EL BOSON DE HIGGS EXITE. LA PARTÍCULA DE DIOS.

Nuevamente le doy infinitas gracias a mi amigo y colega sanador Rafael, por compartir.

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El laboratorio de física de partículas CERN ha confirmado que el
Bosón de Higgs Existe, según un correo electrónico que ha enviado el presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a los directores de los centros adscritos al organismo y al que ha tenido acceso MATERIA.
 
“Parece ser que el miércoles día 4 se confirmará en una presentación en el CERN la evidencia de una señal de existencia del bosón de Higgs con masa 125 GeV [gigaelectronvoltios] (unas 130 veces la masa del protón)”.

Los físicos la llaman “la   partícula de Dios” porque es la pieza que les falta para comprender la   estructura de la materia a nivel subatómico. Pero confían en pescarla cuando   dentro de poco tiempo se ponga en marcha la máquina más poderosa jamás   construida: el LHC.


 Después de hacer dieta, sube usted a la báscula con la esperanza de ver una  

cifra menor que hace unos meses; quiere perder peso, que es el resultado de   multiplicar su masa por la aceleración de la gravedad.

 

¿Y qué determina la   masa?

Puede parecer una pregunta bizantina, como aquella discusión medieval   sobre el sexo de los ángeles, pero a los físicos teóricos esta cuestión les   carcome desde hace medio siglo.

 

Por fin han encontrado una respuesta: existe   una partícula, llamada bosón de Higgs, responsable del valor de la   masa del universo.

Los científicos están tan decididos a cazarlo que se están   gastando miles de millones de euros en construir un aparato para dar con él.  

Jamás se ha invertido tanto dinero para encontrar una única partícula.
 
  Los entresijos del átomo siguen guardando secretos
 
  Pero comencemos por el principio. Todos sabemos que la materia está hecha de moléculas, y las moléculas, de átomos.

Estos, a su vez, se organizan como una   nube de electrones de una cien millonésima de   centímetro que rodea a un núcleo 100.000 veces aún más pequeño.

 

El corazón   central es un conglomerado de neutrones y protones cuya masa es miles de   veces mayor que la de los electrones.

Hasta este punto los físicos saben por   qué el átomo es como es, pero se les resiste entender por qué las   partículas elementales tienen las masas que tienen.

 

Hay muchas y con   enormes diferencias entre ellas; la más pesada, el quark top, es 350.000 veces más masiva que el   electrón. El problema es de órdago. Los físicos han desarrollado un modelo   teórico que describe las partículas elementales y las interacciones entre   ellas… pero exige que la masa de todas sea nula. Estos son los puzles que los   teóricos adoran.
 
  Las ideas esenciales están en los campos

 


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  En 1964 el británico Peter Higgs propuso una elegante solución a esta   discrepancia.

Supuso que todo el universo está ocupado por un campo parecido   al electromagnético.

El concepto de “campo”, introducido por el físico inglés   Michael Faraday en el siglo XIX, es uno de los más importantes de la física.  

 

En el espacio que nos rodea no sólo hay materia.

Si pudiéramos sacar de una   sala hasta la última mota de polvo y la última molécula de aire, no podríamos   decir que allí no queda nada.

La prueba palpable es que, si lanzamos una   pera, caerá al suelo; hay algo que la hace caer que llamamos “gravedad”.

 

Dicho más correctamente, hay un   campo gravitatorio cuya causa es el planeta que tenemos a nuestros pies.

Pero   no sólo eso.

Si lanzamos en línea recta un electrón y analizamos su   trayectoria, notaremos que algo modifica su camino.

 

Ese algo sólo influye en   las partículas con carga eléctrica; las neutras ni se enteran.

Es el campo   electromagnético.

Su origen es la suma del magnetismo terrestre, los   efectos de las antenas, los televisores, el cableado de la casa, los   electrodomésticos, etc.

 

En definitiva, una fuerza no es otra cosa que el efecto de un campo; y la materia posee propiedades –como la masa y la carga– que la hacen sensible a los diferentes campos. La propuesta de Higgs fue   revolucionaria: existe un campo que llena el espacio, y cuando las partículas   interaccionan con él, adquieren masa.
 
  La idea choca con la intuición. ¿No es la masa una propiedad intrínseca de la   materia? Para entenderlo, se suele recurrir a un ejemplo: imagine que se   encuentra en una fiesta y entra Jessica Alba.

Quienes están junto a la puerta   se agrupan en torno a ella.

A medida que se mueve por la sala los asistentes más cercanos se ven atraídos por la actriz, que se mueve con más dificultad que si estuviera sola, pues todos intentan acaparar su atención.

Este efecto   de acúmulo es el mecanismo de Higgs.
 
  Mucho más que un número en la báscula
  Así funciona la masa, que determina la resistencia de un cuerpo a cambiar su estado de movimiento, la inercia. Su efecto lo notamos todos los días en el autobús: cuando arranca nos vamos hacia atrás y si da un frenazo nos vemos impelidos hacia adelante.

Cuanta más masa tengamos, mayor será esa resistencia y por eso la distancia de frenada de nuestro coche con el maletero lleno es más larga que si vamos de vacío.

 

Como dice el teórico Brian Greene, “las fuerzas que todos ejercemos miles de veces al día para cambiar la velocidad de un objeto luchan contra la fricción del océano de Higgs”.
 
  Hay sólo cuatro maneras de relacionarse
 
  La teoría dice que este peculiar campo llena el universo y aporta masa a   todas las partículas que se mueven en él. Determinar si realmente existe nos   lleva a otra analogía.

Si queremos comunicarnos con un amigo podemos hacerlo   de cuatro formas: de viva voz, por teléfono móvil, por correo electrónico o   por carta.

Para cada una de ellas hay un objeto que transporta la   información: el aire, las microondas, el cable ADSL y el papel.

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Con las partículas   subatómicas sucede algo parecido.

Las relaciones que puede haber entre   ellas las llamamos fuerzas.

En la naturaleza hay cuatro: la gravedad, la   electromagnética y dos fuerzas nucleares; una es la fuerte, que mantiene el   núcleo unido, y otra la débil, responsable de la desintegración radiactiva   beta.
 
  Pues bien, cada una de esas formas de comunicación lleva asociada una   partícula responsable de transportar la información.

En el caso de la electromagnética, la partícula es el fotón; para la gravedad es el gravitón;  y en la fuerza fuerte, el gluón –del inglés glue,   pegamento–.

La débil tiene tres partículas portadoras, los bosones W+, W-   y Zº.

Así, en nuestra sala vacía, el campo gravitatorio hace que la pera   y la Tierra intercambien gravitones como dos niños que se lanzan bolas de   nieve. La fruta no nota el campo electromagnético porque sin carga neta es   como si no tuviera la herramienta para recoger los fotones que le llegan.
 
  Responsable de toda la masa del cosmos
 
  Ya estamos en condiciones de responder a la pregunta sobre cómo demostrar la   existencia del campo de Higgs: encontrando su partícula portadora, el bosón   de Higgs.

 

Desde el CERN de Ginebra y el Fermilab de Chicago, los físicos de partículas   llevan dos décadas intentándolo.

La búsqueda comenzó en los años 80, cuando   se asentó el llamado modelo estándar de la física de partículas.

Los teóricos   habían conseguido poner orden en el complicado mundo subatómico que estaba   surgiendo de los aceleradores de partículas.

 

Se había superado la   crisis de los 60, cuando estos inmensos instrumentos ponían en aprietos a los   investigadores al producir más y más partículas cada vez que se enchufaban.  

 

Pero en 1962 entró en juego el físico Murray Gell-Mann y anunció una forma de   agruparlas que llamó “el camino óctuple”, en alusión a la filosofía budista.  

Su teoría predecía una nueva partícula, la W-, que fue descubierta al año   siguiente.

Dos años después Gell-Mann lanzaba los quarks al ruedo de las   partículas elementales.

Los físicos ya eran capaces de responder a la   pregunta planteada por los filósofos griegos hacía más de 2.000 años:

                              ¿De qué está hecha la materia?
 
  El marco teórico es el modelo estándar, que podemos resumir así.  

Existen dos estirpes principales de partículas de materia, quarks y   leptones. Hay quarks de seis sabores y se agrupan en tres familias de   dos: up –arriba– y down –abajo–; strange –extraño– y charm   –encantado–; bottom –valle– y top –cima–.

 

Los leptones también pueden ser de seis sabores: el   electrón y su neutrino; el muón y el neutrino muónico, el tau y el neutrino   tauónico.

Los leptones se pueden encontrar solos en la naturaleza, mientras   que los quarks siempre aparecen en parejas o en tríos, y se mantienen unidos   mediante los gluones.

Son los ladrillos con los que se construyen el resto de   las partículas.
 
  Una época dorada para resolver misterios
 
  Tenemos explicadas las partículas; es el turno de las fuerzas.

A finales de   los 70, Glashow, Salam y Weinberg acariciaron el sueño de los físicos   teóricos: reunir bajo una única descripción matemática las cuatro fuerzas de   la naturaleza.

 

El primer y esperanzador paso de los tres científicos fue   encontrar una forma de describir bajo una misma formulación la fuerza   electromagnética y la débil.

 

Entre sus predicciones se encontraban los transmisores   de la fuerza débil, los bosones W+, W- y Zº.

Pero si estas partículas   existían debían tener unas masas muy elevadas, y eso colocaba en un punto   peligroso al modelo estándar.

Nadie podía explicar por qué el fotón no tenía   masa y los nuevos bosones eran tremendamente pesados. Para resolverlo venía   de perlas el campo de Higgs.
 
  El reto de los 80 fue encontrar el quark más pesado, el top, y   demostrar que los bosones W+, W- y Zº existían.

Las máquinas para detectarlos   debían producir bastante energía, que dependía de cuánto fuera su masa.

A   finales de los 70 las mejores estimaciones teóricas apuntaban a “cientos de   veces la masa del protón”.

Una valoración no muy exacta, pero suficiente para   que el CERN decidiera gastar 100 millones de dólares en encontrarlo.

Eran   momentos de euforia: parecía que el Santo Grial de la física estaba al   alcance de la mano, una teoría final que gobernaría las fuerzas y las   partículas del universo.

Desde los años 40 muchos lo habían intentado, hasta Einstein.

Nadie se había acercado a   conseguirlo.

 

En enero de 1983 el italiano Carlo Rubbia, responsable de la   búsqueda, anunciaba haber encontrado los dos W.

Seis meses después aparecía   el Z.

Sólo faltaba el quark top, que cayó en 1995 gracias al otro gran acelerador, el Tevatron del Fermilab, en Chicago.

El modelo estándar estaba   completo… salvo por el bosón de Higgs.

 

En los   últimos años, en Chicago y Ginebra se han realizado experimentos para poder   atisbar alguna traza de su existencia.

Los físicos saben que es difícil pues   la energía necesaria para verlo está por encima de sus posibilidades.

Se han   dedicado a hacer chocar partículas en los aceleradores para ver si sonaba la   flauta, pero para encontrar a la madre de todas las masas hace falta una   máquina más grande.

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A finales de los 80 los americanos diseñaron el SSC, el   supercolisionador que se quería construir en Texas.

En 1987 los científicos   dijeron al Congreso norteamericano que costaría 4.400 millones de dólares y   en 1992 ya iban por 12.000 millones.

 

Era demasiado, teniendo en cuenta que la   Estación Espacial Internacional (ISS) tenía un coste parecido.

Para los   congresistas norteamericanos el estado no podía invertir en ambos proyectos y   el SSC fue cancelado.

 

En Europa, el CERN decidió desmantelar su acelerador,   el LEP, y construir otro capaz de alcanzar una energía suficiente para ver el   Higgs, el Large Hadron Collider (LHC).

Después de diversos retrasos se   pondrá en funcionamiento a mediados de este año y su coste habrá sido de   entre 3.000 y 6.500 millones de euros.

 

Del bosón depende el camino de la física teórica

¿Y si no se diera con ella? El edificio de las partículas elementales, que con tanto cuidado han ido construyendo los científicos durante el último medio siglo se desplomaría.

El campo de Higgs, el modelo estándar y nuestra imagen de como Dios hizo el Universo, depende de encontrar el BOSON DE HIGGS, comentó hace más de una década Leon Lederman.

Las dos pasiones de los físicos están enfrentadas.

Dar con él implicaría que han hecho un buen trabajo y que sus ideas sobre la materia son correctas: sería la demostración del poder de la teoría, del pensamiento puro, para entender el mundo.

No encontrarlo les diría que han pasado algo por alto, que sus ideas iban bien pero se torcieron, que hay nuevos misterios que desentrañar.

Y para un científico los buenos misterios son la salsa de su vida.

Miguel Ángel Sabadel

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Comentarios

  • Gracias Teresa; que Dios te bendiga hoy y siempre!

  • Gracias a Carolina por su participación y a nuestra amiga Teresa le comento que de ninguna manera me incomoda su comentario; por el contrario le agradezco la confianza de expresarse en éste foro. Este año es de fluir, de no resistirse, no luche, no resista, no se culpe, no se flagele, no se autobloquee. Fluya en este presente, no regrese al pasado que contamine su presente y su futuro. Te recomiendo que escuches y participes en los programas y ejercicios de sanación.

    https://lareconexionmexico.ning.com/profiles/blogs/haz-ejercicios-de...

    Próximamente haremos un seminario por internet y puedes empezar a canalzar la luz y sanar conforme practicas con éstas frecuencias. Bendiciones

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  • Tu conciencia es más grande que los estudios de los científicos. Tienes el podr de autosanarte. Te invito a que hagas un ejercicio de sanación o puedas asistir a alguno de mis SEminarios. Todos sin excepción como seres humanos tenemos un sabio, un mago y un sanador; escondidos, presos de nuestras creencias limitantes; cuando aprendas a liberarlos te darás cuenta que es mucho más sencillo ser cocreador con nuestra conciencia de cualquier enfermedad que quieras sanar que comprender el detalle técnico de como se realiza. Para ser bendecidos de los milagros de la sanación no es necesario entenderlos, solo aceptarlos. Bendiciones. Manuel 

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