COMO CURAR TODAS LAS CICATRICES DEL ALMA

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ENVIADO POR KAREN
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Nuestras cicatrices o heridas de guerra, aquellas que nos dejan las marcas de nuestras batallas, ganadas o perdidas, dan igual, son cicatrices al fin y al cabo. Estas cicatrices, parecen no cerrar y con el tiempo reaparecen con más fuerza, resurgiendo así nuestros mayores miedos e inseguridades.
 
Todos, a lo largo de nuestra vida, libramos batallas como consecuencia de decisiones mal tomadas, emociones mal gestionadas, desamor, rupturas, estrés, crisis existenciales o simplemente porque la vida nos coloca ante situaciones que no sabemos cómo actuar y de esas batallas, nos quedan cicatrices en el alma, que a veces nos negamos a cerrar.
 
Nos encerramos en el interior de nuestra celda de cristal, a solas con nuestro carcelero, que son las emociones negativas, con el único propósito de que todo pase, de regocijarnos en el dolor más extremo, de que el tiempo lo cure sin enfrentarnos a nuestros verdaderos miedos o esperando a que alguien, normalmente la persona que nos ha hecho daño, venga a salvarnos.
 
¿Cuántas veces nos hemos sentido traicionados y hemos sido incapaces de perdonar por nuestro resentimiento? O simplemente, no hemos sido capaces de enfrentarnos a nuestros miedos, porque han resurgido viejos fantasmas.
 
Nuestras inseguridades y complejos salen a la luz y parece que no se van, la rabia, la tristeza, el dolor, son emociones que a veces dejamos que se queden con nosotros sin darnos cuenta de que somos los únicos responsables de que vengan para quedarse.
 
Normalmente, lo que nos duele, no es ya lo que nos hacen sino quién nos lo hace, porque generalmente aquellos a quien más amamos son con los que más sufrimos. El dolor de la indiferencia, de la no reacción, de sentirnos infravalorados, humillados e incomprendidos, son los sentimientos más vividos por el ser humano.
 
Normalmente, nos sentimos “cómodos” en el sufrimiento, ya que es un mundo que tenemos muy explorado y sin embargo, la felicidad, el éxito, la confianza, el amor… nos abruman tanto que preferimos ponernos la manta en la cabeza.
 
Para afrontar nuestras debilidades, tenemos que poner a prueba nuestras fortalezas y eso sólo podemos hacerlo siendo los héroes de nuestra propia historia. Pero, a veces estamos tan cansados de esperar, de no recibir aquello que nos gustaría, de mentiras, de decepciones, de confiar en que todo va a salir bien, cansados de luchar, de “tirar del carro”, de ser detallista con todo el mundo y que nadie lo sea contigo… de usar máscaras y de fingir que todo va a salir bien, de querer desaparecer…
 
Hace poco, llegó a mis manos a través de las redes sociales un cuento Cherokee que me gustaría compartir con vosotros:
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“Un antiguo indio Chrokee dijo a su nieto: hijo mío, dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos. Uno es Malvado, que es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego. El otro, es Benévolo; que es la dicha, la paz, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad, a empatía, la verdad.
 
El niño, pensó un poco y preguntó ¿Abuelo, qué lobo gana? El anciano respondió – el que alimentas”
 
Pensando en este cuento, me di cuenta, que la existencia de cicatrices sea probablemente porque la batalla la ganó Malvado. La existencia de cicatrices, me hace recordar la frase célebre de “perdono pero no olvido”, eso es que no se perdona y alimentamos más a Malvado que a Benévolo. Desde entonces, cuando me encuentro ante ciertas adversidades me pregunto ¿A qué lobo quieres alimentar?
 
Todos sabemos lo que es el sufrimiento, pero, las estrategias y recursos usados nos permiten cerrar heridas, así como querer cerrarlas, de ahí que alimentemos a Benévolo porque ¿para qué tanto sufrimiento? ¿Te sirve de algo? ¿Compensa tanto sufrimiento?
 
Y a la única conclusión a la que llego, es que no sirve de nada sufrir por sufrir. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.
 
Os dejo una estrategia que facilite la gestión de estas cicatrices emocionales.
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