Cambiando el mundo desde tu mundo

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ENVIADO POR PATRICIA

 

Quizá el título de este texto suene original, o al menos sugerente. Pero ¿Qué significa? Partiendo de la base de que realmente cualquier persona puede hacer algo por mejorar una sociedad tan injusta, la clave está en cambiar el mundo en primera persona, no en reflexionar sobre qué o quién debe cambiarlo. Ya sea en la otra punta del planeta, o en nuestro propio barrio, podemos desarrollar nuestra propia iniciativa solidaria, o formar parte de alguna que ya esté en marcha.

 

 

¿De veras nos gustaría cambiar las cosas? Para conseguirlo, debemos tratar de ir más allá. Aun en el caso de que pensemos que toda la culpa de nuestros males es de políticos, grandes multinacionales o “los mercados”, incluso también en ese caso hay que actuar para que otros actúen. Si queremos transformar la realidad hay que tomar parte activa, siendo realistas, y siempre desde nuestras posibilidades. Tal y como dijo Gandhi muy sabiamente, tener certeza de la diferencia entre lo que hacemos y somos capaces de hacer resolvería la mayoría de los problemas del mundo. Y la verdad, no habría mucho más que añadir.

 

Numerosas veces nos planteamos cómo pueden dirigir algunos Estados personas con tan poca capacidad y actitud para hacerlo. Y de igual manera, también observamos a menudo cómo personas muy capacitadas deberían situarse en otro lugar diferente, con mayor poder y responsabilidad de la que tienen. ¿Por qué ocurre esto? Al mundo lo cambian personas, que en un momento de su vida han sido suficientemente sabias como para darse cuenta de que podían cambiarlo, y suficientemente valientes como para comenzar a hacerlo. A partir de ese planteamiento es cuando a esas personas suficientemente sabias y valientes les llega la inspiración para cambiar las cosas. Tan perjudicial es para nuestro mundo la ignorancia valiente, como la sabiduría y la experiencia cobarde. ¿Sigues pensando que no eres capaz de cambiar nada?

 

Superemos el habitual freno a nuestra capacidad de acción, y dejemos atrás la clásica excusa de falta de tiempo o dinero para contribuir a resolver los grandes problemas de la humanidad. Comenzaremos a comprobar que, dedicar a diario unos momentos para pensar qué podríamos hacer por los demás, es perfectamente posible. Al menos durante ese rato desocupamos nuestra mente de otro tipo de pensamientos negativos o preocupaciones. Ya sólo por esto último, merece la pena.

 

Poco a poco van surgiendo ideas, conversaciones, impresiones, incluso nuevas amistades. Nos damos cuenta de que no estamos solos en esto. Son muchas las personas que ya han decidido moverse, participar, actuar y ser parte del cambio. Una vez dados los primeros pasos comienzan a llegar los primeros resultados. También las colaboraciones y el entusiasmo. Finalmente, llegamos a la conclusión que buscamos. Damos con la respuesta de qué está en nuestras manos, qué es aquello que podemos aportar. Ya tenemos la idea: es clara, nos gusta, y además posible. Ahora hay que darle vida.

 

Así nos ponemos en funcionamiento. Poco a poco se aprende a trabajar en red, compartiendo conocimiento y aumentando nuestras posibilidades de implementar ese proyecto para cambiar el mundo desde nuestro mundo. Salimos de esa espiral de conformismo, de echar balones fuera, y tomamos protagonismo en ese cambio que tanto anhelamos. Dejamos atrás la costumbre de analizar o identificar causas de la pobreza, el hambre o la desigualdad, para empezar a luchar contra ello de forma activa. Empezamos a buscar soluciones. Descubrimos en qué consiste el concepto de liderazgo solidario o medioambiental, y cómo podemos llegar a ser parte de un efecto multiplicador para que entre todos y todas, construyamos un mundo más justo y mejor.

 

“Lo anterior, dicho así, quizá suene bonito. Pero ¿Qué puedo hacer yo?” La conclusión la dejo en tus manos. Hace pocos meses, alguien tan del montón como yo y con el apoyo de un equipo de colaboradores pudo sacar adelante (sin tiempo ni dinero) un pequeño proyecto. Se trata de una iniciativa de Educación para el Desarrollo llamada Cultura de Solidaridad, que por ahora funciona. Imagínate qué podrías llegar a hacer tú para cambiar el mundo desde tu mundo. ¿La clave? Cambiar la realidad, no esperar a que la cambien otros. A partir de ahí… llega la inspiración.

 

Autor Alfonso Basco – Publicado por Marilo López Garrido

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