5890045687?profile=original

Nuestras existencias son jornadas que recorremos desde el vientre materno hasta la inevitable exhalación con que nos despedimos de las experiencias y relaciones cumplidas. Son procesos en que manifestamos nuestra personalidad en evolución con sus fortalezas o debilidades, con sus actitudes de flexibilidad o de rigidez.

 

Nos expresamos desde niños con acciones y palabras, impetuosos o reprimidos, expansivos o contenidos, cordiales o antipáticos, cooperadores o remisos.

 

Realizamos nuestras experiencias de vida fluidamente –adaptándonos al ritmo de los acontecimientos, a “lo que es” y congeniando con otros-, o antagónicamente -resistiéndonos a los eventos y ciñéndonos a nuestros ideales particulares.

 

Si acogemos las experiencias, atravesamos cada circunstancia sin recelos y sin atascamientos; si las rechazamos, nos enredamos en conflictos por resolver –algo así como viajeros que dejamos olvidada alguna pertenencia a la que damos algún valor en el alojamiento de paso, lo que nos obliga a regresar, ocupando nuestra mente y el tiempo cronológico en restablecer la normalidad.

 

Nuestros más significativos yugos psicológicos son los apegos y las aversiones, aquello que queremos y aquello que rechazamos.

 

Si mantenemos nuestras vidas estáticas y resignadas, sin atender a nuestros sentimientos de infelicidad y desasosiego –que tal vez nos anuncian que falta algo por cambiar o descubrir-, entonces languidecemos y vamos siendo abatidos por nuestras vivencias infructuosas y desafortunadas: nos enfundamos en nuestras poses de dolientes o apabullados visitantes de museos y mausoleos donde sólo somos espectadores que contemplamos los rezagos del pasado que alguna vez fue un presente vivo sin poder cambiar nada, siempre interpretando desde la condición pasmada de nuestras mentes habituadas y dóciles.

 

Esa existencia humana en que participamos puede ser para nosotros asombrosa, divertida, conmovedora, gratificante, vivamente conmocionante en sus contrastes de extrema alegría o extrema tristeza, como un concierto armonioso que presenciamos esperando que sea duradero; o puede ser desalentadora, aburrida, exasperante, atiborrada de eventos y relaciones que toleramos con hastío y desesperación con gestos impacientes, esperando que pasen rápido como si fuéramos asistentes a un espectáculo musical donde las voces desafinan y los músicos tocan sus instrumentos desacoplados y desacompasados mientras los equipos de sonido suenan estrepitosamente martirizando nuestros tímpanos.

 

¿Qué progresos hacemos en nuestras vidas y nuestras relaciones? ¿Cómo afectamos a otros y cómo nos afectamos nosotros mismos con nuestros actos?

 

¿La casa de nuestra mente conserva todos sus elementos funcionales y decorativos inalterables y estacionarios mientras va pasando el tiempo –como una vieja casa con sus viejos muebles y cosas ocupando el mismo lugar en el espacio asignado inicialmente? ¿O es una casa donde todo ha ido cambiando mientras nuestras experiencias, conflictos y relaciones nos llevan a una comprensión más compasiva e inteligente de todos los dramas e interacciones cumplidos?

 

El viajero que avanza en su jornada, ¿se ha tornado silencioso y ensimismado, cada vez más inaccesible e incomunicado con quienes le rodean? ¿o se ha vuelto comunicativo, abierto a contar sus vivencias sin jactancias y a escuchar las de otros con simpatía?

 

¿Son contradictorios nuestros actos y nuestros discursos? ¿Nos vemos a nosotros mismos como nos ven los demás? ¿Podemos trascender el velo de las apariencias y descubrir nuestra paz?

 

Hugo Betancur (Colombia)

 .5890046271?profile=original

REFLEXIÓN

 

Los adultos que se niegan a asumir sus roles de adultos, se quedaron estancados en sus percepciones y actuaciones de niños y consideran que deben ser resarcidos, servidos y cargados o atendidos por sus relacionados. Al comportarse como niños, se tornan dependientes de otros a los que chantajean con sus demandas; y al unísono los otros se ven obligados a sostenerlos cuando acceden a esas exigencias.

 

Hasta que no decidan asumirse como adultos, libres de los hábitos y dependencias de la infancia, no podrán expresar y prodigar la riqueza de su ser y serán tomadores, usufructuadores egoístas y no retributivos de lo que otros proveen. La motivación para persistir en sus acciones ventajosas e inequitativas posiblemente provenga de la comprobación subjetiva de haber sido agradados o complacidos en sus intereses y necesidades, y su ocasional iniciativa para corresponder parcialmente quizá sea solo una exigua retribución por lo que han recibido.

 

Posiblemente persistan en sus hábitos de niños grandes o de adolescentes ambiguos hasta que logren alcanzar su autonomia y empiecen a ver la vida más como una interacción responsable y recíproca que como una distracción, un pasatiempo o un cúmulo de rituales monótonos y parasitarios en que consumen sus energías y las de sus relacionados.

 

Todos los seres humanos que vivimos la vida dormidos o pasmados nos sometimos a la monotonía de nuestros actos y relaciones dondes fuimos llevados a la deriva por sueños que significaban sólo fantasias o rutinas que consumían nuestras existencias con nuestras mentes cerradas. Cuando despertamos, podemos vivir sueños posibles y reconstruir nuestras vidas creativa y armoniosamente con nuestras mentes abiertas.

 

Hugo Betancur (Colombia)

.

http://hugobetancur.blogspot.com/2014/01/lo-que-aparentamos-lo-que-somos-lo-que.html

Votos 0
Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –

¡Tienes que ser miembro de CONEXIONUNIVERSAL para agregar comentarios!

Join CONEXIONUNIVERSAL

Comentarios

This reply was deleted.