con naturalidad y despojándolo de dramatismo.

 

Equivocarse es una de las posibles opciones que tiene cualquier decisión y hay que tratar de no darle más importancia de la que tiene, que generalmente es muchísimo más leve de lo que se cree y valora.

 

Es mejor que uno se preserve de las consecuencias desagradables que se forman a partir de un error, que comprenda lógicamente que no es necesario montar un drama por ello, y que hay que borrarlo a la mayor brevedad procurando que deje un aprendizaje para otra ocasión pero no un lastre luctuoso que acompañe para siempre.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- No es necesario culpabilizarse y castigarse por los “errores” cometidos. Con darse cuenta de ello ya es suficiente. En la comprensión de lo que uno ha hecho en desacuerdo con su voluntad de ser, ya va implícita la expiación.

- La sobreprotección al verdadero culpable no es justa ni conveniente.

- A cada uno su ración de culpa, ni más ni menos.

 

 

Francisco de Sales

 

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NACIDAS PARA SUFRIR

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NACIDAS PARA SUFRIR

 

 

En mi opinión, hay personas que parecen nacer predestinadas a una vida de sufrimiento de la que no pueden, o no saben, o no quieren escapar.

 

Parece como si todo las persiguiera para que se pudiese cumplir un propósito malvado de hacer de su vida una cadena de sufrimientos con eslabones indestructibles. Según he comprobado, en los casos que yo he conocido, el 90% de esas personas son mujeres.

 

He observado que en la mayoría de ocasiones este sufrimiento es un auto-castigo que no siempre es inconsciente, sino que en muchas ocasiones una se mortifica a sí misma con toda la consciencia y hasta lo llega a considerar justificable. Es evidente que todos hemos hecho cosas mal y malas en la vida, pero no siempre son merecedoras de una condena interminable a la infelicidad, al sufrimiento o al dolor. El perdón y el Amor Propio tienen mucho que decir en estos casos. No es necesario aplicarse una condena excesiva, injustificada, injusta, y de una duración excesiva por algo que una ya se ha dado cuenta, ha comprendido, y tiene el propósito de no volver a repetir.

 

¿Qué aporta de positivo ese sufrimiento continuado? y me refiero al que se inflige una a sí misma. Nada. Nada. Sólo acrecienta la distancia entre una y sí misma, agria la relación -que se vuelve incómoda y dolorosa- y es un gran padecimiento que deprime, frustra, afecta directa y negativamente a la Autoestima, crea ansiedad, hunde… Nada positivo, nada que haga creer que está bien aplicado.

 

El sufrimiento físico hay que evitarlo, no hay que permitirlo. Es del todo rechazable. El sufrimiento emocional o sentimental… pues conviene aprender a controlarlos porque también son innecesarios y hasta contraproducentes.

 

En cuanto al sufrimiento que provocan los otros… pues es muy conveniente no concederles el poder de perjudicarnos con sus palabras o sus hechos. Esa sugerencia de “no tomarse las cosas como algo personal” es sabia y excelente. A veces permitimos que los otros nos perjudiquen vomitándonos encima sus problemas, sus miedos y frustraciones, su narcisismo o su ignorancia. A veces es conveniente aprender a escuchar sin dar importancia a las palabras y a las intenciones.

 

La objetividad nos permite ver las cosas desapasionadamente, sin sentirnos emocionalmente afectados por ellas, sin sentirnos parte de lo que parece ser un problema, y nos otorga claridad para ver y valorar las cosas en su justa medida y no desde el dolor afectado, ni desde el ego o el orgullo que nos descentran y hacen perder la imparcialidad, que es quien tiene la capacidad de apreciar las cosas en su justa medida, quien permite ver las cosas como son y no como aparentan, quien permite que ante la furia del otro comprendamos que esa furia es contra sí mismo y así, de ese modo, una puede dejarlo pasar sin sentirse agredida, sin sufrir.

 

Sufrir es sentir un daño físico o moral. Cuando es físico es indiscutible, pero cuando es moral…lo moral está basado en el entendimiento y la conciencia, no en los sentidos. No pretendo decir que quien sufre es porque quiere, sino que la inmensa mayoría del sufrimiento se puede resolver con la observación desapasionada, con la reflexión lógica y con la colaboración de una mente entrenada para ver los asuntos desde fuera, como si no fuesen propios. Recuerda: uno resuelve mejor los asuntos ajenos que los propios… porque no está involucrado en ellos.

 

Es el incumplimiento de las expectativas quien aporta la mayoría del sufrimiento: que el otro no actúa como uno quisiera, que el otro no dice lo que uno quería oír, que las cosas no salen del modo deseado –aunque tal vez se estaba deseando algo imposible y mal-, que uno está demasiado sensible, que uno tiene el umbral del sufrimiento muy bajo y cualquier cosa le hace sufrir…

 

Ya sabemos que las emociones son incontrolables, pero el sufrimiento que provocan algunos sentimientos sí puede ser evitado.

 

Cada persona tiene su propio arsenal de cosas que le hacen sufrir y por eso no se puede generalizar con una respuesta universal, pero si alguien puede incrustarse esta frase en la comprensión se evitará mucho daño: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.

 

No es enemigo quien quiere serlo, sino quien cada uno permite que lo sea. No causa sufrimiento una palabra, sino lo que uno interpreta con esa palabra.

 

Nadie ha nacido con el designio inevitable de tener que sufrir. No hay Dios que desee una cosa así. Nadie viene con esa predestinación ineludible. Nadie se merece el sufrimiento como castigo, como modo de aprendizaje, ni para pagar cosas que hiciera en una hipotética encarnación anterior; no creo en la injusticia de un mal karma, tampoco creo que la condición social o la incultura predestinen al sufrimiento.

 

Sí creo que cada persona puede convertir lo que hoy le provoca sufrimiento en algo sin adjetivar que no deje una atormentada huella, algo que no lleve ineludiblemente una carga de dolor, algo de lo que se pueda aprender… para después dejarlo partir sin que deje un desconsuelo, ni una tristeza punzante, ni que una crea firmemente en una rendición incondicional que impida el derecho a no sufrir y a conocer y vivir la paz y la felicidad.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

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NACIDAS PARA SUFRIR

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NACIDAS PARA SUFRIR

 

 

En mi opinión, hay personas que parecen nacer predestinadas a una vida de sufrimiento de la que no pueden, o no saben, o no quieren escapar.

 

Parece como si todo las persiguiera para que se pudiese cumplir un propósito malvado de hacer de su vida una cadena de sufrimientos con eslabones indestructibles. Según he comprobado, en los casos que yo he conocido, el 90% de esas personas son mujeres.

 

He observado que en la mayoría de ocasiones este sufrimiento es un auto-castigo que no siempre es inconsciente, sino que en muchas ocasiones una se mortifica a sí misma con toda la consciencia y hasta lo llega a considerar justificable. Es evidente que todos hemos hecho cosas mal y malas en la vida, pero no siempre son merecedoras de una condena interminable a la infelicidad, al sufrimiento o al dolor. El perdón y el Amor Propio tienen mucho que decir en estos casos. No es necesario aplicarse una condena excesiva, injustificada, injusta, y de una duración excesiva por algo que una ya se ha dado cuenta, ha comprendido, y tiene el propósito de no volver a repetir.

 

¿Qué aporta de positivo ese sufrimiento continuado? y me refiero al que se inflige una a sí misma. Nada. Nada. Sólo acrecienta la distancia entre una y sí misma, agria la relación -que se vuelve incómoda y dolorosa- y es un gran padecimiento que deprime, frustra, afecta directa y negativamente a la Autoestima, crea ansiedad, hunde… Nada positivo, nada que haga creer que está bien aplicado.

 

El sufrimiento físico hay que evitarlo, no hay que permitirlo. Es del todo rechazable. El sufrimiento emocional o sentimental… pues conviene aprender a controlarlos porque también son innecesarios y hasta contraproducentes.

 

En cuanto al sufrimiento que provocan los otros… pues es muy conveniente no concederles el poder de perjudicarnos con sus palabras o sus hechos. Esa sugerencia de “no tomarse las cosas como algo personal” es sabia y excelente. A veces permitimos que los otros nos perjudiquen vomitándonos encima sus problemas, sus miedos y frustraciones, su narcisismo o su ignorancia. A veces es conveniente aprender a escuchar sin dar importancia a las palabras y a las intenciones.

 

La objetividad nos permite ver las cosas desapasionadamente, sin sentirnos emocionalmente afectados por ellas, sin sentirnos parte de lo que parece ser un problema, y nos otorga claridad para ver y valorar las cosas en su justa medida y no desde el dolor afectado, ni desde el ego o el orgullo que nos descentran y hacen perder la imparcialidad, que es quien tiene la capacidad de apreciar las cosas en su justa medida, quien permite ver las cosas como son y no como aparentan, quien permite que ante la furia del otro comprendamos que esa furia es contra sí mismo y así, de ese modo, una puede dejarlo pasar sin sentirse agredida, sin sufrir.

 

Sufrir es sentir un daño físico o moral. Cuando es físico es indiscutible, pero cuando es moral…lo moral está basado en el entendimiento y la conciencia, no en los sentidos. No pretendo decir que quien sufre es porque quiere, sino que la inmensa mayoría del sufrimiento se puede resolver con la observación desapasionada, con la reflexión lógica y con la colaboración de una mente entrenada para ver los asuntos desde fuera, como si no fuesen propios. Recuerda: uno resuelve mejor los asuntos ajenos que los propios… porque no está involucrado en ellos.

 

Es el incumplimiento de las expectativas quien aporta la mayoría del sufrimiento: que el otro no actúa como uno quisiera, que el otro no dice lo que uno quería oír, que las cosas no salen del modo deseado –aunque tal vez se estaba deseando algo imposible y mal-, que uno está demasiado sensible, que uno tiene el umbral del sufrimiento muy bajo y cualquier cosa le hace sufrir…

 

Ya sabemos que las emociones son incontrolables, pero el sufrimiento que provocan algunos sentimientos sí puede ser evitado.

 

Cada persona tiene su propio arsenal de cosas que le hacen sufrir y por eso no se puede generalizar con una respuesta universal, pero si alguien puede incrustarse esta frase en la comprensión se evitará mucho daño: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.

 

No es enemigo quien quiere serlo, sino quien cada uno permite que lo sea. No causa sufrimiento una palabra, sino lo que uno interpreta con esa palabra.

 

Nadie ha nacido con el designio inevitable de tener que sufrir. No hay Dios que desee una cosa así. Nadie viene con esa predestinación ineludible. Nadie se merece el sufrimiento como castigo, como modo de aprendizaje, ni para pagar cosas que hiciera en una hipotética encarnación anterior; no creo en la injusticia de un mal karma, tampoco creo que la condición social o la incultura predestinen al sufrimiento.

 

Sí creo que cada persona puede convertir lo que hoy le provoca sufrimiento en algo sin adjetivar que no deje una atormentada huella, algo que no lleve ineludiblemente una carga de dolor, algo de lo que se pueda aprender… para después dejarlo partir sin que deje un desconsuelo, ni una tristeza punzante, ni que una crea firmemente en una rendición incondicional que impida el derecho a no sufrir y a conocer y vivir la paz y la felicidad.

 

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CAPÍTULO 168 - ACEPTAR TODOS LOS INCONVENIENTES DE LA PAREJA

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 168 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Esta es la realidad: a lo largo de la trayectoria de las relaciones siempre aparecerán algunos inconvenientes.

 

Por el bien de ambos, interesa lograr que sean los mínimos posibles, y que se puedan resolver todos, que ambos colaboren para lograrlo, y que no lleguen a afectar mal menoscabando el conjunto de lo que es la institución de la pareja.

 

Por el buen presente y futuro de la relación, conviene no ir cargándose de pequeños desengaños –de esos granitos de arena que acaban siendo una inabarcable montaña-, así que es mejor ir resolviéndolos según surgen, y es bueno que después ambos salgan reforzados y más unidos por la satisfacción común de haberlos superado y resuelto juntos.

 

Si se entiende que los inconvenientes son los enemigos directos de la relación y que su misión es torpedearla y hundirla, que son inevitables, y que tienen más fuerza y poder que los propios afectados, entonces se parte ya de una postura sumisa de rendición antes de comenzar la defensa, y es una postura que ya reconoce de antemano que su única opción es claudicar vencidos.

 

Los inconvenientes van a aparecer. Sin duda. Porque el otro es como es, y no como uno quisiera que fuera o como uno quiere imaginase que es.

 

La parte buena es que los inconvenientes no tienen entidad propia. Son cosas que suceden pero no tienen vida propia, y no tienen una carga onerosa inevitable de daño, sino que pueden ser interpretados y valorados del modo que se considere oportuno.

 

El mismo asunto puede ser una nimiedad para una pareja y para otra el inevitable principio del fin. Si al otro se le rompe un plato mientras lo friega, se puede hacer un drama tachándole de inútil y lamentándose airadamente por la pérdida del plato, o se puede uno reír por lo que acaba de pasar.

 

Los inconvenientes son para resolverlos y no para hundirse con ellos.

 

Hay que resolverlos pronto y no entretenerse demasiado tiempo alimentándolos y engordándolos. Y menos aún darles una importancia superior a la que verdaderamente tienen.

 

La vida es una continua sucesión de “inconvenientes” –pequeños, medianos o grandes- y ponerse frente a ellos para deshacerlos forma parte de las tareas cotidianas.

 

Se ha convertido en algo cotidiano –lo cual no quiere decir que sea correcto o adecuado- resignarse ante la avalancha de conflictos y rendirse ante ellos sin hacer lo necesario para eliminarlos, para lo cual en muchas ocasiones sería suficiente con cambiar el adjetivo calificativo o el punto de vista.

 

La valoración que se hace de cada uno de ellos es muy subjetiva. Por ejemplo, la muerte de una persona es algo natural pero se vive como si fuera un asunto anormal. Pueden ser tristes y dolorosas sus consecuencias para los allegados que siguen vivos, y es indeseada, pero eso no cambia la naturalidad del hecho de morir.

 

Es interesante entender que en la relación, y en la vida, cada persona es “una solucionadora de inconvenientes”, y es bueno convertirse en profesional del asunto, para saber cómo se actúa, desde qué estado, con qué objetividad, con cuánto desapego del asunto… lo adecuado es ser el juez imparcial que escucha al fiscal y a la defensa, y que luego aplica una sentencia, lo más justa posible, en función de lo que la ley prevé para cada caso o lo que se considera adecuado.

 

Aceptar uno tras otro los inconvenientes y sus consecuencias en vez de preverlos para evitarlos, o dejarlos que torturen en vez de rebelarse contra ellos, o caer en una pasividad resignada, o entregarse a las lamentaciones mansamente poniendo gesto de cordero degollado, no son las acciones adecuadas.

 

No es imprescindible aceptarlos sin más, sino que se puede –y se debe- optar por solucionarlos, o por poner los medios necesarios para que no se produzcan, o por sugerir –u obligar- a quien los ha creado para que no persista en su actitud.

 

Cualquier cosa menos convertirse en víctima sin remedio.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- Los problemas que vienen originados con una persona –y más aún si es la propia pareja- hay que hablarlos para resolverlos y para evitar que se vuelvan a repetir.

- Los que vienen originados por situaciones ajenas hay que solucionarlos y hacer lo necesario para que no afecten.

- Los inconvenientes son para resolverlos y no para hundirse con ellos.

- No hay que aceptar sumisamente TODOS los inconvenientes de la pareja; algunos son lo suficientemente graves como para no aceptarlos y que se los quede o los resuelva quien los ha creado.

 

 

Francisco de Sales

 

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NOS CONVIENE CONCILIAR NUESTRAS CONTRADICCIONES


En mi opinión, si nos observamos con atención, que es una labor que ha de ser continua y cotidiana –pero no monótona ni rutinaria-, nos podemos llevar una sorpresa: descubrir que somos un incesante vaivén de contradicciones, y que la tarea de la vida parece no ser otra que conciliarlas, ya que quedar a merced de ellas y sus vaivenes nos alejan del todo del centro en el que se haya el equilibrio. Nos convierte en nuestras propias víctimas.

Por motivos educacionales –aunque sería más correcto decir algo así como “des-educacionales”-, y porque nunca llegamos a tener algunas cosas claras del todo, y porque donde hoy digo “digo” es posible que mañana diga “Diego”, y porque cuando oigo una opinión ajena me parece más fiable que la mía y la cambio urgentemente, y porque mis variables estados de ánimo tienen más fuerza que mi tambaleante seguridad, y porque no sé nada de nada aunque pretenda aparentar lo contrario… por todo ello, somos una maraña de confusiones y desconciertos.

Así que vivir con uno mismo, que es tarea irrechazable, es un continuo tratar de armonizar impulsos con sabiduría, paciencia con desesperación, dudas con preguntas, y leves momentos de paz con guerras encarnizadas.

Es lo que nos ha tocado vivir.

Es lo que hay.
De momento.

De lo que se trata es de armonizar los desaguisados en los que vivimos, de ser un juez sensato y tener una conciencia limpia, de comprender y aceptar sin desesperación, de reconocer que la perfección convive con la imperfección, que todo puede ser posible, y se trata también de aplacar nuestra desesperación, de animar a la parte nuestra que se duerme en los laureles, de apaciguar al exaltado que también somos, de consolar al afligido, de estimular al pesimista, de reír con el que ríe cuando ríe, de animar al derrotado, de esperanzar al desesperanzado… porque estamos siendo, en diferentes momentos, e incluso al mismo tiempo, todos ellos.

Conviene ser con uno mismo la propia madre receptiva y pacificadora, la que tiene el amor incondicional por principios, y ama por igual a todos sus hijos –que son nuestros diferentes estados- de un modo ilimitado, comprensivo y sin pre-juicios.

No hay que desesperarse por nuestros altibajos, nuestros cambios de humor, nuestra inconstancia.

No hay que instalarse en el lamento y quedarse estancado.

No hay que aceptar una derrota de antemano.

Vivir, y la vida, nos exigen que nos relacionemos con nuestras contradicciones desde el amor a uno mismo, desde el respeto irrenunciable, desde la convicción de que esto es así y funciona de este modo: observar, comprender, aprender, aprehender… y corregir.

Pero desde el abrazo y no desde el enfrentamiento.

No han de extrañarnos y  mortificarnos nuestros contrasentidos y contrariedades. Hemos sido educados de un modo confuso y aún actuamos así en muchos casos.

Sí han de servirnos para entender que eso forma parte de nuestra naturaleza personal, y a partir de la aceptación conviene ponerse a la noble tarea de crear un estado interior de armonía y comprensión que nos acepte, en principio, en nuestro modo de ser habitual, y nos ayude, al mismo tiempo, a tratar de que esas discrepancias sean cada vez menores, hasta que lleguen a desaparecer, hasta que lleguemos al equilibrio, la comprensión, la paz interna.

 

Y hasta que nos encontremos con nosotros mismos, hemos de aceptar que somos contradictorios, que en algunos casos podemos creer una cosa y la contraria, y que conciliarnos es una tarea que requiere amor y paciencia, pero a cambio ofrece el premio de un bienestar personal.

No somos perfectos, somos Humanos.

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

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CAPÍTULO 167 - HACER DE LA RELACIÓN EL ÚNICO MOTIVO DE LA VIDA

-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-

 

Este es el capítulo 167 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER

 

 

Existe la posibilidad de idealizar tanto el vínculo de pareja que, llegado el momento de estar en ella, se la convierta en el único motivo de la existencia, y se la anteponga incluso a uno mismo.

 

Me parece muy bien que se le ponga toda la atención, por parte de ambos, porque realmente es un asunto interesante, lo requiere y lo merece, y porque fundar esa relación es una decisión que han tomado entre los dos. Pero hay algo más que “la relación”.

 

Es decisión personal de cada uno valorar la preponderancia que tiene la relación en su vida. En opinión de algunos, el conjunto de la pareja tiene más valor que cada una de las individualidades. “Somos más que dos: somos uno”, dicen poéticamente algunos. En otras opiniones la pareja es la reunión de dos personas con un proyecto común en el que han de volcarse enteros, según mutua y libre decisión, pero preservando siempre la individualidad de cada uno. O sea: “Pondré todo lo que pueda y sepa por mi parte, pero no haré algo que me agreda directamente, que me humille o menosprecie, que atente contra mi dignidad, que me obligue a dejar de ser yo mismo, o que me haga sufrir”.

 

Son dos puntos de vista, y tan respetable uno como otro, por eso no se puede dictar una norma con respecto a lo que ha de suceder en estos casos; es conveniente que ambos miembros de la pareja dicten sus propios acuerdos acerca de lo que va a ser, y cómo, la relación.

 

Hay vida fuera y más allá de la pareja. Y vivir esa otra vida no tiene por qué afectar a la relación, sino que puede y ha de enriquecerla.

 

Ceñirse exclusivamente a la relación, además de impedir el disfrute y crecimiento personal, puede hacer que se estanque, por falta de novedades e ilusiones.

 

Es mejor tener para aportar algo más que la rutina de la casa y los niños, o el jefe y los problemas de trabajo. Es conveniente seguir vivos.

 

Los familiares, los amigos, los hobbies, el mundo, la vida… todo esto está ahí y no hay por qué renunciar a ello. Puede que el hecho de estar de pareja imposibilite una dedicación intensiva o exclusiva a otras cosas, pero no una renuncia total y definitiva.

 

Cada uno, cada una, es la primera razón de su vida. De la propia vida. Así que es mejor no olvidar este principio, esta realidad, y no renunciar a ese derecho.

 

Es bueno buscar el equilibrio y permitir la convivencia de los intereses particulares con los intereses de la pareja. Y se puede hacer sin renunciar a ninguna de las dos cosas.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

 

- La pareja se compone de dos personas… más lo que les une a ambos: la relación. Pero todos pueden vivir en armonía.

- No es necesario –ni conveniente- que alguno de los miembros renuncie a seguir siendo él mismo. Se puede compaginar el mundo de cada uno como individualidad con el mundo como pareja.

- La renuncia a los intereses personales para centrarse en la relación como motivo único de vida es un poco arriesgada y priva de otras fuentes de placer y crecimiento, pero es una decisión personal respetable cuando se toma desde la libertad.

 

 

Francisco de Sales

 

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