OSHO NOS HABLA DE LAS EMOCIONES

El Bienestar Emocional


5886056898?profile=original Osho nos dice que el primer pasao para nuestro bien estar emocional es comprender la naturaleza de las emociones.

“Las emociones no pueden ser permanentes, por eso reciben el nombre de «emociones» —término que viene de «moción», movimiento—. Van cambiando, de ahí que sean «emociones». Van pasando constantemente de una a otra. En un momento estás triste y al siguiente estás contento; en un momento estás enfadado y al siguiente eres compasivo. En un momento eres cariñoso y al siguiente estás lleno de odio; la mañana ha sido preciosa, la noche es horrible. Y así sucesivamente. Tu naturaleza no puede ser todo esto, detrás de todos esos cambios debe haber algo parecido a un hilo que los mantenga unidos. Es como una guirnalda de flores, aunque no se vea el hilo es lo que mantiene unidas todas las flores; las emociones son como esas flores.

A veces florece la ira, a veces la tristeza, a veces la felicidad, a veces el dolor y a veces la angustia. Pero todas ellas son flores, y tu vida es la guirnalda. Debe existir un hilo, si no, te habrías desarmado hace ya mucho tiempo. Sigues siendo una entidad, entonces ¿dónde está ese hilo, dónde está esa estrella que te guía? ¿Qué es lo permanente en ti?.

Lo primero es lo primero: el mecanismo de la mente.

Es muy claro que a vaces nos encontramos en una dualidad que nos atormenta, nustra mente nos pasa malas jugadas, nos engaña incluso a en nuestros sueños, es en ese lugar en donde nuestro inconciente refleja y nos cuenta lo que nuestro conciente no emite, lo que oculta o nubla, es debido al super yo ensalsado por nuestros sentidos humanos, que hace que todo sea un poco mas fácil y nos desentendemos de nuestro yo espiritual y divino, que es nuestra conexión con nuestra alma, que se expresa por nuestro inconciente.

En el combate con nuestra emociones, Osho nos cuenta una historia:
“Yo era uno de los ponentes en un debate intrauniversitario en el que participaban todas las universidades del país. La Universidad de sánscrito de Benarés también estaba entre ellas pero, naturalmente, los alumnos de dicha Universidad se consideraban un poco inferiores a los participantes de las demás. Conocían las antiguas escrituras, conocían la poesía sánscrita, el teatro, pero no estaban familiarizados con el mundo del arte, la literatura, la filosofía o la lógica contemporáneas. Y el complejo de inferioridad tiene unos mecanismos muy extraños…

Después de mi intervención, le tocaba el turno al representante de la Universidad de sánscrito. Para impresionar al auditorio y para disimular su complejo de inferioridad, comenzó su discurso con una cita de Bertrand Russell que había aprendido de memoria; los estudiantes de sánscrito son capaces de memorizar mejor que nadie. Pero tenía tanto miedo escénico… y además no sabía nada de Bertrand Russell, no
tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Si se hubiese limitado a citar algo relativo al sánscrito, se habría sentido más cómodo.

En mitad de la frase se quedó callado. Yo estaba sentado a su lado porque acababa de terminar mi turno. Hubo un silencio, él estaba sudando, y para echarle una mano le dije: «Vuelve a empezar». ¿Qué otra cosa podía hacer? Se había quedado en blanco y le dije: «Si no puedes seguir, vuelve a empezar; a lo mejor te acuerdas de cómo sigue».

Así que volvió a empezar: «Compañeros y compañeras…», pero al llegar exactamente al mismo punto volvió a quedarse en blanco. Ahora resultaba cómico. En la sala todo el mundo empezó a corear: «¡Otra vez!». Él lo estaba pasando fatal. No era capaz de seguir pero tampoco podía quedarse callado como un idiota. Así que tuvo que volver a empezar. Y volvió desde el principio: «Compañeros y compañeras…».
Durante un cuarto de hora oímos una y otra vez esa parte que empezaba por «Compañeros y compañeras…», hasta que llegaba al punto en el que se quedaba en blanco. Cuando se le acabó el tiempo vino, se sentó a mi lado y me dijo:
—Has arruinado mi exposición.
Yo le respondí:
—Estaba intentando ayudarte.
—¿Eso es ayudar? —dijo lastimeramente.
—De todas formas estabas en un apuro. Así por lo menos has hecho que todo el mundo se divierta… menos tú, por supuesto. ¡Pero deberías estar contento de haber hecho reír a toda esa gente! Además, ¿por qué escogiste esa cita? Cuando te dije: «Empieza otra vez», no hacía falta que lo hicieras desde el principio, podías haberte saltado la cita, no era imprescindible.

Pero leyendo algunas investigaciones científicas me he enterado de que el centro del habla es exactamente igual que un disco, aunque tiene algo muy raro y especial. En un disco, si levantas la aguja, puedes volver a ponerla en el sitio donde estaba y seguir desde ahí. Pero en el
centro del habla, si levantas la aguja y vuelves a bajarla, el centro vuelve automáticamente al principio.
Si esto es así, ¿cómo puedes decir que tú eres dueño de lo que dices
o de lo que sientes? Es obvio que no te han puesto ningún electrodo, pero biológicamente está ocurriendo lo mismo.

Cuando ves determinado tipo de mujer, tu mente reacciona automáticamente: «¡Qué bella!». No es más que un control remoto. Esa mujer está actuando de control remoto conectado a un electrodo, y tu centro del habla reproduce la frase grabada: «¡Qué bella!».


En conclusión podríamos decir que, la mente, es un mecanismo, y se defiende contra lo que pueda impactar a nuestras emociones.

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