EN TU VIDA MANDAS TÚ

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EN TU VIDA MANDAS TÚ

Desde hace un tiempo, la psicología está investigando sobre “la indefensión aprendida”.

Es un concepto que les dará pistas para aplicarla al campo de la depresión.

Básicamente se trata de que, a lo largo de la vida, a las personas unas cosas nos salen bien –según nuestro deseo y baremo- y otras, mal –o no son lo que deseábamos-.

Si se repiten mucho las segundas, se va creando una sensación pesimista –ligeramente depresiva- y ello va llevando, poco a poco, pero inexorablemente, a un desánimo y desgana de iniciar cosas nuevas.

¿Para qué hacer algo nuevo?

¿Para qué iniciar cosas si ya sabemos de antemano que van a salir mal?

Con este pesimismo, y esta apatía tan indolente, lo lógico es que el resultado sea “malo”.

Se enganchan a un círculo vicioso del que es difícil escapar.

La sensación de incapacidad para defenderse o emprender anulan la capacidad y el poder de cambiar las cosas que no nos gustan.

Si uno no afronta los asuntos de la vida con decisión, el siguiente paso es quejarse de la mala suerte, maldecir un poco, enrabietarse, y quedar a merced de los propios reproches y de lo adverso que vendrá por no hacer lo que se tiene que hacer.

Uno se convierte en víctima y se conforma con serlo.

“Mala suerte”, se dice.

Agacha la cabeza y calla.

Pero no se revela con fuerza o rabia. Como debiera ser.

Y, lo que es más dramático, no resuelve nada con su actitud.

Lo próximo que le salga mal, que serán muchas cosas, le confirmará su teoría de que es un desgraciado y es víctima de algún conjuro o mal de ojo, o de que en alguna reencarnación anterior ha hecho algo malo y ahora lo está pagando, o de que la culpa la tuvieron sus padres que no le educaron de otro modo, o de la falta de estudios, que (por supuesto) no es culpa suya, o… lo que sea. Casi cualquier excusa vale.

Su teoría es clara (aunque equivocada): no busca trabajo porque “ya sabe” que no va a encontrar; no soluciona los asuntos porque “no sabe cómo hacerlo, y siempre se equivoca”; no tiene iniciativas, porque “todo le sale mal, y para qué perder el tiempo”…

Estas personas tratan de encontrar alguien que les resuelva sus asuntos. Al principio, sus padres; después, los compañeros de trabajo, los amigos, o la pareja.

La propuesta para una vida mejor es, lógicamente, porque es la correcta y adecuada, la de tomar las riendas de la vida.

Responsabilizarse de ella.

Dirigirla.

Tener iniciativas y controlar los resultados: no dejar estos en manos del azar o de la suerte.

No culpabilizarse de lo que llamamos “fracasos” –que en realidad son, simplemente, experiencias que no salieron como se deseaba-, sino valorar la intención, la voluntad y el esfuerzo que han puesto.

Encontrar el optimismo, donde quiera que se halle, porque va a ser imprescindible.

Alimentar la esperanza, para que no decaiga. (Se alimenta mostrando, aunque sea con la imaginación, un final feliz con un buen resultado para el proyecto o decisión que se ha puesto en marcha, y, sobre todo y además, con un esfuerzo real)

No culpabilizarse de lo que realmente uno no haya sido culpable. Está bien responsabilizarse, pero no está bien culpabilizarse.

Desechar cualquier rastro de pesimismo que uno tenga guardado en alguna parte.

Y, por fin, hacer un buen proyecto para que el futuro sea distinto, teniendo claro que en la propia vida mandas uno, y no las circunstancias, ni el destino, ni los demás.

Que tu responsabilidad sea la base de tu porvenir.

Basta ya de reproches que se quedan en nada, salvo en una enemistad contigo mismo que se va agrandando continuamente.

Basta ya de esperar que el destino tenga reservado algo interesante para más adelante. Entiende esto: es mentira. El destino no existe. Lo que llamas destino es el resultado lógico de las decisiones que tomas o de las que no tomas.

Basta ya de ser un irresponsable que no toma las riendas de su vida.

Basta ya de quejarse de las situaciones sin intentar remediarlas, y de instalarse en una rabieta y pataleta infantil que no resuelve nada.

Basta ya de quejarse de “mala suerte” sin hacer nada para crear la “buen suerte”.

Basta ya de quedarse atorado en una apatía que se regodea en su desdicha y no hace nada para dar el siguiente paso hacia adelante.

Basta ya de aplazar el ponerse a hacer lo que se sabe que hay que hacer.

Basta de pereza, de irresponsabilidad, de mirar hacia otro lado, de hacer oídos sordos, de negar lo innegable, de demorar lo inevitable, de aplazar un presente mejor y un futuro más agradable.

En tu vida mandas tú.

Y esto no es solamente una frase, sino una realidad y una responsabilidad que te corresponde solo a ti.

Y si no lo haces ya, y por tu propia voluntad, prepárate para escuchar los reproches de tu conciencia, a la que no podrás engañar como te engañas a ti.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)

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