CÓMO CONTACTAR CON LA NIÑA INTERIOR

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CÓMO CONTACTAR CON LA NIÑA INTERIOR
(O el Niño Interior)

En mi opinión, todas las personas seguimos manteniendo en nuestro interior, y de algún modo vivos, cada una de las personas o personajes que hemos sido a lo largo de nuestra vida. Y cada una de ellas/ellos nos sigue influenciando y afectando con las cosas que vivió en su momento.

Quienes tuvieron una infancia difícil, y por ello mantienen una niña interior dolorida que no comprende por qué le pasó lo que le pasó, que conservan vivos miedos y dudas, o una dolorosa sensación de abandono, y además guardan y padecen la incomprensión acerca de algunas de las cosas que les sucedieron… les conviene que contacten con esa niña y le expliquen lo que necesita saber y le proporcionen el consuelo y cariño que necesita.

Uno de los mejores métodos para contactar con ella consiste en hacer una meditación.

SUGERENCIAS

Para hacerlo, hay una serie de requisitos que ayudarán a tener más éxito. Es imprescindible hacerlo un día que uno se sienta más o menos relajado, en un lugar donde se esté a gusto, hacerlo con la seguridad de que no se va a ser interrumpido, y con la tranquilidad de que no haya prisa por terminar, puesto que no se sabe lo que va a durar el ejercicio. Por supuesto, apagar cualquier teléfono o cosa que pueda desconcentrarle de esa tarea. Conviene hacerlo sentado en una silla de respaldo vertical que obligue a tener una postura erguida.

En general resulta más sencillo si se pone una música relajante de fondo, y algunas personas prefieren tener una vela encendida e incienso, pero esto no es imprescindible.

Hay que utilizar cualquier tipo o modo de relajación con el que uno se sienta familiarizado y cómodo, y conseguir el mejor estado de distensión posible.

No hay que preocuparse si no se realiza un encuentro en la primera ocasión. Puede que no se haya alcanzado la relajación suficiente o que la niña no se atreva a mostrarse. Hay que persistir. En algunos casos de dificultad, se puede ayudar “imaginando” a la niña, aunque no haya aparecido bien, o se puede usar la imagen que se tenga de sí misma de alguna foto de cuando se era niña.

CUANDO APAREZCA

Cuando aparezca conviene no precipitarse hacia ella, para evitar asustarla, y es bueno sonreírle en todo momento, transmitiendo paz con la mirada; hay que dejar clara la intención de conciliación para disipar cualquier temor que pudiera tener. Cuando se esté frente a ella es necesario poner los ojos a la altura de los suyos, para que no nos vea como una persona grande, y que eso le pueda asustar, o nos asocie a esa persona mayor con la que no se sentía a gusto, así que –en la meditación, no físicamente- hay que agacharse o ponerse de rodillas.

Hay que hablarle en un modo natural, sin forzarse a hablar como se supone que hay que hablar a una niña pequeña.

Contactar con él en una especie de meditación para hablarle, consolarle, disculparle, darle explicaciones, aclararle que -a pesar de todo- se le ama.
También... cuidarse uno a sí mismo como cuidaría a un niño: tratándose bien, con amabilidad, con cuidado, con paciencia, con amor.

Es necesario decirle todo lo que se sienta en ese momento, lo que pase por la cabeza –siempre que no sea con la intención de culpabilizarla o reprocharle-, los buenos sentimientos hacia ella –sobre todo esto- porque se trata de recuperar su confianza, y de eliminarle miedos y resquemores. Se trata de hablarle, consolarla, disculparla, darle todas las explicaciones, aclararle que se la ama, que ella no cometió ningún fallo. Se trata de cuidarla –que en realidad es “cuidarse”- como se cuidaría a un niño: tratándola bien, amablemente, sinceramente, cuidadosamente, con paciencia y amor.

Se puede llorar si apetece, y al final del diálogo –que nunca hay que tener prisa por finalizar-, pedirle permiso para darle un abrazo, y en ese abrazo decirle el amor que se siente por ella. Repetirlo todas las veces que sea necesario siempre que suene convincente.

Esto sería un ejemplo de lo que se puede hablar, pero a esto hay que añadir todo lo que cada uno considere necesario, o restar lo que no le suene bien.

“Soy tú y estoy aquí para explicarte lo que te pasó… soy tú y estoy aquí para protegerte… soy tú y estoy aquí para amarte… soy tú y estoy aquí para agradecerte… soy tú y estoy aquí para decirte que lograste sobrevivir, que gracias a ti hemos llegado a donde estamos ahora…”

Se trata de personalizar la experiencia de cada uno con lo que le pasó en su caso concreto; sobre todo se trata de des-culpabilizarla y de explicarle que ella fue una víctima de lo que le sucedió y en ningún modo fue culpable; hay que explicarle que lo que pasó hay que asumirlo y después dejarlo que se diluya, que no es necesario que siga en ese sufrimiento, que tiene derecho a la felicidad, a sonreír y reír, y a jugar todo lo que no pudo jugar –y se le puede invitar a jugar juntos, y si lo acepta hay que hacerlo-.

Hay que escuchar siempre todo lo que quiera decir, sin interrumpir. La información que dé será valiosísima, y no hay que discutir con ella, sino tratar de explicar lo que pasó desde otro punto distinto al suyo: No hay que olvidar que es una niña y mantiene la forma de pensar de una niña, y por eso está estancada en su dolor, porque no puede racionalizarlo por sí misma como una adulta.

Conviene preguntarle de vez en cuando “¿Qué puedo hacer por ti?”, y consolarla cada vez que lo necesite, o acunarla, o darle mimos y caricias. Y mientras más veces se le diga cuánto se le ama -si se hace de un modo que ella entienda que es natural-, más fácil será el acercamiento y la intimidad.

Y es conveniente, cuando se vea que es el momento de finalizar, hacerlo sin pretender alargarlo en el caso de que la niña se sienta incómoda, pero sin cortarlo mientras ella se sienta a gusto.

La despedida ha de ser lo más cariñosa posible, lo más amorosa, diciendo todo lo que salga del corazón y se le quiera decir, mirándola a los ojos y prometiendo volver en otra ocasión, pero ofreciéndole la posibilidad de que ella se presente cada vez que quiera y del modo que quiera.

Un fuerte abrazo es una buena despedida.

Después de eso, conviene retomar el contacto con el propio cuerpo y con la vida, y poco a poco salir de la relajación.

Si el encuentro ha ido bien es bueno quedarse con las sensaciones que se han tenido hasta que se diluyan por sí mismas, y es buena idea anotar todo lo que ha sucedido.

Este ejercicio se puede repetir cuantas veces se quiera, porque es muy posible que en cada nueva ocasión la niña nos aporte más información y, sin duda, el vínculo con ella se irá afianzando y reforzando.

EPÍLOGO

“La niña interior” puede ser otra forma de llamar al inconsciente, pero parece que resulta mucho más cómodo y fácil de entenderlo y visualizarlo de este modo.

Antonio Blay sugiere que, cuando se contacte con la niña, hay que hablarle con calma, sinceridad, y claridad, para que entienda algo que es nuevo para ella. Hay que repetirle -con convencimiento para trasmitirle ese convencimiento- “eres un foco de amor y felicidad”. Sugiere situarse en el estadio infantil y decirle: “no eres esa niña tal como crees ser, en realidad eres energía, inteligencia, y amor felicidad”. Y esto conviene repetirlo muchas veces, evocando lo que es cada cosa, sintiendo lo que es cada cosa para trasmitírselo también. Recomienda hacerlo primero de un modo general, sin necesidad de visualizar o rememorar un momento conflictivo concreto, sino hacerlo incluso aunque no haya problemas. Luego ya se puede repetir esto en un caso concreto de la infancia, diciéndolo siempre a media voz, no en silencio. Se trata de reeducar la mente infantil, por lo que habrá que hacerlo una y otra vez.

Francisco de Sales

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