ENERGIA

Energía

 

¿Piensas que eres sólo materia? ¿Crees que tus pensamientos y emociones no influyen en la realidad? ¿Hasta qué punto eres responsable de tu salud física y psíquica?

 

Hace 100 años Albert Einstein formuló su famosa ecuación E=mc2, revolucionando nuestra interpretación acerca del universo. Materia y energía se convertían en conceptos intercambiables, ya que la energía da lugar a la materia y la materia da lugar a la energía.

 

Posteriormente, la Física Cuántica observó que toda la realidad es, en última instancia, vibración energética. Esto es lo que el físico Max Planck declaró en su discurso de aceptación del premio Nobel por su estudio sobre el átomo: «Como persona que ha dedicado toda su vida a la ciencia más perspicaz, el estudio de la materia, todo lo que puedo decirles sobre el resultado de mis investigaciones sobre los átomos es lo siguiente: “¡La materia no existe!“. Toda materia se origina y existe sólo en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas de un átomo y las mantiene unidas…».

El universo es un gigantesco campo de energía formado por la vibración de todo lo que en él existe. El ser humano interactúa con este campo universal a través de un campo energético propio, formado por distintos planos o frecuencias de energía. El aura o halo luminoso que rodea al cuerpo es la radiación electromagnética de cada uno de ellos. Cada uno de estos planos está conectado entre sí y lo que sucede en cada uno de ellos afecta a los demás.

 

El Universo y todo lo que nos rodea está compuesto de energía, de partículas elementales que componen los átomos y que están en constante movimiento. A este movimiento u oscilación lo llamaremos vibración. Aunque nos cueste creer, una mesa, el aire o nosotros mismos somos energía vibrando. Cuanto más densa es la materia, más lenta es la vibración de la energía y cuanto más sutil es la materia más rápida es la vibración de la energía.

 

Cuando decimos que todo es energía, es así literalmente; es decir, incluso los pensamientos y las emociones son energía y dependiendo de la capacidad de éstos tendrán un tipo de vibración u otro. Los pensamientos y emociones negativas como la envidia, el odio o el miedo son energías de baja vibración y por el contrario, los pensamientos y emociones positivas como la alegría y el amor son energías de alta vibración; de hecho, el Amor es la energía que tiene la frecuencia de vibración más elevada que existe.

El Universo y todo cuanto existe está formado por energía. En el fondo sólo existe una única energía a la que llamamos AMOR. Todas las demás son variaciones de dicha energía, incluso variaciones a su opuesto al que llamamos MIEDO, pero aun así, variaciones.


Básicamente podemos definir dos tipos de energía: Energía Vital y Energía Universal.

 

Energia Universal

 

Es la energía del Universo, presente en todos los lugares y accesible a todos los seres de la creación. Esta energía forma un manto infinito del que todos los seres se nutren y alimentan. En su forma más pura es luz, energía cristalina, pero puede modificar su vibración y convertirse en energía densa o negativa. Recordemos que las dos caras de la moneda forman la moneda. Los dos opuestos forman un todo. Aunque en general, cuando hablamos de Energía Universal nos referimos a la energía de alta vibración presente en el Universo y de la que todos nos nutrimos al respirar.


Energia Vital


Es nuestra propia energía interna. Al absorber la Energía Universal con la respiración o la comida, se produce un proceso de transformación energética por la cual adaptamos la energía que captamos a nuestra propia energía interna. Cada uno de nosotros vibra a un nivel energético distinto y nuestra energía interna tiene que estar en consonancia con dicho nivel. Nuestros chakras al captar la energía ejercen esa función de transformación. Nuestra energía interna fluye a través de nuestro sistema energético por unos canales llamados Meridianos por la medicina china. Esta energía se conoce desde la antigüedad en diferentes culturas. Por ejemplo, en la China la llaman Chi, en Japón Ki, en la India Prana, etc.

Existen dos fuerzas o polaridades universales de cuya interacción surge todo lo creado y las cuales deben estar en equilibrio: el yin y el yang. El Chi o Ki contiene ambas energías, el yan (energía masculina) y el yin (energía femenina). Del equilibrio entre ambas surge la armonía universal, física y mental.

 

Todo lo que existe ha sido creado por el Ki. El Ki no tiene principio ni fin. Es vibración, energía, espíritu y mente en una sola sustancia.


En nuestros cuerpos físicos y sutiles existe una red energética formada por los chakras, los meridianos y los nadis por donde circula el Ki o Prana. Mediante la acupuntura se actúa en este sistema energético para restablecer el equilibrio entre el yin y el yang.

 

El Chi, Prana o Ki es una sustancia energética omnipresente en el universo que tiene propiedades nutritivas, poseyendo también la conciencia de la reorganización celular, de forma que aporta a las estructuras atómicas y moleculares una tendencia hacia la reorganización y la armonía.

Si hay Ki hay vida, por ello, cuando el cuerpo muere el Ki lo abandona, cesa la vibración a nivel subatómico produciéndose el caos y la descomposición física.

 

Desde hace miles de años, uno de los objetivos de la medicina china es lograr y mantener el equilibrio del Chi o Prana y del yin y del yang en todo el sistema para conservar la integridad energética del ser humano; pero lograr este objetivo que permite vivir con alegría, espontaneidad y autenticidad nos exige un contínuo trabajo interior, ya que es un proceso cambiante que hay que mantener y que dura toda la vida. Para ello existen diversas técnicas energéticas como el yoga, la meditación, las artes marciales y la bioenergética occidental, entre otras, que estudian la manipulación consciente de la Energía vital de forma que mediante técnicas respiratorias, ejercicios precisos, masajes, visualizaciones y un adecuado control mental y espiritual pueden acumular y dirigir el Ki a cualquier parte del organismo y transmitir la energía en el tiempo y el espacio.


La espiritualidad facilita la conexión y la integración, y éstas producen salud y bienestar originado de esa sensación de conexión con una fuerza superior a nosotros que nos colma y nos llena de vida haciéndonos sentir parte del Universo. De forma que la pérdida de esa sensación de conexión con nuestra esencia espiritual y con las demás personas, los animales y la naturaleza nos produce un trastorno energético que posteriormente se convierte en un problema de salud; pero cuando una persona aumenta su energía con las técnicas antes mencionadas, su espíritu crece, y cuando la energía de nuestros cuerpos (Energía Vital) está en contacto e interactúa con la energía del universo (Energía Universal) nos produce una sensación de plenitud y de vuelta a nuestros orígenes que nos satisface, nos llena y nos nutre.

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