DETERMINISMO Y LIBRE ALBEDRIO

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Determinismo y libre albedrío

ENVIADO POR ROBERTO

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El destino es el Karma pasado, el libre albedrío es el Karma presente. Los dos son realmente uno, que es el Karma, aunque ellos puedan diferir en la materia del tiempo. No puede haber conflicto cuando ellos son realmente uno.

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Chandrashekhara Bharati Swaminah en Diálogos con el Gurú

En el hombre su carácter es lo mismo que su destino

Heráclito

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Es curioso que pensadores tan lejanos y pertenecientes a culturas tan distantes entre sí llegaran a una misma conclusión en lo que refiere al tema de la determinación y al libre albedrio. Pero más curioso aun es la diferencia entre estas formas de pensamiento con las que arrastramos nosotros los occidentales herederos de la tradición judeo-cristiana que contrariamente a aquellas -exóticas- optó bien pronto por el dualismo, seguramente por la dificultad de encajar a Dios y a la voluntad divina con este problema complejo ya por sí mismo.

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Fue a S. Agustin a quien se le ocurrió la feliz idea: Dios nos ha hecho libres, es decir el hombre es responsable del bien y del mal que hace en su existencia porque puede elegir. Y puede hacerlo porque Dios nos hizo libres para elegir entre la virtud o el pecado. No cabe duda de que el argumento de S. Agustin es poderoso pero contiene una falacia: es ésta, si Dios es omnipotente entonces previamente -incluso antes de nacer yo- ya sabe como voy a utilizar esta libertad, luego si Dios sabe si voy a pecar o a ser virtuoso.

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¿Dónde queda mi libertad?

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Los protestantes y los islamistas resolvieron esta “patata caliente” rescatando el viejo concepto de la predestinación y apelando a la Voluntad divina como ultimo fundamento de la existencia humana, una voluntad hacia la que sólo cabe una opción: el acatamiento.

Esto decia Calvino acerca de la cuestión:

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“Dios, en el tiempo, a algunos conceda el don de la fe y a otros no, procede de Su eterno decreto.

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Lo que es lo mismo que decir que existen personas que están condenadas de antemano, hagan lo que hagan, pues Dios asi lo dictaminó. Algo asi pensaron los griegos años antes: no todos los hombres tienen alma y desde luego de entre las mujeres ninguna.

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Esta continua oposición entre los favorables al libre albedrio y los enemigos de esta idea ahora ya no se encuentra en las religiones sino en las ciencias cognitivas. A los ingenieros que construyen máquinas inteligentes les interesa mucho esta cuestión que desde luego no está agotada y es tan compleja que podriamos hacer un frente de partidarios del libre albedrio y otros que no aceptan de ninguna forma al mismo: se trata de los deterministas.

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Entre los primeros hay que señalar a John Searle y entre los segundos a Marvin Minsky, pero el asunto no se agota con los partidarios y los detractores sino que hay que contar además con los compatibilistas, es decir aquellos que creen que ambos puntos de vista pueden compatibilizarse como Hume en la filosofía y Daniel Dennet y los incompatibilistas aquellos que están persuadidos de que ambos puntos de vista son incompatibles. Los incompatibilistas a su vez pueden argumentar de dos maneras: que el determinismo fisico en realidad no existe como Roger Penrose o los deterministas duros que afirman que el libre albedrío no existe y que incluso en un universo no-determinista el libre albedrío seguiria sin existir.

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A veces los temas del libre albedrío parecen problemas de física teórica sobre todo cuando intervienen fisicos de este nivel pero el gran interés filosófico de esta cuestión procede de la inteligencia artificial, es decir de esas máquinas que cada vez tienen mas potencia, más velocidad de procesamiento pero que al mismo tiempo carecen aún de inteligencia, entendiendo como inteligencia esa facultad humana que llamamos entendimiento y que los ingenieros conocen con el nombre de test de Turing. Y que por supuesto carecen de libre albedrío pues son gobernadas por reglas o por redes (conexiones multiples) neuronales emulando al cerebro humano.

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El estado de cosas en las que se encuentra la inteligencia artificial es que los sistemas construidos por el hombre no son inteligentes y no pasarían un test de Turing. Un ejemplo es el programa Eliza que emula a una psicoanalista y otro ejemplo es el programa Deep Blue, un ajedrez desarrollado por IBM muy potente y con una enorme velocidad de proceso que no obstante no tiene las mismas prestaciones que un hombre. No es que tenga menos inteligencia sino que no posee inteligencia en absoluto tay como demostró John Searle en su conocido experimento sobre la “Habitación china“, pues tanto Eliza como Deep blue carecen de semántica y sólo procesan sintácticamente los símbolos que manejan, saben qué decir o contestar, saben mover las piezas del ajedrez y conocen muy bien sus reglas, pero no saben conversar ni saben jugar al ajedrez. Pues conversar no es solo encadenar frases con cierto sentido ni jugar al ajedrez consiste en conocer las reglas que gobiernan el movimiento de las piezas, sino en algo más que conocemos como conversar y jugar al ajedrez.

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¿Pero entonces qué es lo que hacemos los humanos cuando conversamos por ejemplo?¿Qué es conversar?

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No es posible definir qué es conversar sin definir el fondo, el background de la cuestión:acerca de qué va la conversación o mejor: en qué entorno va a desarrollarse. Desde luego no es lo mismo una entrevista de trabajo, que la conversación entre un médico y su paciente o entre dos amigas en la peluqueria. Pareciera como si el background definiera gran parte de los contenidos de la conversación, como si los temas conversacionales y el entorno en que se producen estuvieran relacionados. Y asi es, existe una relación entre lo que hablamos y el contexto en el que se desarrolla la conversación, diriamos que la conversación está determinada por el background.

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Pero una conversación es algo más que la determinación que provoca el contexto, una conversación es sobre todo algo improvisado, no es una conferencia, ni una tesis docroral, se da sin rigor, entre dos mentes que toleran fallos y no se encuentran apresadas por la precisión o la necesidad de construir verdades absolutas. Se trata de rondas que siguen senderos y rastros establecidos por el otro, que guardan turnos o se interrumpen pero que en cualquier caso siguen un hilo argumental se hable de fútbol o de filosofía. Una conversación entre dos seres inteligentes está determinada por el contexto pero tambien es en cierto modo caótica, en tanto en cada frase se toma una bifurcación que se aleja del tronco central y que sigue -en otra escala de definición- siendo la misma conversación. Conversar es construir fractales. Nada de eso puede hacer un ordenador, una máquina pues carece de esa inteligencia pragmática y semántica necesaria para llevar a cabo una conversación, aun los humanos mas limitados intelectualmente son capaces de orientarse en ese laberinto de signos determinados y caóticos que forman parte de una conversación cualquiera.

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Lo que caracteriza pues una conversación entre humanos son dos horizontes: 1)la determinación que procede del contexto y que de alguna forma condiciona de qué vamos a hablar 2) y la libertad del sujeto para moverse dentro de las coordenadas de ese mismo contexto y dibujar al mismo tiempo caminos y sendas conversacionales.

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Ahora bien esos caminos o sendas no son azar en bruto, ningun conversador habla sobre todas las posibilidades que tiene ante si, se ha de atener a una especie de guión. No vale hablar de cualquier cosa, tiene que amoldarse a lo que el otro propone, encajar en eso que se llama comunicación pragmática, pues sin comunicación no hay conversación, sólo monólogos. Lo que hacemos cuando conversamos es escoger de entre las posibilidades pragmáticas y deterministas desde donde se emite la conversación entre las posibilidades que se nos abren a cada instante.

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Elegimos de entre una variedad de respuestas pero suprimimos aquellas otras que no se acoplan a esta conversación, suprimimos azar y operamos en pseudoazar o lo que se ha llamado azar cuántico. Conversamos entre esos dos limites: el azar en bruto y el determinismo pero seguimos siendo libres en cada bifurcación, para detener, cambiar, trasformar, asociar, sugerir otro tema, etc.

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La trampa está en la palabra azar y a nosotros lo que nos interesa no es el concepto matemático de azar (la aleatoridad) sino el concepto más psicológico descrito por Searle llamado pseudoazar, algo más conocido como caos (o azar cuántico) y que Searle entiende de la siguiente manera: sin libre albedrio no sería posible la racionalidad pues nos bastaría con cumplir el deseo y dejarnos llevar por el principio del placer como hacen los animales. Negar el libre albedrio es negar la racionalidad pues el libre albedrio no contradice el azar sino que se expresa en el campo del pseudoazar que procede de la manipulación de las condiciones iniciales del azar en bruto. Y a los ojos del caos el azar no existe.

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En este post hablé precisamente de ello.

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Para entender el caos lo mejor es verlo , este video es interesante para contemplar como la deformación de algunas figuras hace emeger otras , contornos que parecen tener vida por si mismos, figuras caprichosas que aparecen y desaparecen, transformándose o desplegándose: eso es una conversación.

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Sólo hay un karma: determinación y libre albedrio son la misma cosa, solo que una es el karma del pasado y otra el karma del presente, no tenemos más remedio que elegir y eso hacemos sólo que a veces no tenemos conciencia de ello.

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Este robot lo explica muy bien, no es una conversación pero es un magnifico profesor, si no le preguntamos nada, claro.

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https://pacotraver.wordpress.com/2008/09/15/determinismo-y-libre-albedrio/

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