¿Y SI ESTOY EQUIVOCADO?

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¿Y SI ESTOY EQUIVOCADO?

En mi opinión, las dudas acaban martirizando a quienes se hacen una pregunta que no tiene una respuesta inequívoca posible –como que dos más dos son cuatro. Por lo menos de momento es así-. El resto de preguntas, aquellas que pueden admitir más de una respuesta, nos preocupan. Cuando tenemos más de una opción, y no somos capaces de discernir con claridad cuál es la correcta… tenemos un problema.

Podemos encontrarnos con una respuesta que puede ser útil, que tiene apariencia de ser la correcta, o por lo menos adecuada, y entonces se entromete la duda… ¿y si estoy equivocado?, ¿y si no es esta la buena?

Pero esta duda no sólo asoma cuando hay una pregunta, también puede aparecer cuando uno tiene admitido algo como una certeza irreductible, donde la duda no cabe de ningún modo, pero escucha una opinión ajena o una idea que no es la misma que la suya. Entonces, si uno está atento a cuestionarlo todo, puede aparecer esa duda ¿y si el otro está en lo cierto?, ¿y si lo suyo es lo correcto?, ¿y si estoy equivocado?

Cuando algo “nos parece” pero no hay firmeza, cuando “creemos” algo pero sin rotundidad, cuando sólo presuponemos y llegamos a una conclusión pero sin el 100% de seguridad, puede aparecer esta pregunta ¿y si estoy equivocado?

A veces, para salir de nuestro conflicto, pedimos opiniones ajenas, pero… cada persona nos dice una cosa distinta porque opina desde sus circunstancias, desde sus creencias y prejuicios, desde una información que tal vez no sea completa… A veces, pedir opiniones es peor: uno se junta con varias más que añadir a la suya y se encuentra aún más confuso.

Tomar una decisión siempre conlleva el riesgo de “equivocarse” –y, a veces, equivocarse puede ser negativo y a veces puede ser lo mejor…- y esto hay que asumirlo así, sin drama, sin necesidad de que después haya que cortar cabezas. Y menos aún que sea la propia cabeza.

Es común que las personas mezclemos la mente y el corazón a la hora de pensar, y que cada uno de ellos se entrometa en el terreno del otro, y es difícil conciliarlos y que se pongan de acuerdo. Si uno deja manifestarse a la intuición –que es la sabiduría y que está por encima del conflicto mente/corazón-y se entrena en la relación con ella, comprobará que saldrá mejor parado en la mayoría de las decisiones. “Dejarse fluir”, se dice. Que no es lo mismo que ser un inconsciente o un vago y tomar la primera decisión que aparezca o la más fácil.

Tal vez, más importante que la decisión en sí misma sea la predisposición personal ante el resultado. Equivocarse es una de las posibilidades ante cualquier decisión y conviene estar preparados para la posibilidad de que suceda, y hay que estar concienciado para acogerlo con humildad, sin drama, sin que eso se convierta en una batalla de uno contra sí mismo.

Se necesita Amor Propio y comprensión. Aún no somos perfectos del todo. Aún no ejercemos de divinos –aunque lo somos-. Aún nos equivocamos.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

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