NI NUNCA NI SIEMPRE, NI TODO NI NADA

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NI NUNCA NI SIEMPRE, NI TODO NI NADA

En mi opinión, el uso de estas palabras tan tajantes, tan cerradas y que no permiten modificaciones, ni siquiera la opción de una consideración o discusión -porque rayan el fanatismo-, nos perjudican grande y gravemente. Y, de algún modo, también acaban perjudicando a otros.

Otras palabras similares, en las que sólo existe el extremo blanco y el extremo negro y no admiten la posibilidad de uno cualquiera de los múltiples grises que existen, también dificultan la vida.

Aferrarse a un NUNCA es cerrar la posibilidad a que en alguna ocasión haya una excepción, o impide revisarlo y actualizarlo si es necesario, y no posibilita verlo de otro modo o desde otro punto de vista. Cuando uno se encastilla obtusamente en una posición, se pierde la posibilidad de dejar que “algo” evolucione, o que “algo” se dé cuenta de su posible inutilidad por la intransigencia.

Aferrarse a un SIEMPRE no deja opciones a la negociación, al cambio, a la evolución, sino que encierra a uno en una celda de la que no sale para ver otras luces y otros paisajes. No deja la posibilidad de una excepción, de un tal vez, de un quizás, le deja a uno inmovilizado... y la vida requiere una continua actualización.

Aferrarse a un TODO elimina la opción de lo agradable que puede ser a veces conformarse con un CASI TODO. Llegar a esa cerrazón extremista de un “todo o nada” puede ser excesivo.

Aferrarse a un NADA deja sin las posibilidades que aporta un ALGO.

La intolerancia a salirse de las posiciones extremas, esas que eliminan cualquier posibilidad de entendimiento o la conformidad con algo menos que la totalidad, tiene más posibilidades de ser perjudicial que de ser beneficioso.

Y no es que siempre haya que cambiar esas palabras –que en realidad son actitudes más que palabras- porque hay algunas en las que uno puede y debe ser irreducible, firme, por dignidad y por respeto a sus principios y su ética o su moral, pero no hay que ser categórico y aplicarlo en todos los casos.

Lo que estropea las relaciones, y el propio bienestar en muchas ocasiones, es la cerrazón obstinada en un extremo del que uno no se quiere apear, a veces sin una razón justificada.

Me parece que es beneficioso ser más abierto y estar más receptivo, y revisar los extremos por si admiten un poco de holgura, un poco de comprensión y adecuación a las circunstancias, y dejar de acatar las limitaciones que ser y pensar y actuar así nos imponen.

No todo depende siempre de nosotros y esto hay que tenerlo claro.

Está bien reflexionar en cada caso o circunstancia.

Está bien vivir la vida con un cierto relajamiento en el que uno pueda escapar de sus propias normas –sobre todo cuando éstas son innecesariamente intransigentes- y está bien darse permiso para quebrantar las propias leyes cuando así se desee.

Y tal vez no esté bien ser esclavo de la propia palabra, ni la rigurosidad intransigente, ni obstinarse en algo que no requiere ni merece tal obstinación.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

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